Oigo en la radio todavía en sueños (me la debí dejar encendida como muchas noches) a una persona que dice que los agresores de mujeres la noche de fin de año en Colonia eran árabes y norteafricanos “con perfil de refugiados”. Cambio inmediatamente de emisora y están hablando de lo mismo, pero ya en tono menos estridente: la policía alemana investiga las denuncias por agresiones sexuales a mujeres en diversas ciudades del país coincidiendo con la Nochevieja; aunque parece —dice la presentadora— que muchos de los agresores eran árabes y norteafricanos, la mayoría ebrios, “no consta por el momento que fueran actos organizados ni que participaran refugiados entre ellos”.
Mientras me ducho, trato de imaginar cuál es “el perfil de refugiado”. Porque el de árabe y el de norteafricano los conozco, pero el de refugiado es novedoso para mí. Porque ¿todos los refugiados tienen el mismo aspecto? ¿O es que visten igual, independientemente de que sean africanos u orientales, magrebíes o iraquíes, cristianos o musulmanes? Fuera ya de la ducha, mientras me visto, me viene a la memoria la representación de Tiziano de El rapto de Europa, ese mito que dio nombre al continente, y, tras ella, las del rapto de las sabinas por los romanos, también muy representado en la literatura y la pintura europeas, y hasta las del oneroso tributo medieval de las 100 doncellas que los reyes hispánicos hubieron de pagar durante un tiempo a los califas moros de Córdoba para que estos les permitieran vivir en paz y cuyos ecos aún sobreviven en distintas tradiciones y festejos que se celebran por todo el país. El miedo al invasor, en especial al que viene del sur, está grabado en nuestro subconsciente y en él cobra especial dimensión el temor a que rapte o viole a nuestras mujeres, que consideramos nuestros bienes más valiosos e intocables.
A lo largo del día las noticias que llegan desde Alemania van confirmando que, en efecto, entre los agresores sexuales a mujeres la noche de fin de año en Colonia hay refugiados recién llegados al país y la decepción me invade como a muchas otras personas, supongo. ¿Qué decirles ahora a todos esos que se oponen a acoger en nuestros países a los cientos de miles de personas que huyen del hambre y la guerra en los suyos? ¿Con qué argumentos podemos contrarrestar su demonización global de los refugiados cuando algunos de éstos se empeñan en cargarles de razones y de teas incendiarias?
Pobre Europa, a punto de ser raptada de nuevo por el toro de la irracionalidad.
JULIO LLAMAZARES, El País, 11 de enero de 2016.
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