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lunes, 14 de diciembre de 2015

EL DESEO INSACIABLE, Guadalupe Nettel

EL DESEO INSACIABLE

   Piel de Zapa es la obra que sella el éxito de Balzac. La novela fue elogiada incluso por Goethe en sus últimos días. En la obra un joven recibe un trozo de piel de zapa que tiene poderes mágicos y que cumple cada uno de sus deseos. Sin embargo, con cada deseo concedido, la piel se encoge y consume parte de la energía vital de su propietario. El éxito literario lleva a Balzac a recibir grandes sumas de dinero en esos años, pero lejos de satisfacerse, sus deseos de riqueza lo empujan, como al protagonista de Las ilusiones perdidas, a aventurarse en pintorescos negocios que lo conducen a la ruina y a amoríos rocambolescos con damas de la nobleza que no cesaron ni cuando por fin pudo añadir la codiciada partícula “de” a su apellido. Para compensar la falta de pompa a la que aspiraba, escribía en las paredes, de las habitaciones desprovistas de muebles, lo que anhelaba tener y que según él compraría cuando por fin se enriqueciera. En un muro tenía escrito con carbón: “Cuadro de Rafael”, en otra “Tapiz de Gobelinos”, en otra “Espejo de Veneciano”, en otra “Biombo de palisandro”. Su ensoñaciones llegaron incluso a los libros que premeditaba escribir pues esa obra admirable por extensa, no le era suficiente. De todos ellos tenía las maquetas, eran libros encuadernados con las páginas en blanco en cuyo lomo y cuya portada aparecía el título de la obra y su nombre en letras doradas.
   Obligado a escribir sin detenerse durante 15 y 18 horas diarias para pagar a sus acreedores fue constituyendo, en ese entorno de lujo imaginario, una obra colosal que hoy en día se considera el inicio de la novela moderna, por la forma de retratar a la sociedad pero también porque utiliza la experiencia personal para otorgar credibilidad a sus personajes. Así, tanto en La comedia humana como en Las ilusiones perdidas —en las que retrata con un realismo admirable los excesos burgueses de su época, el arribismo y la constante inconformidad de quienes aspiran al ascenso social—, encontramos a este hombre bulímico e insaciable que él mismo era. No en vano escribió Jules Renard en su diario el 3 de octubre de 1895: “Balzac es auténtico al por mayor, al detalle no lo es”.

GUADALUPE NETTEL, El País, 3 de diciembre de 2014.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

PENSAMIENTO Y CULTURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. EL REALISMO Y EL NATURALISMO


   A mediados del siglo XIX (antes en algunos países como Francia, más tarde en otros como España), pre­dominan ya en los medios artísticos los principios esté­ticos del Realismo. Se conoce con este nombre al movimiento cultural característico de una sociedad burguesa a la que no agradaban las fantasías idealistas ro­mánticas. Ello no quiere decir que pueda establecerse una separación tajante entre Romanticismo y Realis­mo, pues siguen perviviendo muchos rasgos románti­cos en el arte realista. De hecho, cuando éste apareció en Francia, era difícil distinguir por completo ambos movimientos, pues los autores románticos postreros y los pioneros realistas convivían en el mismo tiempo histórico. Así, Stendhal (1783-1842) publica El rojo y el negro en 1830 y La cartuja de Parma en 1839; las noventa y una novelas que componen La comedia hu­mana de Balzac (1799-1850) aparecen entre 1830 y 1847; Madame Bovary de Flaubert (1821-1880) se edi­ta en 1857; mientras que un escritor considerado ro­mántico como Víctor Hugo (1802-1885) publica Nues­tra Señora de París en 1831 y Los miserables en fecha tan tardía como 1862. En realidad, el Realismo surge en principio por depuración o mera desaparición de los elementos románticos más idealistas. Sólo más tarde, por la influencia de las ideas filosóficas y científicas de la época, la oposición entre el Realismo y el Romanticismo se hará más nítida.
   La filosofía propia de la sociedad burguesa decimo­nónica es el positivismo, para el que no existe otra rea­lidad que los hechos perceptibles ni es posible otra in­vestigación que no sea la del estudio empírico de esos hechos o de las relaciones existentes entre ellos. Se en­tiende por hecho un estado de cosas que puede captar-se por los sentidos y ser comprobado empíricamente. La observación rigurosa y la experiencia son los ins­trumentos básicos de la filosofía positivista. Estos prin­cipios, que están en la base del desarrollo de las cien­cias y de las técnicas, fueron formulados de forma sistemática por el filósofo francés Auguste Comte en obras como el Curso de filosofía positiva (1839-1842). El nuevo método experimental (observación-hipótesis-experimentación) fue expuesto por el fisiólogo francés Claude Bernard en su Introducción al estudio de la medicina experimental (1865). Enorme importancia tie­ne el evolucionismo o darwinismo, propuesto por el naturalista inglés Charles Darwin —El origen de las es­pecies (1859), El origen del hombre (1871)—, según el cual los diversos seres vivos resultan de la evolución y selección natural de aquéllos mejor adaptados al medio ambiente, a través de la lucha por la supervivencia y gracias a la transmisión de los caracteres por la heren­cia. Por esos años, en 1866, el botánico austríaco Gre­gor Mendel había descubierto las leyes de la herencia biológica. Especial influjo alcanza, en fin, el marxis­mo. En El capital, Karl Marx estudia sistemáticamente la sociedad capitalista, a la que ve sujeta también a unas leyes específicas. Desde principios materialistas, Marx afirma que el motor del desarrollo histórico es la lucha de clases sociales y explica así las causas de las revolu­ciones burguesas y las contradicciones de la nueva so­ciedad capitalista, contradicciones que propician nue­vas revoluciones, en este caso proletarias. La filosofía marxista, por tanto, no se limita a interpretar el mundo, sino que propone transformarlo, lo que explica que el marxismo se convirtiera en la ideología predominante en los movimientos obreros de fin de siglo.

Emile Friant

lunes, 7 de diciembre de 2015

REALISMO Y NATURALISMO EN ESPAÑA

REALISMO Y NATURALISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MOVIMIENTO. LA NARRATIVA REALISTA: GALDÓS, CLARÍN Y PARDO BAZÁN.

   El Realismo fue una corriente artística que, frente al idealismo romántico, pretendía representar la realidad con fidelidad y verosimilitud. Surge en Francia, en la primera mitad del siglo XIX, con autores como Balzac, Stendhal y Flaubert, y se extiende por toda Europa en la segunda mitad del siglo.
   El Realismo se caracteriza por ofrecer una visión objetiva de la realidad que rodea al escritor, con frecuente intención crítica y un estilo literario sobrio y preciso, lejos de la exuberancia retórica del Romanticismo.
    La novela fue considerada el género más apto para reflejar la realidad, por lo que las características del realismo son, en gran parte, las características de la novela realista.