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domingo, 6 de junio de 2021

UN GATO EN UN PISO VACÍO, Wislawa Szymborska

UN GATO EN UN PISO VACÍO 

 

Morir, eso no se le hace a un gato. 

Porque qué puede hacer un gato 

en un piso vacío. 

Trepar por las paredes. 

Restregarse entre los muebles.

Parece que nada ha cambiado

y, sin embargo, ha cambiado. 

Que nada se ha movido,

pero está descolocado. 

Y por la noche la lámpara ya no se enciende. 

Se oyen pasos en la escalera,

pero no son esos. 

La mano que pone el pescado en el plato

tampoco es aquella que lo ponía.

 

Hay algo aquí que no empieza

a la hora de siempre.

Hay algo que no ocurre

como debería.

Aquí había alguien que estaba y estaba,

que de repente se fue

e insistentemente no está.

 

Se ha buscado en todos los armarios.

Se ha recorrido la estantería.

Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.

Incluso se ha roto la prohibición

y se han desparramado los papeles.

Qué más se puede hacer.

Dormir y esperar.

 

Ya verá cuando regrese,

ya verá cuando aparezca.

Se va a enterar

de que eso no se le puede hacer a un gato.

Irá hacia él

como si no quisiera,

despacito,

con las patas muy ofendidas.

Y nada de saltos ni maullidos al principio. 

 

Wislawa Szymborska

&

Paolo Monti

SOBRE LA POESÍA DE WISLAWA SZYMBORSKA

 

Rasgos significativos de la poesía de Wislawa Szymbroska 
 
   El uso del lenguaje literario se subordina a la exigencia de transmitir un sentido lógico y accesible en el poema, una serie de ideas más o menos embellecidas por el lenguaje pero que, ante todo, conmuevan e inciten al lector a reflexionar. 
   Szymbroska no adoctrina al lector porque no explica el mundo; al contrario, la suya no es una poesía afirmada, sino un discurso que comparte sus dudas con el lector al que le corresponde buscar sus respuestas personales, si acaso se plantea las mismas preguntas. La poesía de Szymborska (con un estilo antiretórico), es un discurso dicho en voz baja que pretende no parecer poesía, motivo por el que consigue que sea recibido fácilmente por un lector próximo, invitado a ser cómplice. 
   Szymbroska concibe la poesía como una forma de conocimiento (la poesía como conciencia de Czeslaw Milosz) que debe ser transmitida al lector (poesía como comunicación), que nunca es sermoneado. 
   La misión de la poesía (“ese encerrar el alma en un suspiro roto”) es visibilizar la singularidad de cada ser humano en el universo y mostrar a las personas que existe la posibilidad de redención, en cada uno, a partir del poder de la palabra. 
   Desde el punto de vista formal, la poesía de Wisława Szymborska es clara y sencilla. Su léxico, esencialmente cotidiano, apenas recurre, ni a los registros más cultos de la lengua ni a la vulgaridad o las jergas, y su retórica economiza el uso de símbolos, metáforas, juegos de palabras sin demasiada complejidad, privilegiando la presencia de la ironía y el humor. 
   En muchos casos la construcción del poema arranca de la observación de detalles nimios que la individual mirada de Szymbroska suele convertir en potentes símbolos universales. Su frecuente uso de la meditación y la reflexión sobre los aspectos más íntimos de la realidad, revela que la de Szymbroska es una poesía filosófica: la buena poesía es filosofía concentrada, porque intenta descifrar las complejidades y misterios del ser a partir del diálogo genuino con uno mismo, además de procurar descifrar el mundo. 
   Sus temas atienden a las preocupaciones sociales, pero también buscan respuesta al sentido de la vida. Suele tratar temas trascendentes abordados desde la vida real y cotidiana de las personas comunes: la indisociable relación entre la muerte y la vida, la presencia del mal en la sociedad, la imposibilidad de acceder al sentido de la vida, el continuo e inasible paso del tiempo… En suma, un amargo existencialismo que surge de las preguntas fundamentales que, a pesar de estar poblada de gritos mudos, descubre y construye desde la soledad y la angustia una lingüística de las posibles respuestas.