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domingo, 31 de marzo de 2013

LA LITERATURA, Pablo Martínez


LA LITERATURA
  
  La literatura es un arte verbal que se sirve del uso especial del lenguaje para crear belleza, lo cual hace que en los textos literarios predomine la función poética.
    No todos los usos de la función poética son literatura; para que lo sea, estos mensajes deben estar sometidos a un canon de belleza que depende de:
  • El espacio: en los diferentes lugares varía el concepto de lo bello. Por ejemplo, en Japón el género literario más consumido son los haikus, mientras que aquí las obras más leídas son las novelas.
  • El tiempo: a lo largo de la historia varía el concepto de lo bello. Por ejemplo, el cine en sus comienzos era un espectáculo de barracas, después algunos magos comenzaron a introducirlo en sus trucos para perfeccionarlos. Más tarde se dieron cuenta de que podía ser un producto artístico por sí mismo.
  • El factor social (individuo y sociedad): cada sociedad elabora un conjunto de normas para verificar lo que es arte. Además cada individuo crea su propio gusto. Esto nos obliga a hablar de cultura popular y cultura de élite. Por ejemplo, no consume la misma literatura un hippie (cultura popular) que un catedrático (cultura de élite).

Pablo Martínez

jueves, 21 de marzo de 2013

El TEXTO Y SUS TIPOS, Pablo Martínez



El TEXTO Y SUS TIPOS
  
   El texto es una unidad de comunicación que transmite un contenido. Debe tener un sentido completo y estar aislado (enmarcado entre los signos comunes de la función fática). Si se cambian estos signos de puntuación o se manipula el orden de las frases no habrá texto. La mayoría de los que producimos son de naturaleza oral y tienen una finalidad que se corresponde con las funciones del lenguaje.
    Para que estos estén bien construidos deben tener adecuación que depende de la situación comunicativa (receptor y canal), de los usos sociales o de la finalidad con la que han sido creados.
 
   Hay varios tipos de textos:
  • Narrativos: un narrador cuenta en ellos una historia real o ficticia que les sucede a unos personajes o personas en un lugar y en un tiempo determinados. En ellos predominan los verbos de acción y los podemos encontrar en novelas, en noticias, en la vida cotidiana…
  • Descriptivos: expresan características de personas, animales, cosas, sentimientos, sensaciones… En ellos abundan los adjetivos y los podemos encontrar en folletos publicitarios, en la vida cotidiana…
  • Diálogos: transmiten el mensaje mediante el intercambio de turno de palabra entre dos o más hablantes. En ellos abundan verbos de lengua (decir, contar, narrar…), vocativos, guiones, comillas… Aparecen en conversaciones, teatro, debates, ruedas de prensa…
  • Instructivos: es el tipo de texto escrito por Irene García. Describe las fases de un proceso. En el abundan imperativos y aparecen el recetas de cocina, manuales de instrucciones…
  • Expositivos: presentan conocimientos de manera clara y simple. Utiliza oraciones simples y léxico fácil. Aparece en libros de texto, en una explicación de un  profesor, en una conferencia…
  • Argumentativos: defiende la postura o las ideas del autor hacia algún tema. Utiliza oraciones afirmativas y verdades generales. Aparece, entre otras situaciones, en artículos de opinión.
Pablo Martínez

miércoles, 13 de marzo de 2013

OZONO, Pablo Martínez


OZONO

   Este catorce de enero no era un lunes normal para Juan Carlos, puesto que el día anterior había recibido un comunicado que le informaba de que su proyecto  había sido subvencionado con una beca. Él era uno de los científicos más prestigiosos de la NASA y además ocupaba un puesto importante en el equipo de investigación que había recibido tal cantidad de dinero, para ser concretos 200.000 $. Por lo tanto estaba enormemente entusiasmado con la noticia. Sus conocidos decían que era un hombre normal de unos cuarenta años, casado, con dos hijos, vivía en un piso corriente y además, en su juventud, había demostrado ser un estudiante realmente bueno, por eso estaba realizando su sueño: trabajar en la NASA.
   El proyecto en el que estaba involucrado consistía en investigar los efectos del calentamiento global y sus causas, en especial, el agujero en la capa de ozono. En este último objetivo era en lo que iban a invertir la mayor parte del dinero recibido. En la indagación partían de la teoría conocida por todo el mundo: el problema había sido causado por los aerosoles, las emisiones de los coches, los desechos de las industrias… Pero el hombre, reflexionando en su despacho (un lugar apacible de unos veinte metros cuadrados, con un escritorio, una estantería, una planta…) con su amigo y compañero James, llegó a tener la sospecha de que tenía que haber algún motivo más para esta gran catástrofe. El señor Johnson también opinaba lo mismo que él. Este llevaba con Juan Carlos trabajando poco más de diez años y la verdad es que casi siempre coincidían en sus opiniones; era de Nueva York, no estaba casado ni comprometido, aunque ya pasaba dos o tres años de los cuarenta, hay que decir que no era lo persona más atractiva, pero sí una de las más educadas y divertidas que alguien pueda conocer.
   La idea que un día se les había ocurrido a los dos directores, James y Juan Carlos, sobre el origen del enorme agujero encima de la Antártida podía tener algo de lógica. El equipo realizó unos estudios y unos cálculos: los resultados fueron asombrosos, pues demostraban que la acción humana por sí sola era prácticamente imposible  que pudiera provocar tal subida de la temperatura terrestre en tan poco tiempo. La noticia dio la vuelta al mundo: apareció en todos los periódicos, noticias de televisión y de radio… Pero a pesar de esto nadie llegó a creérsela totalmente, ni siquiera los compañeros que habían realizado las investigaciones con ellos dos. Todo esto tenía su motivo porque, ¿cuál iba a ser la causa sino era la acción del hombre?  Estos últimos hechos habían preocupado e intrigado a todo el  planeta, sobre todo a los trabajadores de la NASA: los encargados de resolver el misterio.
   Los cinco últimos habían sido unos meses de intenso trabajo para los investigadores, durante los que todo el mundo ajeno al proyecto se había olvidado ya del escabroso tema que, en su día, había recorrido el planeta. Los nuevos resultados  esta vez parecían mucho más importantes que la anterior pero sólo los conocían James Johnson y Juan Carlos. Al fin decidieron convocar una rueda de prensa para comunicar la información tan secreta tanto a los trabajadores como a los directivos de uno de los centros de investigación más importantes del mundo… Y también al resto de la Tierra. Pocas decenas de minutos más tarde la sala ya estaba llena de medios de todos los lugares imaginables, además de los integrantes  de la NASA. Ya no había ningún motivo para posponer más el acto y los dos compañeros, nerviosos, se dispusieron a dar la información. Las palabras empezaron a sonar. Excepto los dos protagonistas el resto de los asistentes estaba en silencio. La conclusión decía:
   ‘’El agujero en la capa de ozono no es creado por el ser humano, sino por unos extraterrestres que habitan un planeta a una distancia incierta de unos cientos de años luz. Para hacerlo utilizan unos rayos con un componente radioactivo. El astro que habitan tiene una temperatura de unos sesenta grados centígrados y quieren elevar la de nuestra esfera azul hasta que alcance esos valores. Tienen  el fin de que en estas condiciones no podamos vivir, por lo tanto nos extinguiremos y ellos podrán ocupar nuestro lugar.’’
   La consternación mundial fue muy grande y todos se pusieron en marcha para intentar frenar la destrucción, pero como lo hicieron y si lo consiguieron o no ya es otra historia.

Pablo Martínez Sánchez

martes, 12 de marzo de 2013

LA NOVATA, Noelia Fraga

 
LA NOVATA

   Acababa de llegar. Todo era diferente para Elise, ya que se acababa de mudar de Francia a España, a la ciudad de Córdoba. El dialecto de Andalucía era muy difícil para Elise, que tenía un español muy simple.
   Cursaba 4º de E.S.O y era su primer día en el nuevo instituto. Se sentía como un bicho raro, pues no tenía amigos y le costaba relacionarte porque no entendía a nadie.
   El primer día de clase, fue bastante bien, gracias a su tutora; cuando se dio cuenta de que era extranjera, comenzó a hablar más despacio para que la pudiera entender.
   El segundo día… fue un infierno para Elise. A diferencia de su tutora, una chica super agradable de unos 35 años, los otros profesores ignoraron completamente de dónde venía Elise, como sus compañeros de clase, que decidieron gastarle bromas durante todo el día a la “novata”.
   Rendida, cuando sonó la última campana del día, Elise se fue de aquel edificio que detestaba, mientras una pequeña lágrima salía de sus ojos azules verdosos y resbalaba por sus rojizos mofletes, hasta su barbilla, y terminó precipitándose al suelo.
   Llegó a su casa, y como una bala, subió las escaleras,  llegó a su cuarto y  se derrumbó, rodeada de lágrimas y sentimientos de desprecio, tristeza, decepción y marginación. No comió ni cenó y al día siguiente se despertó sin ganas ni de comer, ni de hablar, incluso ni de vivir. Su madre, desconocedora de lo ocurrido,  no entendía nada, debido a que desde el día que su marido y ella le dijeron la noticia, Elise estaba que no cabía en sí misma de la alegría que tenía dentro, pues le encantaba viajar y conocer culturas nuevas.
   Aún así, ese día fue al instituto.
   Aunque no era muy buen plan, en los recreos, Elise se encerraba en el baño y sacaba todos sus sentimientos fuera. Unos días lo hacía con papel y lápiz, otros con pañuelos, y a veces solo pensaba.
   Así transcurrió un mes de su vida, pero un día, todo cambió:
   —Hola
   —Hola
   —Me llamo Arturo, pero todo el mundo me llama Arty.
   —Yo me llamo Elise, y no me llama nadie.
   —Mientes. Seguro que una chica como tú tiene que tener a miles personas a sus pies.
   —Gracias por el cumplido, pero estás muy equivocado —dijo ella con una sonrisa en la cara.
   —Mis amigos se van, así que tengo que irme, pero cuando quieras hablar con alguien, acércate junto a mí.
   —Vale, gracias.
   —Chao
   —Chao.
   Elise estaba sonriendo como una tonta. Aquel chico se acercó a hablarle ¡acababa de hacer su primer amigo en aquel instituto!, y era bastante guapo, pensó ella.
   A partir de ese día, subió su autoestima, que le ayudó a todo:
   Con esa autoestima, tuvo el valor de hacer un curso para mejorar su español.
  Con esa autoestima, tuvo la fuerza para dejar a todos boquiabiertos, pues era muy inteligente.
  Y con esa autoestima que aquel chico le había dado con un poco de cariño, tuvo confiaza en sí misma, cosa que le faltara durante ese largo mes, y que le ayudó a no rendirse nunca más.

Noelia Fraga Pérez

domingo, 10 de marzo de 2013

[NO RECONOCÍA EL LUGAR...], María Peteiro


   No reconocía el lugar en el que me encontraba. Nunca había estado en un sitio así. No entendía cuál era mi función allí.
   Al parecer según el informe del médico, no se pudo hacer nada. El pequeño se había ido.
   Puedo contar lo que apenas recuerdo:
   Estaba en la estación con mi hermana esperando a mi tren, cuando de repente vimos a un niño que había perdido a su madre; el pequeño no sabía qué hacer, así que decidió colocarse en las traviesas del tren, jugando y soñando que era un maquinista. Acto seguido mi hermana y yo corrimos a sacarlo de allí. Había demasiada gente que parecía ocupada; en el intento de retirarlo de la pista fuimos empujadas (puesto que la gente caminaba a trompicones) y nos caímos cuando el tren llegaba. No recuerdo nada más.
   Al parecer, a mi hermana no le pasó nada y yo, en fin, estoy aquí entre estas cuatro paredes, desconocidas para mí.
   El niño aplastado por aquel tren imborrable de mi memoria, nos dejó.
   Lo más preocupante de todo es que he conseguido ver que el mundo no es lo que yo pensaba, la muchedumbre ocupada en un andén (como en mi caso) no es capaz  de ver el peligro que corre un niño al encontrarse solo en un lugar tan concurrido como una estación de tren.
María Peteiro Castro

viernes, 8 de marzo de 2013

EL TEXTO Y SUS TIPOS, Francisco Quintanilla


EL TEXTO Y SUS TIPOS


      El texto es una unidad de comunicación que puede ser oral o escrita (la mayoría de las veces es oral). Sus características son la autonomía semántica (expresa un mensaje con sentido completo) y la independencia, la propiedad por la cual en un texto están marcadas sus partes: punto de arranque, pausas, punto de cierre… En la oralidad, las pausas se representan con distintos tipos de silencios. En la escritura, los signos de puntuación representan las secciones del texto. Por ejemplo, la sangría es un espacio que marca el punto de arranque. Cada texto ha de tener sus características formales y estructurales de estilo. Por eso es muy importante producir textos con adecuación. La adecuación consiste en disponer de textos conforme a la finalidad que pretende. Dependiendo de la situación, hay textos formales, serios, informales… Los usos sociales determinan las reglas de adecuación. Los tipos de textos son: narrativo; cuenta hechos ficticios o reales que le ocurren a unos personajes o personas en un tiempo y lugar determinado, descriptivo; dibuja con palabras personas, animales, cosas…, dialogado; consiste en conversaciones con el intercambio de turno entre varios interlocutores, instructivo; muestra ordenadamente los pasos de un proceso, argumentativo; defiende mediante argumentos la postura del emisor con respecto a un tema y expositivo; presenta conocimientos o ideas de manera clara, precisa y ordenada. El fragmento de cualquier relato (una novela, una noticia, un chiste...) es un texto narrativo.

FRANCISCO QUINTANILLA

                                                                     
                                                                         

MODELO DE EXAMEN, La memoria de los seres perdidos


    Llevaban esperando cerca de veinte minutos, así que incluso habían conseguido aparcar, al quedarse un hueco libre cerca de donde estaban parados. Ahora, además, llevaban diez minutos en silencio, mirando fijamente la puerta del edificio. No es que todo estuviese dicho, pero no servía de nada dar vueltas y más vueltas a la misma conversación.
    Fue Miguel el que rompió el silencio nuevamente.
    —¿Y si hoy no sale?
    —Lo hace todos los días, descuida.
    Fue una coincidencia, pero acababa de decirlo cuando la vieron aparecer por el portal.
    Su madre.
    Petra Puigbó se detuvo tan sólo un par de segundos para saludar a una mujer que se le cruzó en dirección contraria.
    Luego siguió caminando a buen paso, hasta perderse por la primera esquina de la derecha, por el lado opuesto al que se encontraban ellos. Estela todavía no se movió del coche.
   Contó hasta diez.
   —Vamos —suspiró finalmente.
   Salieron los dos del coche y él lo cerró con el botón de la llave. Cruzaron la calzada y se metieron en el portal, vacío a esa hora. El ascensor los condujo al piso de los Lavalle. En menos de un minuto estaban en su interior.
    Sólo entonces los nervios de Estela empezaron a dispararse.
   —¿Por dónde empezamos? —preguntó Miguel.
   —Si hay algo, sólo puede estar en la mesa de mi padre o en la habitación de ellos.
   Le guió. Primero a la mesa de Armando Lavalle. No era exactamente un despacho, pero sí una mesa de oficina situada en la habitación multiuso, en la que igual se guardaban maletas que utensilios de limpieza en perfecto orden. Su padre solía guardar allí papeles y cosas referentes a su negocio, como por ejemplo alguna doble contabilidad o detalles escamoteables a Hacienda. Los cajones no estaban cerrados con llave.
   —Tú mira esos cajones —señaló Estela.
  Empezaron a abrirlos. No sabían exactamente qué buscaban. Lo único que pensaban era que si daban con algo, lo sabrían en cuanto lo vieran. En silencio, pasando páginas llenas de cifras, registraron minuciosamente la mesa, sin dejar nada al albur. Estela incluso buscó algún cajón secreto, algún compartimento oculto. No lo había.
   —Vamos a la habitación —dijo ella.
   Toda la noche estuvo pensando en que lo único que deseaba era no dar con nada, seguir igual. Toda la noche. Sólo que si era así... las dudas persistirían, a no ser que le preguntara directamente a su padre. Y eso era muy difícil.
    Tanto como hacerse aquella prueba de sangre que le pedía Ana Cecilia Mariani. Y si era verdad, si todo era verdad... ni siquiera sabía qué hacer.

  1. Sitúa este fragmento de La memoria de los seres perdidos en la historia. Explica por qué es relevante. [1,5] puntos]
  2. Tipos de oraciones compuestas. Escribe un texto valorativo sobre la novela de Jordi Sierra en el que emplees un ejemplo de cada tipo. Señálalos. [1,5 puntos]
  3. Desarrolla el tema:________________________________________________________________. [2 puntos]
  4. Explica en qué consiste la función DETERMINANTE. Localiza palabras en el texto que la desempeñen y caracterízalas morfológicamente. [1 punto]
  5. Haz un análisis arbóreo completo de las frases siguientes. [2 puntos]
  • La primera esquina de la derecha.
  • Alguna doble contabilidad o detalles escamoteables a Hacienda.
  1. Identifica el tipo de unidad y función desempeñada en la unidad superior por los elementos subrayados, siguiendo el modelo, línea 1 veinte, adjetivo numeral en función de DETERMINANTE de frase nominal. [2 puntos]

    **********************

    Ante la nutrida ausencia de afectados por un virus que exime de simulacros de incendios...
     

COMO LA VIDA MISMA, Alba Pérez Medín


COMO LA VIDA MISMA

     Ana y Luis eran una feliz pareja que llevaba años ahorrando para poder comprarse un piso y formar una familia. Ana era enfermera y Luis profesor.
     Su historia empezó en el instituto, cuando tenían catorce años. Aunque se conocían desde que eran pequeños; Luis se dio cuenta de que Ana le gustaba cuando empezaron a quedar y la conoció mejor. Pero no solo él estaba enamorado de Ana, porque Marcos, su mejor amigo, también lo estaba. Con el paso del tiempo Ana y Luis consiguieron estar juntos.
      Años después se casaron y alquilaron un pequeño apartamento mientras ahorraban para comprarse uno propio. Cuando reunieron el dinero suficiente para dar la entrada del piso decidieron dar el paso y, poco tiempo después de mudarse Ana se quedó embarazada. Los nueve meses transcurrieron y Ana dio a luz a un precioso niño llamado Hugo.
      Vivian con el dinero suficiente, pero les sobraba felicidad. Cuando Hugo tenía cinco años , Ana le iba a dar una hermana con el nombre de Elena; pero la crisis llegó a España y Ana , preocupada por si no podría mantener a sus hijos , cayó en una gran depresión . Pero a pesar de ésta, unos meses después nació Elena.
      Después de la baja por maternidad, llegó al hospital y su jefe le dijo que tenía que hablar con ella.
      —Ana, siento mucho lo que vas a oír,  pero con la que esta cayendo no tengo mas remedio…
      —¿Qué ha pasado? — le preguntó ella.
      —Supongo que sabrás que han hecho recortes en el sector de sanidad… Pues bien, tenemos que prescindir de treinta y siete empleados y siento comunicarte que tú estés entre ellos.
     La conversación siguió mientras Ana se iba hundiendo cada vez más en la depresión que aún la atenazaba.
     A la vez, en la otra punta de la ciudad, a Luis le comunicaban que le tendrían que reducir el sueldo y sacarle su paga extra de de Navidad.
    Con el tiempo las desgracias de la familia aumentaban. A Ana le descubrieron cáncer, a Luis le volvieron a reducir el sueldo y, al poco tiempo, se quedaron sin todo por lo que habían luchado. Estaban en la calle, ya no tenían casa. ¿Qué pasaría ahora con ellos? Y por desgracia esta situación la viven a diario miles de familias en España.
                                                                                          Alba Pérez Medín

jueves, 7 de marzo de 2013

MANERAS ESTÚPIDAS DE MORIR, Tangerine Kitty

27 DE DICIEMBRE, Sara Vicos



   27 de diciembre, un día aparentemente perfecto. Por fin había acabado la espera, había llegado el principio de nuestras vacaciones en los Alpes. Nos encantaba esquiar a los dos y este era el primer año que íbamos juntos como novios. Salimos temprano, quizá demasiado, pues aun era de noche. Metí las maletas en el maletero y me senté al volante. Ella ya estaba situada a mi lado. Nos miramos, sonreímos a la vez y arranqué sin esperar un segundo más.
   Anduvimos dos horas sin pronunciar una sola palabra. Se la veía ansiosa. Paré en una estación de servicio para desayunar. Yo tomé un sándwich de jamón york con queso, ella, sin embargo, solo bebió un vaso de leche. Puso la escusa de que con los nervios no era capaz a comer nada.
   Las otras cuatro horas pasaron lentamente, casi todo el tiempo en silencio salvo algún pequeño comentario sobre el paisaje o el tiempo. Parecía que nunca llegábamos a la montaña. Pero por fin lo vimos: un pequeño cartel con el nombre de un modesto hostal, en el que habíamos reservado una habitación para cinco días, los que deberían ser unos de los más felices de nuestras vidas. Los dos juntos y solos, rodeados de una inmensa capa blanca de una gélida nieve.
   Lo que quedaba de aquel esperado día lo utilizamos para deshacer la maleta, ver las instalaciones y descansar.
   Al día siguiente fuimos a la estación de esquí después de desayunar. Alquilamos unos esquís y todo el equipo necesario. Nos lo pusimos. Nos dimos un beso, nos cogimos de las manos y avanzamos. Pero cuando estábamos a punto de subir a la primera pista sucedió. Una avalancha de nieve nos sepultó y nos dejó inconscientes. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me desperté en una habitación desconocida con dos médicos a mi lado. Lo primero que pregunté fue dónde estaba mi amor, pero no hubo respuesta, ellos no lo sabían. Un  día después vino un agente para hacerme unas preguntas sobre lo sucedido pero yo no me acordaba de nada, Sofía aun estaba desaparecida. Tres días después, con un brazo escayolado salí del hospital. Llamé a un taxi y le indique que me llevara a la estación. Al principio se opuso. Me dijo que estaban buscando a una chica perdida y que nadie que no fuera de la policía se podía acercar. Cuando le conté todo lo sucedido el conductor cambió de parecer y me llevó todo lo cerca que pudo de la estación de esquí y aún así tuve que acabar el trayecto a pie pues el hielo y la nieve hacían imposible la circulación de los automóviles. Cuando llegué estaba todo vallado. Un montón de gente buscaba entren la nieve cuando de repente lo vi. Uno de los allí presentes grito y todos corrieron a ayudarle a sacar un cuerpo enterrado de la nieve. Era Sofía. Corrí a abrazarla. Su cuerpo estaba frío. Un hombre le tomo el pulso y bajo la cabeza con decepción. Estaba muerta. El amor de mi vida nunca volvería a decirme "te quiero”. Empecé a llorar.
   Y desperté. Estaba en el hospital. Ella estaba sentada en un sillón a  mi lado. Abrió los ojos y al ver que yo estaba despierto corrió a mi lado y me dijo “te quiero”.

 Sara Vicos

miércoles, 6 de marzo de 2013

12:45, Iria Rodríguez





   Dan las 12 de la noche en el reloj de Nuria, cuando ella lo contempla desde su cama. No puede dormir. Su habitación cerrada y sombría la aterroriza, y la presencia de una segunda respiración en su cuarto la paraliza. Sus padres trabajan, su hermano duerme en el primer piso, y ella solo puede aguzar el oído y ver qué pasará esa noche allí. El viento sacude las ventanas, la sonora tormenta amenaza con romper una de ellas. La lluvia se desliza por el tejado, y deja una leve gotera en uno de los balcones. La muchacha se pierde en el silencio, se levanta de cama, y decide encender la luz, pero no funciona debido a la tormenta. Torpemente busca una vela y un mechero. Lo encuentra, y puede ver a simple vista aquella terrorífica sala. En sus lados no hay nada. Ni detrás. Ni delante. Solamente su silencio inunda la casa. Un rayo ilumina tras la ventana, y aquella vela se derrite. Otra vez a solas en la noche. Se queda paralizada tras escuchar unos pasos que atraviesan el pasillo a toda velocidad. Decide salir de su cuarto, y explorar. Nada. No hay nadie ni nada. Baja al primer piso, y se acerca al cuarto de su hermano. Lentamente abre la puerta, y con una leve luz parpadeante que ilumina la cama de su hermano pequeño, entra en la sala. No hay nadie. Su hermano desapareció. La niña piensa que puede haber sido él quien atravesara el pasillo ruidosamente de un lado de la casa al otro, alcanzando y bajando las escaleras. Corre hacia el piso bajo en busca de su hermano, llamándolo continuamente, pero no obtuvo respuesta. Un escalofrío recorre su cuerpo, y un espejo colgado en el salón, cae rompiéndose en mil pedazos. Vuelve corriendo a su habitación terroríficamente asustada por todo lo ocurrido. Se tumba en la cama, y empieza a pensar. ¿Qué acababa de pasar? Miró el reloj nuevamente. Marcaba claramente las 12:45. Busca el teléfono para llamar a alguien y comunicarle lo ocurrido, pero el cable estaba cortado. Se precipita sobre la ventana y la intenta abrir. No lo consigue. Baja corriendo con todas sus fuerzas, y sus piernas tropiezan en cada rincón. La puerta principal tampoco se abre. Un nudo invade su garganta. Traga saliva, y busca más salidas posibles, pero todas, estaban cerradas. Una niebla inmensa atraviesa la casa de lado a lado, y salta la alarma anti incendios. Grita. Corre hacia su habitación de nuevo y la puerta se cierra sola tras ella. Una nítida luz a través de las ventanas pasa. Se asoma, y ve los faros de un coche antiguo y mal cuidado. El coche se detiene en un rincón de su trayecto, y la niña baja corriendo a abrazar a quien quiera que fuese, pues el temor le recorría de pies a cabeza. Una vez abajo, la puerta sigue cerrada, y era tal su impaciencia, que de una patada, la derribó. La niebla ya cubría la casa entera, y ella corría todo lo que sus piernas le permitían. Una vez llegada al coche, abrió la puerta, pero nadie permanecía en él. Se aleja a pequeños pasos marcha atrás, pero se tropieza, y cae al suelo. Unos pasos se acercan a ella con sigilo. Vienen de todas partes. Grita con todas sus fuerzas, pero nadie la oye. Solo ella vive esa tragedia, y nadie está allí para ayudarle. La adrenalina le recorre, y la respiración se le corta por los nervios. 12:45 AM. Nuria se despierta.

Iria Rodríguez

martes, 5 de marzo de 2013

LA MISTERIOSA CASA DE LA SEÑORA ANDREWS, Anxo López



LA MISTERIOSA CASA DE LA SEÑORA ANDREWS

   Las ventanas silbaban, el suelo crujía...había muchos ruidos a los que Laura debía acostumbrarse en su nueva casa. Ella estaba habituada a su tranquilo piso, en el que no ocurría nada fuera de lo normal, algún que otro ruido en la carretera, pero siempre eran coches o gente caminando mientras charlaba; en cambio, en la casa de la misteriosa señora Andrews, que a sus 78 años había decidido vender su casa y huir del pueblo sin dejar ningún rastro y sin darle explicaciones a nadie, era todo más extraño.
   Para Laura era duro dejar su casa y sus amigos atrás. Había terminado en la universidad y encontrado un trabajo casi de inmediato. Esa es la razón por la cual se mudó.
   El primer día no fue muy bueno debido a que los ruidos, la gente, el paisaje y el clima eran nuevos para ella, sobre todo los ruidos. Laura era muy miedosa, así que no fue fácil conciliar el sueño ya que escuchaba sonidos que nunca se había imaginado que existían.
   La mañana no empezaba demasiado bien, ya que el despertador no sonó a su hora y llegaba tarde al trabajo. El jefe la esperaba impaciente y la amonestó en cuanto la vio entrar. Decidió que cuando acabara el trabajo se iría a comer a la cafetería que había en la esquina ya que tenía buen aspecto. 
   Cuando por fin entró, la camarera la reconoció al instante.
   — ¿Tú eres la chica nueva del barrio, la que compró la casa de la señora Andrews, verdad?
   — Sí, soy yo. Qué sorpresa que ya me reconozcas, si apenas llevo un día aquí —dijo extrañada— pero bueno; soy Laura Peterson.
   — Yo soy tu vecina, vivo a tu lado, me llamo Amy Grey.
   — Pues encantada Amy —dijo Laura— y ya que estamos, ¿tú podrías contarme algo sobre la anterior dueña de mi casa?
   — ¿Sobre la señora Andrews?. Oh, sí, lo que quieras. Solía desayunar aquí, y a veces venía con un amigo suyo, cinco años mayor que ella más o menos. Era una mujer muy misteriosa y sólo se relacionaba con su amigo. Hasta que desapareció; ni su familia sabe qué le pasó, y a los dos días, ella vendió su casa y no se supo nada más.
   —¿Y su familia?
   — No tiene; dicen que fueron asesinados delante de ella cuando era una niña de 14 años, en tu actual casa.
   — ¿En mi casa?
   — Sí, imagínate los fantasmas que debe haber —dijo en tono burlón.
   — Boh, eso son mitos absurdos.
   — Yo no estaría tan segura.
   Cuando acabó de decir esas palabras, fue a atender a otros clientes y Laura de nuevo a su oficina, pero no se pudo concentrar mucho pensando en lo que pudo haber sucedido en su casa.
   Al fin llegó a casa, y lo que hizo fue inspeccionar la casa aprovechando que sólo tenía la cama, porque los de la mudanza aún no habían llegado, y hasta dentro de uno o dos días no lo harían. No encontró nada; polvo y muchas grietas. Llegó la noche y decidió irse a cama temprano, pero los nervios la tuvieron en vela y cuando por fin se estaba quedando dormida, oyó un tremendo crujido acompañado de una voz que pedía ayuda. Laura saltó de la cama como un muelle, pero no dio ni un paso, y cuando la voz desapareció volvió a la cama con los ojos como platos, piel de gallina y atemorizada. No durmió absolutamente nada en toda la noche. A la mañana cuando salió el sol, se atrevió a levantarse, pero bajó las escaleras con un palo que encontró en la habitación, no halló a nadie en la casa. Subió arriba de nuevo, se puso la ropa y salió a casa de la camarera del anterior día para contarle lo sucedido. Amy quedó sorprendida pero no supo qué responder. Estuvieron charlando y desayunando juntas, al parecer tenían cosas en común y se cayeron bien.
   Pasaron dos días y por fin llegaron los hombres de la mudanza. Había pasado esos dos días con miedo, pero no pasó nada raro. Laura les ofreció ayuda a los cuatro hombres que colaboraban en la mudanza, pero se negaron al observar su amabilidad. Al final se fue a dar una vuelta al nuevo barrio con Amy y les dejó las indicaciones de los muebles y de todo, pero de repente sonó un terrible grito que estremeció a todo el mundo. Laura vio cómo uno de los hombres salía corriendo de las escaleras del sótano y se sentaba en el jardín de la entrada, pálido como un muerto.
   — ¡¿Pero qué ha pasado!? —preguntaron todos en uno.
   —En el sótano... —dijo en tono que nadie oyó básicamente.
   —¡Continúa!
   — No os lo vais a creer pero... —dijo con el aliento recuperado— apareció un hombre con ropa vieja y destrozada, encharcado en sangre, y yo me asusté, pero él entonces se dio cuenta de que estaba allí. Pero cuando me di cuenta, ¡ese hombre medía más de dos metros! ¡Y de pronto, desapareció! En ese momento todos vieron cómo un ser de más de dos metros, con una ropa teñida de sangre, subía las escaleras de modo lento con un puñal; la cara era pálida, con tremendos cortes. Pero para sorpresa de todos llegó la señora Andrews y le plantó cara como si estuviera en su plena juventud. Ahora Laura lo entendía, él era el asesino y amigo de ella, por eso desaparecieron los dos. Cuando la señora Andrews se quiso dar cuenta, tenía el puñal entre el pecho y con un movimiento de brazo lanzó a los cuatro hombres de la mudanza que se habían puesto delante de Laura para defenderla. Ya había levantado el brazo para atravesar a Laura y de pronto... Laura saltó de la cama llena de sudor, como si le hubieran tirado agua por encima. Seguía en su piso, en la universidad, con sus compañeros cada uno en su cama. Todo había sido un sueño, pero más real de lo que parecía.


Anxo López

lunes, 4 de marzo de 2013

REBELIÓN, Gala Sánchez

   Un año más, todos los personajes de videojuegos, series, películas y libros se juntaban en la Convención de Análisis Cultural Infantil para hablar sobre cómo los niños pasan su tiempo libre.
   —Yo ya me he cansado de estar horas y horas encendido, y ver cómo los niños miran hipnotizados la pantalla, babeando y dándole a los botones como locos—dijo uno de los soldados del Call of Duty.
   —Yo todo lo contrario, me paso todos los días sin salir de las letras, la tapa de mi libro está empezando a tener polvo y sólo me sacan cuando me mandan leer en el colegio—explicó Drácula.
   —Me encantaría poder tomarme unas vacaciones temporales…—contestó Mario.
   —Y a mí que me conocieran por los libros, no por las películas…— dijo Gandalf.
   —Pues mira que simple, es cuestión de cambiarse—propuso Pac-Man.
   —¡Tiene razón!—contestaron otros personajes de videojuegos y libros al mismo tiempo—¿Votos en contra?—nadie dijo nada—¡Pues hagamos el papeleo!
   Cada uno sacó su tarjeta de identidad y cambió la categoría; los de videojuegos pasaron a ser parte de los libros y viceversa.

***
   —¿Has hecho los deberes?
   —¡Que síí…!
   —¿Seguro?
   —¡Sííí…! Me voy a jugar a la consola.
   —Pero no te vas a quedar hasta la diez, ¿verdad, Borja?
   —¡Que nooo…!—Encendió la consola rápidamente, e insertó el juego de The Legend of Zelda. En cuanto cargó, la pantalla empezó a parpadear y apareció un libro, con el texto debajo y cada vez que le daba a un botón pasaba una página.
   —¡¡Mamááááá!! La consola no funciona
  —Pues mira, mejor para ti, ahora puedes estudiar más.
   —Pero…hay que mandarla a arreglar, ¿no?
   —La mandaré…dentro de un mes.
   —¡Jolines…!
   —¿No tenías que ir a comprar ese libro que te han mandado leer?
   —¡Síííí…!
   —¿A qué esperas?
   Borja bajó las escaleras de su piso y cruzó la calle, la librería estaba en frente.
   —Hola, quería el libro de Romeo y Julieta—le dijo al dependiente.
   —Tengo varios, ¿de qué editorial lo quieres?
   —Quiero el más corto, por favor—dijo poniendo cara de cordero degollado. El dependiente suspiró, Borja le dio su billete y el vendedor el libro. Cuando el niño volvió a casa y abrió el libro, vio el dibujo de un Pac-Man en vez de letras. Todo el libro era igual.
   —Mamá, me han timado.
   —¿Qué?
   —Mira—la madre hojeó el libro y volvió a la librería hecha una furia.
   —¡Usted ha timado a mi hijo!—le dijo al dependiente
   —Yo…yo no…he hecho nada
   —¿Y qué es esto?—contestó la madre abriendo el libro.
   —No lo entiendo… Debe de haber un error de impresión… Espere aquí— el hombre corrió escaleras abajo, y, después de unos diez minutos, volvió con un lote enorme de libros—. Mire, señora, todos los libros están igual, salvo que… ¡vaya! algunos libros tienen un videojuego diferente…
   —Pues hable con la editorial, pero a mí devuélvame el dinero.
   —Por supuesto…—el dependiente abrió la caja registradora y sacó un billete para dárselo a la madre—hablaré con el responsable de esto.
   —Eso espero… ¡Que tenga un buen día! —y la madre se fue.
   De nuevo, el hombre resopló y cogió el teléfono para llamar a la editorial:
   —¿Si?
   —Buenas tardes, verá, es que mis libros tienen un fallo de impresión debido a que en ellos aparecen dibujos de videojuegos y no el texto correspondiente…
   —Es la decimoquinta llamada que tengo hoy diciendo lo mismo y no le puedo ayudar, al parecer, la impresora se ha estropeado y graba en los libros lo que ella quiere…
   —Entiendo…de todas formas, no quiero más libros que provengan de esta editorial.
   —El resto de las editoriales también tiene ese problema, no puedo hacer más, lo siento—y colgó.

***
   —Creo que esto se nos está yendo de las manos…llevamos casi un año así, la economía va a peor porque no se pueden vender libros sin textos y la mayoría de las tiendas de videojuegos han cerrado por nuestra culpa…—dijo Samus.
   —¿Crees que ya se habrán dando cuenta de nuestro mensaje?—preguntó Caperucita.
   —Eso creo, por lo menos, es lo que dicen en los programas de tertulia o como se llamen—respondió Samus.
   —¿Debemos pedir disculpas y explicarles nuestro propósito?—dijo un guitarrista del Guitar Hero
   —Sí…mandemos un comunicado por televisión…John, ¿te encargas tú?
   —Por supuesto—dijo el fantasma de Pac-Man
***
   —¡Qué asco…! No se puede jugar a videojuegos, tampoco leer…sólo queda la televisión.
   —Bueno, Borja, antes no había videojuegos, libros…ni siquiera televisión y la gente se lo pasaba bien—dijo su madre.
   En cuanto Borja encendió la televisión, un montón de personajes de libros y videojuegos aparecieron en ella:
   —Pedimos disculpas por todos los daños causados en vuestra economía y en vuestra sociedad…sólo queríamos enseñar que los videojuegos están bien, pero que hay otras cosas importantes que hacer en la vida y la lectura es una de ellas. Arreglaremos los desperfectos. Lo sentimos mucho…—Borja se quedó quieto, con la boca abierta.
   —Así que eran ellos…
   —Pues me parece bien, ya has aprendido que menos videojuegos y más libros, ¿verdad?—dijo su madre.
   —Sí, tienes razón…
***
   Los videojuegos quedaron inhabilitados durante un año, y sus personajes se quedaron en ese período de tiempo encerrados en una cárcel virtual mientras los niños comenzaban a comprar más libros y la economía volvía a la normalidad. Sin embargo, tras ver la tristeza en la que estaban los personajes de videojuegos, organizaron una protesta a favor de su liberación que fue obtenida con éxito.
   Tras esta revuelta tecnológica, el número de libros vendidos y el de videojuegos fueron muy parejos en los años siguientes… Esperemos que siga así.

Gala Sánchez

viernes, 1 de marzo de 2013

GUIOMAR, LA GAVIOTA, Uxía Castelos


GUIOMAR, LA GAVIOTA

   Un día, en Argentina, más concretamente en una playa situada en el Mar del Plata
nació una gaviota con casi todas sus plumas blancas. Digo casi todas, porque sólo tenía una
pluma negra que adornaba su cabeza entre las otras blancas. Esta gaviota recibió el nombre de Guiomar.
   Guiomar creció al cuidado de su madre Gloria, muy conocida por sus habilidades pesqueras. Su infancia fue corta, puesto que pronto aprendió a volar, lo que le llevó a aprender a pescar para poder comer. De todos modos no le importó mucho, se le daba bien la pesca, aprendió de su madre, y le encantaba el agua, así que no le importaba tener que pescar a diario.
   Pasaron días, meses e incluso algún año, y Guiomar crecía. Cada vez se parecía más a su madre. Las demás gaviotas envidiaban y admiraban su delicadeza al volar y su efectividad en la pesca. De momento su vida era feliz. Su madre estaba muy orgullosa de ella, tenía amigos con los que pescaba por las tardes y hasta le había echado el ojo a un macho bastante robusto y atractivo. Pero.., todo se acaba, ¿no?. Pues los buenos tiempos llegaban a su fin.
   Nadie se imaginaba que un barco petrolero acababa ya su viaje en la costa Argentina.
   Una tarde Guiomar y su mejor amiga Gala estaban pescando cerca de una rocas en las que se posaban para descansar. Gala estaba de pie en la roca mirando al horizonte, preocupada, algo le decía que el peligro acechaba. Mientras Guiomar se sumergía una y otra vez en busca de pescado, sin prestarle atención a Gala que había abierto mucho los ojos en muestra del terror que le inspiraba en gran barco petrolero que acercaba más y más a ellas. Cuando el barco estaba a dos metros apenas de las gaviotas Guiomar lo vio, y se puso a volar haciendo reaccionar a Gala, que escapó segundos antes de que el barco chocase contra las rocas haciendo un ruido atronador. Entonces fue cuando el agua comenzó a ponerse negra. Gala, presa del pánico y debido al fuerte viento, perdió el equilibrio y se precipitó al mar. Guiomar la vio, dio media vuelta y se lanzó en picado para ayudar a Gala. Las dos cayeron al agua. Todo era negro y pringoso, tenían que salir de allí. Gala nadaba en dirección contraria a la mancha negra, pero Guiomar intentó volar ignorando las miradas de su amiga que ya se había alejado. Fue una mala idea... Sus alas eran negras y no podía volar, buscó a Gala, pero no la vio, solo veía una mancha negra que se extendía más y más. Fue entonces cuando alguien la cogió del cuello y la sacó de allí. Guiomar estaba a salvo.
   Abrió los ojos, no sin esfuerzo, y vio a una chica de ojos marrones y pelo largo y castaño que se ondulaba ligeramente en sus hombros. La chica la cubrió con una toalla y la limpió con agua normal, no esa agua negra y pegajosa. Los negros ojos de la gaviota expresaban el miedo que sentía y los marrones ojos de la chica se llenaron de lágrimas mientras miraba a Guiomar y la empujaba contra su pecho.
   Gala llegó a la costa, agotada y manchada de negro. Gloria fue a socorrerla. Comenzó a llover.
   —¡Gala! Con la que está cayendo y vosotras por ahí...
   —Gloria... Guiomar... todo era oscuro... ¡tenía miedol Yo intenté que viniera, pero ... y
entonces no estaba...
   —Gala... -balbuceó Gloria- cálmate y dime donde está mi hija.
   Pasaron dos meses, a Guiomar la llevaron a una reserva natural en Chile y la estaban curando. Mientras tanto Gloria y Gala esperaban a la gaviota blanca y la buscaban en todos lados.
   Un día tres hombres con palos largos y plateados, que tenían una especie de peidrecitas brillantes en su interior se acercaron a la costa. En ese momento Gloria regresaba de una de sus búsquedas inútiles y recibió un disparo en el ala de unos de los palos. Cayó y cayó... hasta que tocó suelo y sus ojos se cerraron. Lo último que vio fue a unos hombres que venían en un coche con luces y agarraban a sus asesinos.
   Cuando se despertó estaba en un recinto cerrado, había gente a su alrededor, y su ala estaba vendada. Miró hacia todas partes y entonces.., la vio. En la pared había una foto, la de una pequeña gaviota blanca con una pluma negra en la cabeza, ¡Era Guiomar! iEstaba allí! Agarraron a Gloria, pero esta se resistió. Luego la soltaron en una playita.
   Entonces la vio. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Gritó su nombre mientras corría a su encuentro. Guiomar se dio la vuelta y vio a su madre. Las lágrimas salían de sus ojos. El reencuentro fue emotivo y cariñoso.
   Gloria sanó pronto. Las dos gaviotas, madre e hija emprendieron un viaje de vuelta a casa. Pero esa... ya es otra historia.

UXÍA CASTELOS MEDIN