MAX. — Vamos a seguir viendo cuadros.
TOMÁS.— (Perplejo ante el silencio de TULIO.) Sí... Sí. (Mira al libro.) Vermeer... (Se entusiasma de nuevo.) Por cierto, hay algo muy curioso en esta pintura. Esta lámpara holandesa es casi idéntica a la de otra tabla famosa y muy anterior. (Busca en el libro.) Una tablita de Van Eyck... El retrato de un matrimonio.
TULIO.— (Entre dientes.) Arnolfini.
MAX.— No es italiano, Tulio. Es flamenco.
TULIO. — (Fastidiado.) ¡Arnolfini y su esposa! Está en la Galería Nacional de Londres. Pero me callo, me callo. (Se engolfa, al parecer, en su libro.)
TOMÁS.— Sí, es ése. Y aquí lo tenemos. ¡Mirad! (Compara una y otra página.) Se diría la misma lámpara.
MAX— ¿Y si fuera la misma?
TOMÁS. ¿A tres siglos de distancia? No. Vermeer copió la de Van Eyck... o coincidió misteriosamente, pues es muy improbable que conociese este cuadro.
TULIO— ¡Cuánta imaginación! Esas dos lámparas se parecen como tú y yo.
TOMÁS— ¡Son casi iguales! Míralas.
TULIO. No me hace falta. En la de Vermeer, brazos delgados, cuerpo esférico; en la del flamenco, brazos anchos y calados, cuerpo cilíndrico...
TOMÁS.— Pequeñas diferencias...
TULIO.— Y una gran águila de metal corona la de Vermeer. ¿O me equivoco? (Silencio.)
TOMÁS. Creo que... no.
TULIO. Por consiguiente, ninguna coincidencia misteriosa.
ASEL— Tu memoria es admirable, Tulio. (Tulio se encoge de hombros.)
ANTONIO BUERO VALLEJO, La Fundación, Austral, Madrid, pp. 86-87.
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