La tradición cuenta que una vez, en los tiempos antiguos de las primeras
peregrinaciones a Compostela, cuatro salteadores de los caminos del
Apóstol fueron a caer en manos de la justicia de A Póboa do Caramiñal,
desviados por error de la ruta jacobea. El regidor local, Juan de
Linares, estaba muy enfermo y su familia había comprado ya ataúd y
hábito mortuorio para él. Ofrecido devotamente al santo, curó
rápidamente y, agradecido, acudió a presidir la procesión anual vestido
con el hábito preparado para su muerte y con el féretro.Delante del
pueblo, hizo profesión de fe y perdonó la pena de muerte de los cuatro
condenados que esperaban ejecución, por la necesidad legal de que el
regidor debía presenciar el cumplimiento de la sentencia. Desde
entonces, existen los nazarenos y las mortajas de esta villa marinera de Galicia.
Nos encontramos ante una tradición que se manifiesta de forma muy similar en otras romerías gallegas como la de Santa Marta de Ribarteme, en As Neves, el Santo Cristo de Xende o los Milagros de Amil. Carmelo Lisón, en su libro De la estación del amor al diálogo con la muerte, se refiere a estas procesiones como “una alegoría de lo que somos y una metonimia de lo que pronto seremos”As Neves, el Santo Cristo de Xende o los Milagros de Amil.
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