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viernes, 24 de octubre de 2014

EL PRIMER VUELO DEL JILGUERO



Aún no me había acostumbrado a la vida en el nido, cuando mi madre me despertó una mañana , junto con mis hermanos y nos dijo que echáramos a volar. Mis hermanos no eran muy agradables, ni tampoco mi madre.


Estaba muy asustado , pues no sabía qué hacer. Había observado muchas veces a los demás pájaros cuando desplegaban sus alas, y como por arte de magia se elevaban en el cielo. Pero tenía verdadero terror al pensar en caerme. Uno tras otro mis hermanos planearon sobre mi cabeza. Sin embargo, cuando fue mi turno, el miedo hizo que cayese sobre unas ramas, que si no fuera porque el azar quiso que me sujetasen, no contaría el cuento que ahora relato. Desconsolado, dolorido y humillado por las burlas de mi madre y mis hermanos, decidí seguir a pie por el bosque. Tenía mucho miedo, ya que había diversos animales mucho más grandes que yo, ante los que me encontraba indefenso. De repente el sonido de un canto familiar me llegó a los oídos como verdadera música. Sí, era el canto de un jilguero, quizá él me ayudaría. Avancé rápidamente entre los matorrales y vi a uno no, sino montones de pájaros con el inconfundible plumaje rojo, negro, amarillo, marrón y el antifaz de los jilgueros, pero tan solo uno hablaba, era más grande y mayor que los que lo rodeaban que eran de mi edad. Aquella pequeña comunidad me recibió abiertamente eran muy agradables e inteligentes, sobre todo el mayor, que escuchaba nuestros problemas. Cuando oí, que les instruía para su primer vuelo, no dudé en quedarme, nos relataba historias de pájaros de todas las especies que volaban, historias de humanos que fracasaban al intentar imitarnos, de Ícaro, el hombre que se quemó con la luz del sol, al volar imitando a los pájaros. Entre otras muchas más historias y anécdotas, nos dijo que los pájaros estábamos hechos para volar, y que si no lo intentábamos o fallábamos por miedo, era que no lo habíamos intentado de verdad. Después de muchos intentos y moratones, se reunió conmigo durante la noche, y me contó la única historia de la que no era protagonista un pájaro. Me habló de un lugar cercano al bosque al que la única manera de acceder, era volando "No es comparable con nada que hayas visto" prosiguió "Es igual que un bello espejo, en el que nos vemos de verdad, una superficie lisa que podemos atravesar, un portal a otro mundo..." Quedé tan embelesado con sus palabras que a la mañana siguiente, me levanté con el sol, respiré hondo, cerré los ojos, y me dejé caer. Cuando los abrí, recorría el espacio a pocos metros del suelo, con una sensación indescriptible, me elevé más alto, entre árboles y árboles, me sentía libre y con fuerzas. Y entonces lo vi, el espejo, el portal a otro mundo, más bonito que en la descripción del jilguero viejo. No lo pensé dos veces... volé y volé... sin saber a dónde... simplemente... volé.

                                                                                              Julia Nieto Mantiñán 2º ESO

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