GUIOMAR, LA GAVIOTA
Un día, en Argentina, más concretamente en una playa situada en el Mar del Plata
nació una gaviota con casi todas sus plumas blancas. Digo casi todas, porque sólo tenía una
pluma negra que adornaba su cabeza entre las otras blancas. Esta gaviota recibió el nombre de Guiomar.
Guiomar creció al cuidado de su madre Gloria, muy conocida por sus habilidades pesqueras. Su infancia fue corta, puesto que pronto aprendió a volar, lo que le llevó a aprender a pescar para poder comer. De todos modos no le importó mucho, se le daba bien la pesca, aprendió de su madre, y le encantaba el agua, así que no le importaba tener que pescar a diario.
Pasaron días, meses e incluso algún año, y Guiomar crecía. Cada vez se parecía más a su madre. Las demás gaviotas envidiaban y admiraban su delicadeza al volar y su efectividad en la pesca. De momento su vida era feliz. Su madre estaba muy orgullosa de ella, tenía amigos con los que pescaba por las tardes y hasta le había echado el ojo a un macho bastante robusto y atractivo. Pero.., todo se acaba, ¿no?. Pues los buenos tiempos llegaban a su fin.
Nadie se imaginaba que un barco petrolero acababa ya su viaje en la costa Argentina.
Una tarde Guiomar y su mejor amiga Gala estaban pescando cerca de una rocas en las que se posaban para descansar. Gala estaba de pie en la roca mirando al horizonte, preocupada, algo le decía que el peligro acechaba. Mientras Guiomar se sumergía una y otra vez en busca de pescado, sin prestarle atención a Gala que había abierto mucho los ojos en muestra del terror que le inspiraba en gran barco petrolero que acercaba más y más a ellas. Cuando el barco estaba a dos metros apenas de las gaviotas Guiomar lo vio, y se puso a volar haciendo reaccionar a Gala, que escapó segundos antes de que el barco chocase contra las rocas haciendo un ruido atronador. Entonces fue cuando el agua comenzó a ponerse negra. Gala, presa del pánico y debido al fuerte viento, perdió el equilibrio y se precipitó al mar. Guiomar la vio, dio media vuelta y se lanzó en picado para ayudar a Gala. Las dos cayeron al agua. Todo era negro y pringoso, tenían que salir de allí. Gala nadaba en dirección contraria a la mancha negra, pero Guiomar intentó volar ignorando las miradas de su amiga que ya se había alejado. Fue una mala idea... Sus alas eran negras y no podía volar, buscó a Gala, pero no la vio, solo veía una mancha negra que se extendía más y más. Fue entonces cuando alguien la cogió del cuello y la sacó de allí. Guiomar estaba a salvo.
Abrió los ojos, no sin esfuerzo, y vio a una chica de ojos marrones y pelo largo y castaño que se ondulaba ligeramente en sus hombros. La chica la cubrió con una toalla y la limpió con agua normal, no esa agua negra y pegajosa. Los negros ojos de la gaviota expresaban el miedo que sentía y los marrones ojos de la chica se llenaron de lágrimas mientras miraba a Guiomar y la empujaba contra su pecho.
Gala llegó a la costa, agotada y manchada de negro. Gloria fue a socorrerla. Comenzó a llover.
—¡Gala! Con la que está cayendo y vosotras por ahí...
—Gloria... Guiomar... todo era oscuro... ¡tenía miedol Yo intenté que viniera, pero ... y
entonces no estaba...
—Gala... -balbuceó Gloria- cálmate y dime donde está mi hija.
Pasaron dos meses, a Guiomar la llevaron a una reserva natural en Chile y la estaban curando. Mientras tanto Gloria y Gala esperaban a la gaviota blanca y la buscaban en todos lados.
Un día tres hombres con palos largos y plateados, que tenían una especie de peidrecitas brillantes en su interior se acercaron a la costa. En ese momento Gloria regresaba de una de sus búsquedas inútiles y recibió un disparo en el ala de unos de los palos. Cayó y cayó... hasta que tocó suelo y sus ojos se cerraron. Lo último que vio fue a unos hombres que venían en un coche con luces y agarraban a sus asesinos.
Cuando se despertó estaba en un recinto cerrado, había gente a su alrededor, y su ala estaba vendada. Miró hacia todas partes y entonces.., la vio. En la pared había una foto, la de una pequeña gaviota blanca con una pluma negra en la cabeza, ¡Era Guiomar! iEstaba allí! Agarraron a Gloria, pero esta se resistió. Luego la soltaron en una playita.
Entonces la vio. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Gritó su nombre mientras corría a su encuentro. Guiomar se dio la vuelta y vio a su madre. Las lágrimas salían de sus ojos. El reencuentro fue emotivo y cariñoso.
Gloria sanó pronto. Las dos gaviotas, madre e hija emprendieron un viaje de vuelta a casa. Pero esa... ya es otra historia.
UXÍA CASTELOS MEDIN
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