Llevaban
esperando cerca de veinte minutos, así que incluso habían
conseguido aparcar, al quedarse un hueco libre cerca de donde estaban
parados. Ahora, además, llevaban diez minutos en silencio, mirando
fijamente la puerta del edificio. No es que todo estuviese dicho,
pero no servía de nada dar vueltas y más vueltas a la misma
conversación.
Fue
Miguel el que rompió el silencio nuevamente.
—¿Y
si hoy no sale?
—Lo
hace todos los días, descuida.
Fue
una coincidencia, pero acababa de decirlo cuando la
vieron aparecer por el portal.
Su
madre.
Petra
Puigbó se detuvo tan sólo un par de segundos para saludar a una
mujer que se le cruzó en dirección contraria.
Luego siguió
caminando a buen paso, hasta perderse por la primera esquina de la
derecha, por el lado opuesto al que se encontraban ellos. Estela
todavía no se movió del coche.
Contó
hasta diez.
—Vamos
—suspiró finalmente.
Salieron los dos del coche y él lo cerró con el botón
de la llave. Cruzaron la calzada y se metieron en el portal, vacío a
esa hora. El ascensor los condujo al piso de los Lavalle. En menos de
un minuto estaban en su interior.
Sólo
entonces los nervios de Estela empezaron a dispararse.
—¿Por
dónde empezamos? —preguntó Miguel.
—Si
hay algo, sólo puede estar en la mesa de mi padre o en la habitación
de ellos.
Le
guió. Primero a la mesa de Armando Lavalle. No era exactamente un
despacho, pero sí una mesa de oficina situada en la habitación
multiuso, en la que igual se guardaban maletas que utensilios de
limpieza en perfecto orden. Su padre solía guardar allí papeles y
cosas referentes a su negocio, como por ejemplo alguna doble
contabilidad o detalles escamoteables a Hacienda. Los cajones no
estaban cerrados con llave.
—Tú
mira esos cajones —señaló Estela.
Empezaron a abrirlos. No sabían exactamente qué
buscaban. Lo único que pensaban era que si daban con
algo, lo sabrían en cuanto lo vieran. En silencio, pasando páginas
llenas de cifras, registraron minuciosamente la mesa, sin dejar nada
al albur. Estela incluso buscó algún cajón secreto, algún
compartimento oculto. No lo había.
—Vamos
a la habitación —dijo ella.
Toda
la noche estuvo pensando en que lo único que deseaba era no
dar con nada, seguir igual. Toda la noche. Sólo que si era así...
las dudas persistirían, a no ser que le preguntara directamente a su
padre. Y eso era muy difícil.
Tanto
como hacerse aquella prueba de sangre que le pedía Ana Cecilia
Mariani. Y si era verdad, si todo era verdad... ni siquiera sabía
qué hacer.
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- Tipos de oraciones compuestas. Escribe un texto valorativo sobre la novela de Jordi Sierra en el que emplees un ejemplo de cada tipo. Señálalos. [1,5 puntos]
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- La primera esquina de la derecha.
- Alguna doble contabilidad o detalles escamoteables a Hacienda.
- Identifica el tipo de unidad y función desempeñada en la unidad superior por los elementos subrayados, siguiendo el modelo, línea 1 veinte, adjetivo numeral en función de DETERMINANTE de frase nominal. [2 puntos]**********************Ante la nutrida ausencia de afectados por un virus que exime de simulacros de incendios...
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