OZONO
Este catorce de enero no era un lunes normal para Juan Carlos, puesto que el día anterior había recibido un comunicado que le informaba de que su proyecto había sido subvencionado con una beca. Él era uno de los científicos más prestigiosos de la NASA y además ocupaba un puesto importante en el equipo de investigación que había recibido tal cantidad de dinero, para ser concretos 200.000 $. Por lo tanto estaba enormemente entusiasmado con la noticia. Sus conocidos decían que era un hombre normal de unos cuarenta años, casado, con dos hijos, vivía en un piso corriente y además, en su juventud, había demostrado ser un estudiante realmente bueno, por eso estaba realizando su sueño: trabajar en la NASA.
El proyecto en el que estaba involucrado consistía en investigar los efectos del calentamiento global y sus causas, en especial, el agujero en la capa de ozono. En este último objetivo era en lo que iban a invertir la mayor parte del dinero recibido. En la indagación partían de la teoría conocida por todo el mundo: el problema había sido causado por los aerosoles, las emisiones de los coches, los desechos de las industrias… Pero el hombre, reflexionando en su despacho (un lugar apacible de unos veinte metros cuadrados, con un escritorio, una estantería, una planta…) con su amigo y compañero James, llegó a tener la sospecha de que tenía que haber algún motivo más para esta gran catástrofe. El señor Johnson también opinaba lo mismo que él. Este llevaba con Juan Carlos trabajando poco más de diez años y la verdad es que casi siempre coincidían en sus opiniones; era de Nueva York, no estaba casado ni comprometido, aunque ya pasaba dos o tres años de los cuarenta, hay que decir que no era lo persona más atractiva, pero sí una de las más educadas y divertidas que alguien pueda conocer.
La idea que un día se les había ocurrido a los dos directores, James y Juan Carlos, sobre el origen del enorme agujero encima de la Antártida podía tener algo de lógica. El equipo realizó unos estudios y unos cálculos: los resultados fueron asombrosos, pues demostraban que la acción humana por sí sola era prácticamente imposible que pudiera provocar tal subida de la temperatura terrestre en tan poco tiempo. La noticia dio la vuelta al mundo: apareció en todos los periódicos, noticias de televisión y de radio… Pero a pesar de esto nadie llegó a creérsela totalmente, ni siquiera los compañeros que habían realizado las investigaciones con ellos dos. Todo esto tenía su motivo porque, ¿cuál iba a ser la causa sino era la acción del hombre? Estos últimos hechos habían preocupado e intrigado a todo el planeta, sobre todo a los trabajadores de la NASA: los encargados de resolver el misterio.
Los cinco últimos habían sido unos meses de intenso trabajo para los investigadores, durante los que todo el mundo ajeno al proyecto se había olvidado ya del escabroso tema que, en su día, había recorrido el planeta. Los nuevos resultados esta vez parecían mucho más importantes que la anterior pero sólo los conocían James Johnson y Juan Carlos. Al fin decidieron convocar una rueda de prensa para comunicar la información tan secreta tanto a los trabajadores como a los directivos de uno de los centros de investigación más importantes del mundo… Y también al resto de la Tierra. Pocas decenas de minutos más tarde la sala ya estaba llena de medios de todos los lugares imaginables, además de los integrantes de la NASA. Ya no había ningún motivo para posponer más el acto y los dos compañeros, nerviosos, se dispusieron a dar la información. Las palabras empezaron a sonar. Excepto los dos protagonistas el resto de los asistentes estaba en silencio. La conclusión decía:
‘’El agujero en la capa de ozono no es creado por el ser humano, sino por unos extraterrestres que habitan un planeta a una distancia incierta de unos cientos de años luz. Para hacerlo utilizan unos rayos con un componente radioactivo. El astro que habitan tiene una temperatura de unos sesenta grados centígrados y quieren elevar la de nuestra esfera azul hasta que alcance esos valores. Tienen el fin de que en estas condiciones no podamos vivir, por lo tanto nos extinguiremos y ellos podrán ocupar nuestro lugar.’’
La consternación mundial fue muy grande y todos se pusieron en marcha para intentar frenar la destrucción, pero como lo hicieron y si lo consiguieron o no ya es otra historia.
Pablo Martínez Sánchez
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