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domingo, 9 de abril de 2023

LOS CAMPOS NAZIS

 

Los campos nazis, Enciclopedia del Holocausto.

SARE & LARUN

 


    Sare (Sara en euskera y castellano) es un pequeño pueblo en el corazón del País Vasco Francés, no muy lejos de la frontera. En sus calles, siempre bajo la imponente figura del macizo de Larrún, se alzan orgullosas algunas de las mejores casonas vascas que podáis imaginar, con sus características fachadas repletas de vigas de madera. En este artículo os enseñamos qué ver tanto en el pueblo como en sus alrededores, los cuales están repletos de posibilidades.
 
 

  El tren de La Rhune

9.161 PRESOS ESPAÑOLES EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS

 


Guiomar Huguet Pané, Los 9.161 presos españoles en los campos de concentración nazis, National Geographic, 18 de agosto de 2021. 
 
 
Españoles deportados y fallecidos en campos de concentración nazis, Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática

sábado, 8 de abril de 2023

EL GOBIERNO TÍTERE DE VICHY DURANTE LA OCUPACIÓN. LA TARJETA VERDE.

 



    Las últimas semanas te ponía la emisión de Vichy y ya no te enterabas, como cuando dijeron que habían deportado a cinco mil judíos de París en su campaña para purificar la nación de posibles amenazas. 
 
    EDURNE PORTELA, Maddi y las fronteras, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023, p. 108. 

GUILLERMO ALTARES, La redada con la que comenzó el Holocausto en Francia, El País, 24/05/2021.

DE OIARTZUN A SARE

 






De Oiartzun a Sare

NAZIS EN EL BIDASOA

 


Nazis en el Bidasoa from morgancrea on Vimeo.

viernes, 7 de abril de 2023

MARÍA JOSEFA SANSBERRO, UNA VIDA EN LA RESISTENCIA



    María Josefa Sansberro Etxeberria (Maddi) nació el 22 de septiembre de 1895 en el caserío Berrondo de Ugaldetxo, segunda de los cinco retoños de Lucio y María Lorenza. 

   En 1900 la familia se mudó a Senpere (Lapurdi) y en 1918 se casó en Azkaine con Nicolas Perul. Se separaron en 1930 y se volvió a casar en 1938 con Pierre Nicolas, natural de Uztaritze, barbero de Sara. Éste era propietario del hotel Sant Ignace y el restaurante Chez Nicolas en el alto de Santinazio —estación del pequeño tren de Larrun—, donde trabajaba Maddi. Nicolas tenía un hijo adoptivo, Lucien, a quien también adoptó Maddi cuando se casó.

   Los nazis alemanes llegaron en junio de 1940 a Sara y el pueblo quedó en zona ocupada. El alto de Santinazio está en la frontera con Nafarroa y los soldados se situaron allí, en el hotel de Maddi.

   En 1941, María Josefa enviudó y en 1942 envió a su hijo al internado de curas de Uztaritze. Tras ello, en junio, comenzó a participar en la red O R A (Organisation de résistence de l'Armée), organizada por Charles de Gaulle desde Londres. O R A vigilaba los movimientos de los soldados nazis y pasaba la información a los aliados. Sansberro fue agente P2, esto es, era liberada y tenía el cargo de subteniente. Sansberro también participó en más redes de la resistencia: Comete, Nivetle de Bidasoa, Democratie...

   Ayudó a pasar la frontera a soldados aliados y a judíos. Realizó estos trabajos hasta junio de 1944, cuando la detuvieron tras el desembarco de los aliados en Normandía. 

   Tras quedar libre la primera vez que fue detenida, la volvieron a detener tras la denuncia de un vecino de Sara, el 8 de junio en su hotel, junto a su prima Marie Jeanne Etxeberria. 

   Primero, las llevaron a Villa Pardo (Hendaia), donde los nazis torturaban a los detenidos. Luego, las llevaron a Burdeos y desde allí, a Alemania. El Tren Fantasma tardó 58 días en llegar a Dachau, con 700 presos dentro. 

   En Dachau, estuvieron dos días dentro de la cámara de gas pero el mecanismo no funcionaba y los nazis no consiguieron arreglarlo. Por ello, las llevaron en tren al norte de Alemania, al campo de concentración de Ravensbruck. Desde allí, la llevaron a Saschsenhausen, a las afueras de Berlín, una gran zona industrial, donde Sansberro fue una de las mujeres presas llevada a realizar trabajos forzados. María Josefa tuvo que trabajar en la empresa Pertrix, haciendo linternas y baterías. «Vivían en muy malas condiciones». 

   No se sabe exactamente cuándo murió Maddi, aunque la fecha oficial sea el 13 de noviembre de 1944. Fue tal la aportación que hizo a la Resistencia que tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno francés le otorgó el título Mort pour la France;  el general Charles de Gaulle le concedió la Medalla Roja al Mérito y el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower la Medalla de la Libertad.

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MADDI [MARÍA JOSEFA SANSBERRO ECHEVARRÍA]


   María Josefa Sansberro Echeverría (Maddi), de nombre de casada María Josefa Nicolás (Oiartzun, Gipuzkoa 22 de septiembre de 1895 - Sachsenhausen, Alemania 13 de noviembre de 1944). Comprometida con la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial y única mujer nacida en Oiartzun que murió en un campo de concentración nazi.

VIDA 

   María Josefa tenía una hermana llamada Juana Josefa (Joxepa). Para distinguirlas, emplearon Maddi como nombre familiar. Fue la segunda de cinco hermanos, nacida en el caserío Berrondo del barrio Ugaldetxo de Oiartzun.

   Su madre, Lorenza Etxeberria Bereau, originaria de Arantza (Aranaz) [Navarra], nació el 7 de octubre de 1868. 

   El padre, Lucio Susperregui, carecía de segundo apellido, por haber sido abandonado y recogido (de misericordia, indica su ficha) como expósito en San Sebastián. La familia Sansberro-Arbelaiz, de la finca Txokua, lo adoptó a la edad de ocho años. En el año 1900, la familia se traslada a Semper (Lapurdi) Saint-Pée-sur-Nivelle].

   El 30 de julio de 1918 Maddi se casa el 30 de julio de 1918 con Nikolas Perul, carpintero de Zibur [Ciboure] en Ascain [Francia]. Según consta al margen del acta de matrimonio, el 15 de octubre de 1931, a la edad de 36 años, María Josefa Sansberro Echeverría y Nicolás Perul se separaron. Sin embargo, en el registro de Ziburu la fecha es otra: 3 de marzo de 1930. Durante los trece años de matrimonio no tuvieron hijos. 

   Maddi se casó por segunda vez el 26 de enero de 1938, a la edad de 42 años, con Pierre, alias Louis, Nicolas, 17 años mayor que ella. Pierre nació en Uztaritza y era peluquero de Sara. Era el dueño de la posada en San Ignacio, en la que trabajaba Maddi. 

   Nicolas tuvo un hijo adoptivo, Cyrin Lucien Nicolas, nacido el 23 de mayo de 1930 y fallecido el 27 de diciembre de 2008 en San Martín de Seignax

COLABORACIÓN CON LA RESISTENCIA

   Los nazis alemanes ocuparon Sara en junio de 1940. El estratégico puerto fronterizo de montaña de San Ignacio motivó que los soldados nazis se apostaran en la posada de Maddi. 

   Maddi se convierte en la responsable del hotel al morir su marido en 1941. En 1942, tras enviar a su hijo a un internado regido por sacerdotes, empezó a participar en la red ORA (Organisation de résistance de l'Armée) en junio. 

   Esta red fue organizada por Charles de Gaulle desde Londres. El grupo ORA monitoreaba los movimientos de los soldados nazis y transmitía la información que recibían a los Aliados. 

   María Josefa Sansberro era agente de la P2, fue liberada y ocupó el cargo de subteniente. Junto con su colega y prima Marie-Jeanne Echeverria, Maddi también estuvo involucrada con más redes de resistencia, incluidas Comète, Nivelle de Bidasoa con Shelburn, Isole, Vaudevire Tartane-Masséna y Democratie. Estas colaboraciones habrían comenzado alrededor de 1940. 

   Maddi fue una mujer valiente y, sobre todo, una mujer avanzada a su tiempo. 

  Lideraba su propia organización, que funcionaba bien. Además de otros trabajos, ayudó a soldados aliados y a familias judías a cruzar la frontera. Nunca perdió a nadie en el camino. 

   El 6 de junio de de 1944 comenzó el desembarco aliado en Normandía. Dos días después, Maddi fue detenida junto a otras 30 personas, incluida su prima Marie-Jeanne Etxeberría. 

 

DEPORTACIÓN A UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN NAZI 

   Tras su detención, fueron trasladadas a Villa Pardo en Hendaya, donde fueron torturadas por los nazis . De allí, el 10 de junio, fue llevado al Chateau du Hâ en Burdeos, habilitado como cárcel. El 9 de agosto de 1944 fueron subidas al llamado Tren Fantasma en Toulouse y llevadas al campo de concentración de Dachau en Alemania. 

   Llegaron a Dachau el 28 de agosto de 1944 y allí a Maddi le tatuaron el número de registro de preso 93869. 

   De los 750 prisioneros que iniciaron el viaje, solo 536 llegaron a Dachau. 

  María Josefa y Marie-Jeanne fueron llevadas al campo de mujeres de Ravensbrück. Luego fueron enviadas a Neuengammer y finalmente al campo de Oranienburg-Sachsenhausen. Maddi murió allí el 13 de noviembre de 1944. 

CONDECORACIONES 

   Por su contribución a la resistencia, el gobierno francés le otorgó el título de Mort pour la France

   El general Charles de Gaulle le concedió la Medalla Roja al Mérito.

   Dwight D. Eisenhower, Medalla de la Libertad del presidente de EE. UU. 

  Siendo la única vecina de Oiartzún asesinada en un campo de concentración y, con el objetivo de no olvidar la historia, recibió un homenaje en su municipio el 13 de noviembre de 2021.

   El 8 de mayo de 2021, para elogiar la participación activa en la resistencia, el pueblo de Sara agregó una mención adicional al War Memorial en el pueblo. Se añadió a su nombre la descripción Resistancee, Sous-Lieutenant FFC-Morte pour la France.

 Información recogida de la Wikipedia.

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miércoles, 18 de mayo de 2022

MUJERES SOLAS EN LA OSCURIDAD, BP



 

   El 11 de febrero de 1963, la escritora Sylvia Plath entró de madrugada en el dormitorio de sus hijos y puso dos vasos de leche caliente junto a las camas; después fue a la cocina, selló los cercos de las puertas y ventanas con esparadrapo, abrió el gas y metió la cabeza dentro del horno. A las nueve y media la encontraron muerta. Ahora, justo 35 años después, su marido, el poeta Ted Hughes, acaba de publicar el libro Birthday letters, en el que relata sus años junto a ella y que ha sido recibido como una obra maestra en Inglaterra. Entre las frases con que la obra de Hughes ha sido aclamada por la crítica del Reino Unido -citadas en su crónica por la corresponsal de EL PAÍS Isabel Ferrer- hay una que llama especialmente la atención: "Por fin -escribía Erica Wagner en The Times- el relato de su trágico amor está completo". Es una opinión extraña, si tenemos en cuenta que la parte más sórdida de la historia de Plath -la que abarca sus últimos desequilibrios emocionales y la traumática ruptura de su matrimonio tras ser abandonada por otra mujer- se conoce sólo de forma fragmentaria precisamente porque Ted Hughes quemó el 50% de sus diarios al considerarlos "cosas que nuestros hijos no tienen por qué leer". Lo cierto es que Sylvia Plath no tuvo mucha suerte con la familia, ni siquiera después de muerta: la otra mitad de sus diarios sí fue publicada, pero con vergonzosas mutilaciones y notas a pie de página hechas por su propia madre. A pesar de todo, la magnitud de sus obras -en especial el libro de poemas Ariel y la novela La campana de cristal- y su suicidio la han convertido en un símbolo literario y en una mártir del feminismo: cada cierto tiempo, sus admiradores se acercan a su tumba del cementerio de Yorkshire y arrancan las letras de su apellido de casada de la lápida donde está escrito: "En memoria de Sylvia Plath Hughes / 1932-1963 / Hasta entre llamas ardientes / puede cultivarse el loto dorado".El de la autora norteamericana no es un caso aislado.- Virginia Woolf se quitó la vida en marzo de 1941, internándose en el río Ouse con los bolsillos llenos de piedras; Unica Zürn se suicidó en París en 1970; Alejandra Pizarnik se envenenó en Buenos Aires en 1972 y su compatriota Alfonsina Storni se arrojó al Mar del Plata en 1938; Marina Tsvietáieva vivió momentos extraordinarios junto a Rilke, Osip Mandelstam y Borís Pasternak, pero terminó ahorcándose en Elabuga, en 1941; la formidable Anne Sexton entró una mañana del verano de 1974 en el garaje de su casa con un abrigo de su madre sobre los hombros y un vaso de vodka en la mano, se quitó los anillos, encendió la radio y puso en marcha el motor del coche -un viejo Cougar rojo-, esperando pacientemente hasta que el humo acabó con ella. La lista completa sería interminable, tendría que incluir desde Dorothy Parker, muriendo alcoholizada y en la más absoluta miseria en un hotel de Manhattan, hasta Jean Rhys, abandonada y maltratada por sus tres maridos y prostituyéndose para sobrevivir en pensiones miserables de media Europa. Pero Plath resume a la perfección los problemas de muchas mujeres que, de uno u otro modo, tuvieron que aceptar una condición para triunfar en el mundo de la literatura: podrían llegar al mismo sitio que cualquier hombre, pero haciendo el doble del trabajo. A los más cínicos les parecerá un tópico, pero lo cierto es que si revisamos los diarios, las memorias, las biografías o las cartas de la mayoría de ellas nos daremos cuenta del insoportable peso de la vida doméstica sobre esas escritoras que iban construyendo su obra en los tiempos libres que les dejaban el cuidado de sus hijos, la limpieza de sus casas, las horas muertas preparando comidas o planchando la ropa de aquellos hombres que a veces las pegaban, que les eran infieles, que estaban celosos de su éxito, que al final iban a abandonarlas... Mujeres que, en muchos aspectos, fueron muy parecidas a estas otras que ahora aparecen cada día en los periódicos asaltadas por novios paranoicos o quemadas vivas por esposos despechados. Unas y otras empezaron a cavar su propia tumba al intentar escapar del molde en que les había encerrado el famoso eterno femenino; empezaron a hundirse cuando se propusieron tomar las riendas, dejar de ser objetos decorativos, bellos animales de compañía. Para evitarlo, para poder editar sus libros sin tener que ceñirse a ningún modelo, algunas llegaron a soluciones tan extrañas como la de María Martínez Sierra, que publicó más de ochenta volúmenes de teatro, narrativa y teoría feminista entre 1898 y 1941 pero firmados con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, hasta que después de muerto él tuvo que contar la verdad para poder recibir sus derechos de autor. El empeño por desatarse fue siempre y sigue siendo difícil para las mujeres, si tenemos en cuenta que han estado durante siglos vinculadas a la historia de la literatura y del arte no como protagonistas, sino como tema; y también si recordamos que los arquetipos según los cuales aún se las juzga en muchos aspectos y que convierten sus supuestas virtudes en sus peores trampas -la sumisión, la belleza, el pudor, la dulzura- fueron al fin y al cabo creados por hombres, desde Ana Karenina a la Regenta, desde Fortunata y Jacinta a Madame Bovary.

   En nuestro tiempo, la progresiva conquista de los derechos de las mujeres ha sido una de las hazañas del siglo; pero a punto de inaugurar un nuevo milenio son todavía muchas las batallas que hay que ganar, tanto en el mundo real, donde infinidad de mujeres que viven asustadas, que esperan cada día a solas en la oscuridad el regreso de sus torturadores, no encuentran protección contra la brutalidad, sino actitudes paternalistas o muchas veces pura indiferencia -esos funcionarios que archivan las denuncias, esos policías a los que un par de bofetadas tampoco les parecen tan graves-, como en el mundo del arte, en el que el éxito masivo de algunas autoras actuales tiene que completarse con un esfuerzo crítico que no siga excluyendo a María Teresa León o Concha Méndez de la Generación del 27, a Ángela Figuera Aymerich de casi todas las antologías de poesía de posguerra, a Maruja Mallo de los estudios de arte español de vanguardia. Recuperar el trabajo de algunas de ellas, como se hizo con las extraordinarias María Zambrano o Rosa Chacel, pero ignorar a las demás es otra manera de mantener ese bochornoso artilugio del cupo femenino con que los políticos intentan no se sabe muy bien si tranquilizarse a sí mismos o engañarnos a todos los demás.

   Puede que la literatura sea un lugar tan bueno como cualquier otro para empezar a saldar las cuentas pendientes. Pero hay que estar atentos, porque en cuanto se baja la guardia ocurre lo mismo que en el caso de Sylvia Plath, convertida una vez más, irónicamente, en tema literario gracias a ese libro de Ted Hughes que en Inglaterra ha sido recibido como una obra maestra. A propósito: seguro que sólo se trata de una casualidad macabra, pero lo cierto es que Assia Wevill, la mujer por la que Hughes decidió abandonarla, también acabó suicidándose unos años después.

BP, El País, 11 de febrero de ****.

&

Artemisa Gentileschi