Con su primer sueldo pagó el primer plazo de un gran equipo de música, casi el único mueble sólido o valioso que había en la casa, brillante de botones plateados y de agujas indicadoras que oscilaban como las de los sismógrafos, en aquellos tiempos anteriores a las tecnologías digitales. Tenían unos pocos discos, un Carmina Burana que a él le gustaba mucho, hasta el punto que se entusiasmaba y hacía ademanes como de cantar en el coro o dirigir la orquesta, un doble de los Beatles, algo de música sudamericana, que aún no había caído en el descrédito.
[pp. 86-87]
No hay comentarios:
Publicar un comentario