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viernes, 2 de octubre de 2015

RESUMEN, ESQUEMA DE IDEAS Y COMENTARIO CRÍTICO, Milagros Pérez Oliva


  La polémica que ha rodeado el lanzamiento mundial de la nueva píldora que promete levantar el deseo sexual de las mujeres premenopáusicas no está en absoluto injustificada. Hay quienes la consideran el medicamento más revolucionario para la salud sexual de las mujeres después de la píldora anticonceptiva, y quienes afirman que no debería haberse aprobado porque su eficacia es dudosa y son más los riesgos que los beneficios. En primer lugar, que no tiene nada que ver con el Viagra. La sildenafilo del Viagra actúa sobre el sistema vascular, facilitando el aporte de sangre al miembro masculino y con ello, la erección. En el caso de la flibanserina, no incide sobre el sistema vascular vaginal, que sería el equivalente, sino sobre el cerebro, potenciando e inhibiendo ciertos neurotransmisores que intervienen en muchos procesos vitales. En concreto, aumenta los niveles de dopamina y norepinefrina y disminuye los de dopamina. Para que el Viagra tenga efecto basta con tomarlo poco antes de la relación sexual, mientras que la píldora rosa se ha tomar durante semanas y hasta meses antes de que surta “algún efecto”. La cuestión crucial es determinar en qué casos el fármaco está indicado y, sobre todo, en qué casos el beneficio compensa el riesgo. Porque la píldora rosa tiene importantes efectos adversos.
   No es, pues, difícil deducir que estamos ante un nuevo capítulo de la estrategia que desde hace algún tiempo siguen las farmacéuticas para promover sus productos, especialmente cuando las ventajas no están del todo claras. Consiste en vender primero la enfermedad y luego el fármaco. Se trata de crear primero conciencia de que existe una necesidad no atendida, ofrecer la solución y promover una demanda social de tratamiento mediante la movilización de médicos y pacientes. Con esta estrategia se han logrado dianas comerciales tan exitosas como la de la píldora de la timidez (paroxetina), que se lanzó en 1992 para el “síndrome de ansiedad social”, la del antidepresivo Prozac (fluoxetina), que sigue tomándose muy por encima de las necesidades reales, o el propio Viagra, en cuyo lanzamiento se llegó a decir que el 70% de los hombres de más de 50 años sufría disfunción eréctil. Parece claro que ha cambiado el paradigma. Si antes era “enfermedad en busca de tratamiento”, ahora estamos en el de “tratamiento en busca de enfermedad”.


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Milagros Pérez Oliva sostiene que desde hace tiempo la industria farmacéutica promueve una demanda de medicamentos innecesarios en provecho propio: el último caso, la píldora para despertar la líbido en mujeres menopáusicas, un fármaco con demasiados efectos adversos.
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Antecedente: La salida al mercado de la píldora rosa ha sido polémica:
  • Su eficacia no está probada.
  • Acarrea importantes efectos adversos.
Consecuente: [en consecuencia]: La industria farmacéutica promueve la medicalicación de la vida por un interés puramente comercial.

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   En una economía de consumo como en la occidental, la base fundamental para que ésta crezca es no dejar de consumir, y para que esto ocurra, también industria farmacéutica usa estrategias para conseguirlo. El ciudadano, convertido en mero consumidor, debiera saber que las bombillas actuales, como cualquier aparato electrónico o mismo medias de Nylon, están fabricados para degradarse.
  Todas las industrias crean productos de forma que los consumidores estén obligados a seguir comprando continuamente; en ciertos casos, la industria farmacéutica, promueve la venta de un producto surgido para paliar una enfermedad tal vez inexistente (la píldora rosa, empleada para combatir la desaparición del deseo sexual en mujeres premenopáusicas. En caso de ser real esa dolencia, muchas veces los efectos de la misma son sobredimensionados para propiciar el consumo de este nuevo compuesto que reportará grandes beneficios económicos a los laboratorios. Un ejemplo pudieran ser ciertos casos de abatimientos personales. Todo el mundo, en algún momento, puede estar triste o sentirse mal anímicamente, pero el hecho de estar así no significa que a ese individuo se le pueda diagnosticar una depresión, y, en consecuencia, se determine  una medicalización crónica con los correspondientes antidepresivos. Por lo tanto, a un contemporáneo lúcido no debe extrañarle ninguna de estas estrategias utilizadas, más que nada porque son necesarias para sostener esta economía que amenaza con arrasarlo todo.

Lucía Corral Viero
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   La sociedad actual está realizando un consumo innecesario e inadecuado de los medicamentos, aun desconociendo sus posibles efectos secundarios. Este consumo irracional es generado por la industria farmacéutica, a partir de una mala y engañosa publicidad.
   Este tipo de prácticas son una amenaza para la salud pública y tienen que ser frenadas, sometiendo a los fármacos y a su publicidad a controles más rigurosos e impidiendo la venta de ciertos medicamentos sin receta médica. Pero la ciudadanía, también debe concienciarse de que no es necesario todo aquello que le intentan vender.
   La industria farmacéutica, como todas, busca su propio beneficio económico y parece no tener demasiado en cuenta los graves problemas de salud que puede causar mediante explicaciones confusas o potenciando consumos masivos. Los problemas vienen por sí solos, no es necesario que nadie los cree. 

Ángela Novo 
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   Una de las características más notables de la sociedad consumista, es la necesidad que angustia a ciertas personas para acatar determinados convencionalismos y rendirse a la presión de los cánones. Este fenómeno es especialmente evidente en la ropa vestida por algunos colectivos: los jóvenes, principalmente. Éstos son los más propensos a tratar a imitar el aspecto exhibido por personalidades muy conocidas, las cuales suelen estar situadas tras la pantalla de la televisión o el ordenador.
   Sucede que éste no es un fenómeno aislado o que solo se pone de manifiesto con los jóvenes o en el campo de la moda.
   En una sociedad cuyo estilo de vida se basa en el consumo, este trata de potenciarse atacando los recovecos más vulnerables de sus posibles compradores: la aceptación de sus iguales, por ejemplo.
   Tomando esto como base, no sorprende la reciente salida a mercado de la llamada “píldora rosa”, un medicamento que promete hacer posibles las relaciones sexuales en mujeres premenopáusicas, avivando su deseo sexual. Obviamente, junto con la venta y proliferación del producto, nace también la necesidad del mismo, en este caso, subrayando la anomalía que supone la falta de apetito sexual en mujeres de avanzada edad.
   Lo que impulsará las ventas del producto no será, probablemente, la falta de deseo de determinadas mujeres, sino la presión a la que éstas se verán sometidas y el beneficio que muchas organizaciones tratarán de obtener de estas inseguridades.
   En nuestra época, comprar parece la única solución válida para enfrentarse a los problemas creados por la propia sociedad de consumo.

Iago Codesido
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   La sexualidad hoy en día aparece en todos los ámbitos de la vida, tanto a nivel mediático como cotidiano. Ello en muchas ocasiones puede provocar actitudes perjudiciales para la sociedad.
   Es cierto que todas las personas tienen derecho a disfrutar satisfactoriamente de una relación; de ello han obtenido provecho las multinacionales cuando introdujeron en el mercado numerosos productos como geles lubricantes o juguetes sexuales que pueden ayudar a abandonar la rutina y experimentar, en pareja o en solitario. Lo último ha sido una píldora que incrementa el apetito sexual en mujeres premenopáusicas, lo que ha generado una notable controversia.
   Las farmacéuticas venden felicidad en forma de pastilla, pero nunca explican los posibles efectos adversos o los riesgos que puede conllevar su ingesta. Muchos periodistas como Milagros Pérez afirman que la mecánica de las farmacéuticas es perversa, pues venden la enfermedad para la que ya han creado el nuevo fármaco.
   Siempre conviene tener presente antes de consumir cualquier medicamento sus efectos adversos; en este caso, podría ayudar a decidir si una relación sexual vale más que la propia salud.

Antia Soto López

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   Recientemente ha salido a la venta un nuevo fármaco que fomenta el deseo sexual de las mujeres premenopáusicas. Su principio activo es la fibanserina, un compuesto químico que actúa sobre determinados neurotransmisores del cerebro y promete elevar el líbido de las mujeres.
   Este fármaco, que tiene diversos efectos colaterales como mareos, somnolencia o fatiga, puede llegar a provocar hipertensión o pérdida del conocimiento. Por este motivo, dicho medicamento no debería ser comercializado, ya que existen otros métodos para aumentar el deseo sexual de estas mujeres, como las terapias conductuales, por ejemplo, sin tener que poner en riesgo su salud.
   Es muy probable que este sea otro medicamento engañoso, ya que la pérdida del deseo sexual aumenta después de la menopausia y contradictoriamente, dicho medicamento pierde su eficacia en esa misma etapa de la vida de las mujeres. Se trataría pues, de un mero efecto placebo.
   En cualquier caso, son demasiadas las contradicciones para tratar un problema que puede ser solucionado por otros medios, por lo que queda claro que su irrupción en el mercado obedece a una reiterada estrategia de las farmacéuticas para multiplicar sus beneficios.

Almudena Dopazo
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   La sociedad de consumo actual genera el consumo de una serie de productos para satisfacer las necesidades sexuales de las personas, cuyas ventajas no están de todo claras.
   Es verdad que es necesaria una vida íntima plena, pero la mayor parte de las veces no es imprescindible acudir a este tipo de fármacos para ello, sino que esta falta de deseo sexual puede darse por otras cuestiones sin ninguna gravedad, como lo es el estrés. Sin embargo, la difusión publicitaria de la existencia de esta píldora obliga, de alguna manera, a la mayor parte de mujeres a acudir a ella sin pensar en otras soluciones. Uno de los motivos de la pérdida del deseo puede ser su pareja o el miedo a no complacerla.
   Lo que ofrece este tipo de productos puede resultar tentador y llamativo como son la píldora de la timidez, el antidepresivo, y otros muchos bastantes exitosos, esos fármacos tal vez no actúan sobre el origen de los problemas reales.

Ana Golpe Edreira

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   La filbanserina es un supuesto novedoso fármaco que asegura recuperar el deseo sexual en mujeres premenopáusicas. Podría decirse que esta píldora equivale a la masculina la Viagra; no obstante, es mucho más peligrosa, pues afecta al cerebro, potenciando e inhibiendo neurotransmisores que influyen en muchos procesos vitales, a diferencia de la pildora masculina, que actúa sobre el sistema vascular facilitando la erección. Por lo tanto, los efectos de la polémica Flibanserina, o píldora rosa, podrían ser fatales, pero, pese a ello, la industria fomenta una necesidad social para poder lucrarse con la novedosa solución.
   Conviene celebrar todo tipo de progreso. En este caso, no obstante, todo parece indicar que comercian con la salud utilizando como excusa las carencias o las "futuras mejoras" para nuestra calidad de vida, intentando inculcar un modelo de aparente juventud constante y sexualidad activa.
   Antes de incorporar al mercado cualquier tipo de fármaco, deberían ser verdaderamente informados sus potenciales compradores. Ello, evidentemente, implica situar la salud de los usuarios por encima del ánimo de lucro de empresas cuyo negocio deriva de nuestra salud.

Sara Parga
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   Todas las empresas pretenden lucrarse y obtener el máximo beneficio posible cuando ofrecen sus productos al público, incluidas las farmacéuticas.
   Una codicia excesiva por parte de los magnates de las grandes multinacionales y no tan grandes, en ocasiones puede exponer al riesgo la salud del consumidor.
   En este caso las farmacéuticas, mediante poderosas estrategias comerciales, pueden conseguir la dependencia de una serie de fármacos en los pacientes una serie de fármacos o que los utilicen innecesariamente, lo que puede provocar evidentes trastornos en la salud.
   Todos los hombres deben satisfacer sus necesidades, pero nunca su codicia.


Fernando Placer Picado

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