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lunes, 26 de octubre de 2015

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL ESTUDIO DE LA LITERATURA. LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII


LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII


   La literatura es un arte verbal surgido en unas determinadas coordenadas espaciales y temporales [1], creado por un individuo que pertenece a un grupo social [2] regido por una ideología imperante, grupo social que reconoce como propio un sistema de referencias culturales nítidamente codificado. El arte es, en consecuencia, un producto social que reflejará, consciente o inconscientemente, el diálogo que establece un autor con la ideología imperante en su tiempo.

   Mientras Europa vive, durante el siglo XVIII, una época de transformaciones que consolida el declive del Antiguo Régimen [3] y abre paso a la Modernidad, España, un arruinado antiguo Imperio que aún no ha terminado de asumir su papel secundario, se mantiene muy lejos de las circunstancias que permiten la aparición del pensamiento Ilustrado, y por lo tanto, también se muestra ajena a sus postulados:
  • El Racionalismo. El fundamento del conocimiento se encuentra en la Razón y no en instancias superiores como Dios, la tradición, las costumbres o la autoridad de antiguos escritores. La fundamentación racional del saber favorece lógicamente el desarrollo científico y técnico.
  • El Progreso. Se tiene la idea de que el dominio de la Naturaleza hace al hombre dueño de su futuro, que puede mejorar indefinidamente. Se trata ésta de una nueva Utopía que permite albergar la esperanza de una mejora constante de las condiciones de vida, tanto materiales como espirituales, y que, por tanto, ha de hacer posible la felicidad en la Tierra misma, sin necesidad de posponerla a paraísos religiosos que llegarían después de la muerte.
  • Lo natural. La razón se aplica también a esferas del conocimiento no estrictamente materiales como la filosofía, el derecho, la moral o la religión. En estos campos se abandona la idea de que existan verdades absolutas o reveladas y se insiste en el concepto de que algo es más humano cuanto más conforme está con su naturaleza. De modo que, frente al derecho de inspiración divina, se defenderán ideas jurídicas basadas en el Derecho Natural; frente a las normas morales predicadas por las diversas religiones, se opondrán criterios éticos derivados de una moral natural, y frente a las disquisiciones teológicas escolásticas que han dominado la especulación filosófica durante siglos, se extiende ahora la Filosofía de la Naturaleza. En el terreno religioso es frecuente el deísmo (creencia en un ser superior que no responde a ninguno de las religiones concretas, a las cuales niega) o el ateísmo.
  • El reformismo. Los ilustrados aspiran a que sus ideales tengan una concreción práctica en la realidad, por lo que proponen reformas sociales, económicas y políticas que los hagan posibles. En este sentido, ideología ilustrada y despotismo ilustrado son inseparables, puesto que éste es la formulación política de aquélla.
  • El utilitarismo. Los avances científicos-técnicos, el anhelo de saber y las reformas sociales deben tener como guía la utilidad para la comunidad. Frente a las concepciones religiosas y metafísicas de tiempos anteriores, se impone ahora una concepción materialista y burguesa del mundo para la cual lo importante es aquello que es útil. Ello implica también un cambio de valores morales: la virtud se relaciona ahora con su utilidad, por lo que un hombre es tanto más virtuoso cuanto más útil resulta a sus conciudadanos.
   Una minoría de la elite cultural española, los intelectuales denominados despectivamente “afrancesados”, agujereará ese muro cerrado sobre sí mismo para que penetre por esa rendija algo de la claridad del considerado “Siglo de las Luces”.   

***
[1] “Palabra en el tiempo” para Antonio Machado. Esta dimensión histórica exige del receptor una contemplación no ingenua: un buen lector de una obra anterior a su tiempo deberá situarse en la posición de los contemporáneos del texto leído. Es cierto que lo que define a los textos clásicos es su capacidad de no caducar, pero esa no caducidad ha de ser perseguida por el lector en un esfuerzo de reactualización: hemos de pensar desde el otro. Cuando se lee un texto medieval es imprescindible considerar cuál es la imagen del mundo en el medievo, cuál es la capacidad científica y técnica, cuáles son los referentes filosóficos...
[2] La literatura es, pues, un producto social que sirve para comunicar y ofrece el conocimiento.    
[3] Es en este momento cuando se comienza a liquidar un sistema de valores cuyas raíces pueden ser halladas en la Edad Media.


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