En algún momento de los últimos años las mujeres nos empezamos a estafar. Ya me dirán cómo explicamos que individuas cultas e inteligentes, bellezones con muchos posibles, tías estupendas, señoras de los pies a la cabeza sucumban a esa presión por paralizar el tiempo que finalmente las convierte en monstruos. A cada vez más mujeres les cuesta encontrarse la guapura en sus imperfecciones, en esta estafa colectiva que impone un ideal uniformado que penaliza a las que rompen el molde. O eso creemos.
Cincuenta años después de la revolución feminista, 165 después de las cuáqueras sufragistas, ¡¡65 después de que Simone de Beauvoir escribiera El segundo sexo!!, la mujer del siglo XXI está enferma de autoestima.
Manuel Femández Blanco, psicoanalista, me ratificaba estos días que las relaciones sexuales se construyen hoy a través del porno y que la dependencia afectiva de las crías es más intensa que nunca. Escucho cómo una veinteañera confirma que muchas personas tildan de zorras a las mujeres con el sexo aventurero mientras que los chicos con una entrepierna de trotamundos son unos campeadores. ¿Qué ha pasado con los últimos treinta años? ¿Por qué extraños derroteros se ha desarrollado la mujer? La lista de estereotipos es atosigante: se sospecha de los hombres que sucumben a los brazos de la mujer madura; el declive reproductivo sigue siendo un pasaporte indefectible hacia la jubilación social; el declive físico se tolera en los hombres y se desprecia en las mujeres; las portadas de las revistas proyectan seres inventados con el ratón del phohoshop y la publicidad (ah! la publicidad...) vende mujeres sumisas o putas o vírgenes o enfermas. El último editorial de moda de la revista Interview enseña a un grupo de modelos cubiertas con ropa de grandes firmas y rodeadas de basura... Las fotos, en esta página. Sin comentarios.
FERNANDA TABARÉS, Fulanas o sumisas, La Voz de Galicia, A Coruña, 1 de noviembre de 2014. [adaptación]
CUESTIONES
Cuando subiera al coche, su mujer le preguntaría extrañada por todas esas cintas, si es que se fijaba, si era verdad que había salido de la atenuada catalepsia de los últimos meses. No sabía que te gustara tanto la música, diría, tal vez ya sospechando, a punto de fijarse también en algunas variaciones sutiles y a la vez cautelosas en el vestuario, en la corbata, incluso en la simple manera de mirar. «Tú no te das cuenta, pero ya no miras como antes», le había dicho Susana, mirándose los dos en el espejo del lavabo, en casa de ella, los dos desnudos, despeinados, con un brillo idéntico de satisfacción y abandono en los ojos.
- Explica el significado de las siguientes palabras o expresiones destacadas en el texto: sucumban, sufragistas, autoestima, estereotipos, declive. [1 punto]
- Resume el contenido del texto; hazlo entre 5 y 10 líneas. Si lo prefieres, puedes optar por elaborar un esquema ordenado que ponga de relieve las ideas principales. [1,5 puntos]
- Redacta un comentario critico sobre el texto, manifestando tu acuerdo o desacuerdo con las ideas contenidas en él. Recuerda que debes elaborar un texto propio, argumentativo, bien organizado, redactado con corrección y adecuación. [1,5 puntos]
- Busca en el texto una palabra derivada por prefijación, una derivada por sufijación, y una parasintética. [1 punto]
- Indica el tipo de unidad gramatical y la función sintáctica desempeñada por elementos subrayados en ele texto. [2 puntos]
- Escribe un texto congruente que contenga entre sus unidades: una oración impersonal; una oración pasiva con Complemento Agente explícito; una secuencia en la que aparezca el Complemento directo repetido (anafórica o catafóricamente); y, por último, un Complemento Predicativo (de sujeto o de cd). [1 punto]
- Técnicas narrativas (tipos de narrador, espacio, tiempo, personajes, estructura...) en Plenilunio de Antonio Muñoz Molina, [1 punto]
- Localiza el fragmento en el conjunto de la historia. Señala qué técnicas narrativas características de la novela hallas en él. Indica si el texto contiene algún error y di por qué es relevante. [1 punto]
Cuando subiera al coche, su mujer le preguntaría extrañada por todas esas cintas, si es que se fijaba, si era verdad que había salido de la atenuada catalepsia de los últimos meses. No sabía que te gustara tanto la música, diría, tal vez ya sospechando, a punto de fijarse también en algunas variaciones sutiles y a la vez cautelosas en el vestuario, en la corbata, incluso en la simple manera de mirar. «Tú no te das cuenta, pero ya no miras como antes», le había dicho Susana, mirándose los dos en el espejo del lavabo, en casa de ella, los dos desnudos, despeinados, con un brillo idéntico de satisfacción y abandono en los ojos.
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