El invierno se acercaba y los cuervos tenían ya sus nidos hechos. Una
pequeña bandada de estos pájaros vivía en un grupito de robles cercanos
a una aldea y por eso Luis siempre se preocupaba por los demás.
-¡Eh, no os alejéis mucho del robledal! –les decía.
-¿Por qué no? –preguntaban todos.
-Porque en estos lares habitan unas criaturas horribles que, si nos ven, no descansarán hasta darnos caza.
A
pesar de sus advertencias, el pequeño Simón, un cuervo joven e
inexperto, decidió salir a explorar el mundo. Era una mañana soleada y
tranquila y Simón creía que nada podía pasarle. No obstante, tras
atravesar las colinas y el prado, llegó a una humilde granja. Allí
semejaba esperarle un hombre fornido que sostenía una horrible
herramienta en sus descomunales manos, pero no era para darle la
bienvenida, precisamente. En el mismo momento en que se cruzaron sus
miradas, Simón supo que tenía que huir; pero, antes de poder reaccionar,
un pequeño proyectil proveniente del arma que portaba el hombre impactó
en el aparentemente frágil cuerpo del animalillo, haciéndole caer,
indefenso. Cuando aquella bestia sin corazón se disponía a rematarlo, el
Sabio Luis apareció entre la vegetación y agarró, con sus veteranas
patas, el cuerpo de Simón, llevándoselo así por el aire. Antes de
perderse tras las colinas pudo advertir, por el rabillo del ojo, cómo
otra persona bastante más pequeña intentaba contener al hombre que había
estado a punto de acabar con la vida de su amigo.
Cuando llegaron
a los nidos, le aplicaron a la herida de Simón unos remedios naturales y
esta se fue curando poco a poco. Al preguntarle el resto de la bandada a
Luis qué había pasado, éste les relató la historia con pelos y señales,
y luego añadió:
-Así son los Humanos. Atacan sin razón, aunque
ellos piensan que tienen sus motivos. Dicen que nuestro canto les
molesta, pero son ellos quienes contaminan el mundo acústicamente. Dicen
que nos alimentamos de sus cultivos, pero son ellos quienes sacrifican
pájaros para comerlos. Dicen que nosotros ensuciamos su mundo,
pero son ellos quienes lo están echando a perder, y parece que les trae
sin cuidado. Vivimos a un tiro de piedra de la especie más estúpida y
peligrosa del planeta, así que deberíamos ser un poco más sensatos.
-Pero fue una persona la que os salvó –objetó María.
-Sí… Supongo que no todos los Humanos son tan inconscientes después de todo.
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