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martes, 13 de marzo de 2018

REALISMO MÁGICO: LA ACEPTACIÓN DE LO PARANORMAL EN LA VIDA COTIDIANA DE MACONDO


LA IDIOSINCRASIA DE LOS HABITANTES DE UN PUEBLO CERCANO A RIOHACHA.

   La presencia de la estética del Realismo Mágico en Crónica de una muerte anunciada es menos evidente que en otras obras del autor colombiano. Sin embargo, basta leer con detenimiento ya la primera secuencia de la novela para percibir cómo el narrador asienta en el lector la idea de que los habitantes de este pueblo forman parte de una sociedad acientífica en la que no existe frontera entre realidad empírica y creencia sobrenatural.

   Plácida Linero aparece descrita como "intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas". Esa capacidad acientífica no le sirvió para decodificar el sueño premonitorio de su hijo: "no había advertido ningún augurio aciago". Presagio, tiempo fúnebre y olor a bautisterio son expresiones que preceden a la presentación de la creencia, asumida por la colectividad, en la predestinación. Ello serviría para comprender la pasividad de todo el pueblo ante el anuncio del asesinato.
   "Nadie podía entender tantas coincidencias funestas" escribe el narrador, a propósito de la extraña afirmación leída en el sumario: La puerta fatal. Invertir la afirmación resulta más congruente para comprender el comportamiento social subrayado por el autor, ya desde el título: Todos sabían que el Destino es ineludible. Fatal procede de la palabra latina Fatum, que significa "destino, vaticinio, predicción". Santiago Nasar no acostumbraba a salir por aquella puerta, en la que alguien había dejado una carta que será un aviso funestamente ignorado, porque Nasar atiende a tocar zafiamente el sexo de Divina Flor, considerada por él como una de sus propiedades a disposición ("ya estás en tiempo de desbravar"). La visión de los intestinos de los conejos, que Victoria Guzmán arroja a los perros, repugna a Nasar. "Dios Santo de modo que todo aquello fue una revelación" dirá la cocinera. Clotilde Armenta, al ver a Nasar "tuvo la impresión de que estaba vestido de aluminio. Ya parecía un fantasma". También a ella los hermanos Vicario le parecieron sonámbulos desvelados. Cuando ellos obedecen su indicación de respetar al obispo para no asesinar todavía a Santiafo Nasar, celebra su éxito apelando a la intervención divina: aquella ocurrencia providencial "Fue un soplo del Espíritu Santo".
   Santiago Nasar envidia los fastos de la boda entre Bayardo San Román y Ángela Vicario. Por eso anunciará: "Así será mi matrimonio. No les alcanzará la vida para contarlo". Estas palabras resultan irónicamente proféticas: Nasar no llegará a casarse, pero su muerte sí que ha sido convertida en novela (¿o crónica?) leída por infinidad de personas de todo el mundo.
   Dada la predisposición a lo paranormal de los habitantes de este pueblo cercano a Riohacha, no puede extrañar que la reacción inmediata de Margot, al oír esas palabras de la boca de Santiago Nasar, sea sentir "pasar un ángel". Al fin y al cabo, todos en su familia conocen los poderes adivinatorios de Luisa Santiaga (Parecía tener hilos de comunicación secreta con la otra gente del pueblo, sobre todo con la de su edad, y a veces nos sorprendía con noticias anticipadas que no hubiera podido conocer sino por artes de adivinación.). Fatalidad sobre fatalidad: ni a primera hora la intérprete de sueños Plácida Linero ni ahora la medium Luisa Santiaga serán capaces de percibir el pálpito. (Aquella mañana, sin embargo, no sintió el pálpito de la tragedia que se estaba gestando desde las tres de la madrugada).
   Tal vez el motivo de distracción fuese que la madre del narrador (de Margot y de Jaime) estuviese entretenida "cantando el fado del amor invisible mientras arreglaba la mesa". Otra vez Fatum. El Destino. La Fatalidad. La Predestinación. Lo ineludible. Ese convencimiento explicaría que saliese de casa con urgencia, pero sabiendo que su intención está llamada al fracaso:
   —"Hay que estar siempre de parte del muerto"—replicará a su marido, aceptando que nadie puede escapar de su destino. Nada impedirá que anuncio sea cumplido. Alea jacta est.  



Ilustración: Franz Roh

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