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martes, 4 de octubre de 2016

RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO, TAMARA MONTERO


  La vida y la dignidad de una persona cuestan exactamente 20.000 euros. Lo que un juez dictaminó que tenía que pagar Tiziana Cantone a diferentes webs y redes sociales en compensación por retirar unos vídeos sexuales. Vídeos que destrozaron su vida y que la empujaron al suicidio. Vídeos grabados por la persona en que había depositado su confianza. Vídeos que acabaron trascendiendo lo audiovisual. Dieron la vuelta al mundo. Se convirtieron en camisetas. Hicieron canciones, memes, bromas y chascarrillos. Se convirtieron en materia de debate en canales televisivos. Esos vídeos, que nunca debieron haber salido del ámbito privado, la obligaron a cambiarse de ciudad. A intentar cambiarse de nombre para huir del escarnio público, de la denigración más absoluta. Para intentar recomponer su vida después de ser masacrada por algo de lo que nadie debía haberla culpado. Pero no pudo. No pudo huir de aquello, de lo que la había reducido de persona a bufón del mundo entero. La única salida que encontró fue suicidarse. Y lo más trágico de este asunto es que ha sido la sociedad entera la que ha empujado a una víctima a ahorcarse, mientras que los culpables siguen disfrutando de una vida tranquila. Anónima. Los culpables son los que colgaron el vídeo, sí, pero más culpables somos los que formamos parte de una sociedad que se ha cebado en la víctima y no en el verdugo. Los machistas 2.0.
 

TAMARA MONTERO, La Voz de Galicia, 19 de septiembre de 2016.

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Tamara Montero sostiene que en la sociedad actual se tiende en muchos casos a, si no atacar, sí, al menos, a ridiculizar a la víctima en lugar de al culpable. Halla un ejemplo en el caso de Tiziana Cantone, quien, tras haber sufrido la difusión de unos vídeos de índole sexual, terminó por suicidarse, a causa del escarnio que anteriormente la había llevado a cambiar de ciudad y a intentar cambiar de identidad.

Antón Iglesias

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   Es impensable que en pleno siglo XXI sigamos sexualizando el cuerpo de la mujer. Después de tantos avances políticos, sociales y culturales, resulta difícil creer que aún siga existiendo gente que, aprovechándose de unos vídeos sexuales, logre denigrar a una persona. En este caso, a una mujer. Y sí, digo una mujer porque estoy segura de que si fuese al revés, no causaría tanto revuelo mediático. Nunca he oído un caso de un hombre que se haya quitado la vida porque un vídeo sexual suyo haya salido a la luz. Vídeos que, en el caso de Tiziana, no deberían haber trascendido. Ella simplemente tuvo la mala suerte de que los vídeos acabaran en las manos incorrectas. Gente que los difundió sin calcular las consecuencias que podrían alcanzar. Y motivaron que esta pobre chica terminase quitándose la vida. Existe un problema social: la trivialización del dolor de los demás. Tanto los que difundieron los vídeos como los que disfrutaron viéndolos o compartiéndolos, sin olvidarnos de los que bromeaban sobre ellos, no son conscientes de la dignidad de las personas que les rodean. Es terrible la muerte de Tiziana, tan terrible como el hecho de que esta frivolización del dolor siga existiendo y pueda ocasionar daños futuros a otras personas. Que una noticia de tal magnitud no nos extrañe y que sigamos culpabilizando a la víctima, sin pararnos a pensar en el daño que hacemos, es un síntoma evidente de que la sociedad está enferma. Deberíamos analizar los motivos que llevaron a esta protagonista al suicidio: aproximarnos a la vida vacía que llevaba, imaginar las vivencias infernales e insoportables que la empujaron a tomar tal decisión. Pese a todos los movimientos feministas, la igualdad de condiciones entre géneros y todas esas parafernalias progresistas, mientras sigamos culpando a una mujer y no a sus agresores, la nuestra seguirá siendo una sociedad asquerosamente machista.


Gema Pais Martínez 


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   A pesar de todo lo que las mujeres hemos conseguido a lo largo de los años, no cabe duda de que el machismo es algo cada vez más presente en nuestra sociedad. En este caso, la vida de Tiziana Cantone ha sido arrebatada por un estúpido sistema de valores que tacha de promiscua a cualquier mujer que ponga en manifiesto el ejercicio de su libertad sexual.
   Hoy en día cosas tan simples como caminar sola por la calle, ciertos puestos de trabajo, la vestimenta o una canon de belleza que obliga a la depilación, no son más que aspectos sociales en los que se reafirman las diferencias entre hombres y mujeres. Y aún es peor cuando se trata de la sexualidad: la sociedad sexualiza el cuerpo femenino hasta el punto de que las mujeres tenemos que vivir en un continuo estado de represión, a diferencia de los hombres. En consecuencia, si el caso de Cantone lo hubiese protagonizado un chico, éste sería considerado por la sociedad como alguien admirable, obviando el verdadero conflicto que supone la publicación de determinados contenidos que no deben trascender la intimidad del individuo.
   Todo esto no quiere decir que la exposición de la víctima en dichos vídeos haya sido inteligente o, incluso, moralmente correcta, pero ese no es el caso: el  problema procede una sociedad arcaica y de la que todos participamos, que provoca que aún hoy en día haya gente que viva soportando injustas y vetustas diferencias.

Irene García Pizarro

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