El público de antes era más sensible a la profesionalidad. Exigía a cada artista un armonioso despliegue de ingenio escénico y un irrenunciable grado de sorpresa, aunque sin alardes inútiles, ya que la extravagancia era un recurso muy poco apreciado y muchos artistas fracasaban a causa de sus afanes de exhibicionismo y desmesura—como les ocurrió, por ejemplo, al mago Pascuali y a Richard el humorista. La caballerosidad se apreciaba. Se aplaudía el saber estar en el escenario. El esfuerzo por agradar era un valor.
En los enlaces, la lectura y la tarea.
Ilustración: Manolo Hugué
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