El escritor y académico Antonio Muñoz Molina es el creador de Mágina, uno de los territorios literarios más destacados de la narrativa española reciente. Partiendo del mundo rural y ancestral que representa Mágina, analiza los hitos de su historia familiar, los hechos más sobresalientes que acontecen en la provincia andaluza, la idiosincrasia de un pueblo cuya historia es descrita de forma violenta, marcada siempre por la desigualdad y la opresión. Pero como microcosmos mítico, Mágina posee un valor arquetípico, universal; es, en cierto modo, una trasposición del mundo andaluz, pero también un trasunto de la vida española desde principios del siglo XX, con sus guerras intestinales, los desajustes sociales, la represión política que atenaza a las clases más desfavorecidas y la lucha constante por salir de la miseria.
En ese microcosmos el tiempo opera de forma particular; el tiempo de Mágina, como el tiempo narrativo, dista mucho del objetivo y cronológico: se alarga o se condensa y no puede ser medido por los relojes. Las fronteras entre el tiempo pasado y el presente se diluyen, los años se mezclan y lo mismo sucede con el día y la noche. Mediante el examen del espacio, de los aspectos temporales y del tiempo como tema en la novela intentamos dilucidar cómo el escritor ha llegado a ese mundo mítico de Mágina, un auténtico cronotopo, donde tiempo y espacio se condicionan.
El espacio
Una y otra vez la crítica ha percibido la relación más que evidente entre la Mágina de Antonio Muñoz Molina y otros territorios consagrados en la literatura, como Vetusta, Yoknapatawpha, Comala, Santa María o Macondo; todos ellos son trasuntos literarios de las ciudades reales de sus respectivos creadores, que, aunque mantienen rasgos que los ligan al contexto originario, incorporan otros que les confieren universalidad, más allá de los aspectos locales o regionales. En el caso de Mágina, el vínculo con la Úbeda natal del autor ―visible a todas luces― ha sido, además, reconocido por él mismo; sin embargo, resultaría insoportablemente reductora una lectura apegada sólo a la geografía real, que pretendiese constatar que Mágina es Úbeda, porque es obvio que no es así.
Creemos que la tesis aquí sostenida no resulta en absoluto incompatible con una posible voluntad retratística, subrayada por críticos y autor, sino que ambas se complementan.
La influencia de William Faulkner en buena parte de la literatura hispanoamericana ―en lo que se dado en llamar la nueva narrativa hispanoamericana― ha sido suficientemente destacada; ese magisterio se circunscribe no sólo a los variados aspectos formales, sino que atañe de la misma forma al contenido. De momento, nos interesa la creación de un territorio literario propio, el condado de Yoknapatawpha, en el que se sitúa la ciudad de Jefferson, y que, presumiblemente, habría servido de modelo a Rulfo, a García Márquez y a Onetti; también, como veremos, a Muñoz Molina. Así, lo dicho por Palencia-Roth para el caso de Macondo nos puede servir como punto de partida, pues resulta extrapolable al del ubetense: «De máxima importancia es […] la manera en que Faulkner crea su mundo: la universalización y mitificación de una realidad concreta y particular, aunque inventada. García Márquez aprende mucho de Faulkner sobre cómo mitificar el mundo que conoce mejor: su “pueblo” natal».
CATALINA QUESADA GÓMEZ, Inventando Mágina: la construcción de un territorio mítico en El jinete polaco, Cuadernos de ALEPH, nº 1 (2006), pp. 87-100.
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