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lunes, 16 de enero de 2017

EL ESPACIO EN PLENILUNIO, José Sánchez Reboredo


EL ESPACIO EN PLENILUNIO

   Antonio Muñoz Molina en el artículo que escribió como presen­tación de la novela confiesa que, antes de escribirla, había pen­sado en situarla en otro lugar distinto al que finalmente adoptó: "Un paso definitivo fue ver los lugares en los que iban a suceder las cosas. Yo había pensado ambientar la novela en Granada. Pero se me ocurrió que su espacio debía ser otro, una ciudad cuyo nombre yo no necesitaría decir para que algunos de los lectores la reconocieran. Tampoco lo diré ahora." [1]
   Aunque no lo diga, los lectores de los libros anteriores de Muñoz Molina reconocen algunos lugares que aparecen en ellas y que aquí se repiten. Así ya en las primeras páginas de Plenilunio apa­rece el parque de la Cava o, poco después, “la plaza donde estaba la estatua del general” (pág. 16). Mucho más adelante se men­cionan la calle Mesones y la calle Nueva (215). Una celebración religiosa sucede en la Iglesia de la Trinidad (215); se pasa delante del hospital de Santiago. Además en toda la novela se distingue una parte antigua, caracterizada por la belleza de sus edificios, y una parte moderna, de arquitectura más discutible: “(...) decide dar una vuelta esa noche por la parte antigua de la ciudad donde según ha leído hay edificios muy notables, iglesias y palacios del renacimiento” (172). Pocas páginas después se vuelve a repetir la misma valoración:” en esta ciudad histórica”, dijo, “en esta joya del renacimiento” (180).
   Andrés Soria Olmedo, buen amigo e inteligente crítico de Mu­ñoz Molina lo afirma con toda claridad: “esa ciudad atravesada por la mirada fisonómica de un inspector y un sacerdote, por el reconocimiento y el desconocimiento, no es París ni el Londres del alucinado de Quincey; es Mágina. En relación con las otras novelas ésta se puede situar idealmente como tercer batiente de una trilogía, tras Beatus ille y El jinete polaco” [2]. Esa ciudad vuelve a aparecer en las novelas: Los misterios de Madrid y El viento de la luna.
   Este nombre de Mágina no aparece, como nombre de ciudad o de pueblo, en los atlas o las enciclopedias. Es la designación literaria que Muñoz Molina adopta para su ciudad natal: Úbe­da. Hay que recordar que autores españoles como Clarín o la Pardo Bazán o Gabriel Miró crearon nombres nuevos (Vetusta, Marineda u Oleza) para las ciudades reales (Oviedo, La Coruña u Orihuela) en la que situaban sus novelas.
   Mágina es una de las sierras cercana a Úbeda. Machado, que fue catedrático en Baeza, una ciudad muy cercana a Úbeda, mencio­na los “Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina”.

   Los espacios exteriores de esta ciudad tienen gran importancia en la novela, ya que dos de los personajes principales pasean a me­nudo, y frecuentemente por la noche, a lo largo de las calles de la ciudad. Uno, el inspector, porque espera ver, entre los viandantes, una mirada que le revele la maldad de un hombre que ha sido ca­paz de asesinar a una niña; otro, el culpable, que sale a menudo a la oscuridad de la noche tardía para gozar de la sensación de estar en la posesión de un secreto que nadie, todavía, ni el inspector, ni los periodistas que han llegado para informar sobre la noticia del crimen, han sido capaces de descubrir.
   Para que el lector pueda comprobar como la Mágina imaginaria de Muñoz Molina se corresponde, en gran parte, a la Úbeda real, es interesante leer unos fragmentos de “Regreso a Úbeda”, artícu­lo incluido en su libro: Escrito en un instante:
   “Desde la plaza del general Saro, donde hay una torre con un reloj, una estatua fusilada de bronce y unos so­portales antiguos, como de ciudad manchega, hay que bajar despacio, costeando los restos de la antigua mura­lla, cuyos torreones oscuros emergen a veces tras los teja­dos de las casas que se apoyan en ella. Primero todo es, como en casi todas partes, una confusión de coches,  y semáforos, pero conforme se avanza hacia el sur la calle se vuelve más generosa y soleada, más propicia a la indolencia, como si ya la ensanchara la proximidad de los paisajes distantes de la Sierra y el Valle” [3].


JOSÉ SÁNCHEZ REBOREDO, Plenilunio de Antonio Muñoz Molina : guía de lectura, Follas Novas, Santiago de Compostela, 2009, pp. 64-66.





NOTAS
[1] Antonio Muñoz Molina, Pura alegría, Madrid, Alfagura, 1986, p. 226.
[2] Andrés Soria Olmedo: Una indagación incesante: la obra de Antonio Muñoz Molina. Madrid, Alfaguara, 1998, pág. 119.
[3] Antonio Muñoz Molina: Escrito en un instante. Palma de Mallorca, Calima ediciones, 1997, pág. 95-6.

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