Cenicienta invitó a cenar al Sapo Verde en su casa.
Antes de que llegara, puso a hervir agua en una gran cazuela. Cuando el Sapo se presentó ante su puerta, lo invitó a pasar. Picotearon pan para abrir el apetito. Al cabo de media hora, él le dijo a Cenicienta:
—Cenicienta, no te he visto comer ni una miguita de pan. ¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes encima de la mesa un libro de cocina de animales acuáticos?
Cenicienta sonrió y dijo:
—¡Ahora ya tengo hambre, sapo!
El Sapo Verde gritó despavorido pidiendo auxilio, pues estaba atrapado.
Cenicienta lo capturó, lo metió en la olla y media hora después se lo comió. Esa era su rutina de todas las noches en las que invitaba a sus pretendientes a cenar en su casa.
Siempre que Cenicienta se encontraba con sus amigos repetía lo mismo:
—Prefiero los sapos verdes a los príncipes azules. Son, no sé, más fáciles de conquistar...
Ignacio García Infante
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