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martes, 21 de febrero de 2017

SEMIOLOGÍA DEL TEATRO: LAS ACOTACIONES


Acotación. 

   Es la parte no dialogada del texto teatral, constituida por orientaciones que sirven a los actores para una mejor comprensión y representación (indicación de gestos, movimientos, etc.) y al director para una adecuada puesta en escena (distribución del espacio, decoración, luces, ruidos, vestuario, etc). En el teatro griego, dado que frecuentemente el autor era, al mismo tiempo, director y actor, no se necesitaba poner en el texto las acotaciones (didascalia). En el teatro latino las acotaciones se reducían a dar una breve orientación sobre el carácter de las obras y una lista de los personajes (dramatis personae). En el teatro español del Siglo de Oro, las acotaciones son escasas y concisas. Valgan, como ejemplo, las que aparecen en La dama boba, de Lope de Vega. Tras el título y la escueta indicación de la fecha («Comedia de este año de 1613»), sigue la denominación de los personajes y su función (Liseo, caballero; Turíri, lacayo; Leandro, caballero; etc.) y la referencia al espacio («La escena es en Illescas y Madrid»). A continuación, véase el texto de las acotaciones del Acto I:

Escena Primera: «Una parada en Illescas.
     Liseo, caballero, y Turín, lacayo, los dos de camino».
Escena Segunda: «Leandro, de camino (Dichos)».
Escena Tercera: «Sala en casa de Octavio en Madrid.
     Salgan Octavio, viejo, y Miseno».

   En los Autos Sacramentales, las acotaciones presentan una mayor precisión y complejidad. Así, en A tu projimo como a ti, de Calderón, tras la lista de personajes figura esta primera acotación:

   «Sale en lo alto del primer carro, que será una montaña, LA CULPA, vestida a lo bandolero, con capa gascona, montera, charpa y pistolas».

   En los siglos XVIII y XIX las acotaciones pasaron a cumplir una función relevante no sólo en la ambientación del espacio escénico, sino también en la caracterización social del personaje, en consonancia con su mundo interior. En el siglo XX, las acotaciones constituyen, a veces, una parte esencial del texto en el que están perfectamente ensambladas, como sucede en las obras de Valle-Inclán. En sus farsas, aparecen tan cuidadas literariamente como el propio texto. En Luces de Bohemia, determinadas acotaciones consiguen mejor la caracterización esperpéntica de los personajes que sus mismas palabras o comportamientos. Tal ocurre con el librero Zaratustra:

   «Zaratustra, abichado y giboso —la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente— promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de una silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda».

   Otros dramaturgos consiguen integrar las acotaciones en la representación a través de carteles situados en el escenario, o por medio de una voz narradora. A veces, como ocurre en algunas obras de Peter Handke y Samuel Beckett, adquieren una extensión desmesurada. En todo caso, las acotaciones siguen manteniendo la función primera de servir a los actores y al director para la puesta en escena de la obra.
   Una representación original permite a un buen director modificar, corregir y, en ciertos casos, prescindir de determinas acotaciones del autor, para lograr que el texto sea comprensible en toda su hondura al espectador actual.
   El término acotación sirve también para designar la señal o el apuntamiento que se pone en el margen de algún escrito o impreso.


DEMETRIO ESTÉBANEZ CALDERÓN, Diccionario de términos literarios, Alianza Editorial, Madrid, 1996, pp. 8-9.

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