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jueves, 22 de enero de 2015

CRISIS DE FIN DE SIGLO: DANDISMO


   El Dandy es un personaje del Romanticismo. Individualista, irracional en la razón, atrevido, el Dandy es todo un estilo. Es el rebelde que lleva arte y rebeldía a su persona y a su atuendo. Es Byron, que llora por su perro muerto y desdeña a los hombres, o que mide todas las mañanas la esbeltez de su talle, afirmando no alimentarse sino de bizcochos y agua carbónica. Es también Lord Baltimore (del que habla Baudelaire), quien se hizo construir un harén, por lo que fue obligado a abandonar Inglaterra, muriendo en Nápoles, camino de Turquía. El Dandy se rebela contra una sociedad –y un mundo- y adopta la esterilidad, la imposibilidad y el mal. Aunque esto no pase muchas veces de una estética o, a lo sumo, de una disidencia siempre individual. Porque el Dandy quiere separarse de los demás y ser así –en su personalismo- más rebelde.
    Tras el Romanticismo, nutrido de Dandies famosos –Brummell ante todos-, y, cuando ya el dandismo ha entrado de pleno en la literatura –el Dandy es un personaje que se mitifica, y su literatura se acerca a un estilo-, el dandismo sigue evolucionando. Así, surge el Dandy del Simbolismo, el decadente, el estilo “fin de siglo”. Baudelaire, quien se tiñe los cabellos de verde, o responde a quienes elogian su imponente levita que se abrocha con grandes botones de metal dorado: “Acabo de encargarme doce levitas iguales”. El Dandy intenta horrorizar al burgués y vencer a la mujer en su terreno (o en lo que una sociedad considera su terreno). De ahí el desdén hacia la mujer. De ahí el tono femenino. El Dandy puro no debe hacer nada. Vive solo para su manera. Traslada el arte, la creación, a su persona; hace de su vida un arte.

LUIS ANTONIO DE VILLENA, Corsarios de Guante Amarillo, Valdemar.

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