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martes, 20 de enero de 2015

CRISIS DE FIN DE SIGLO: BOHEMIA


   Genéticamente, la actitud bohemia era una actitud de inadapta­ción social y protesta romántica e individualista contra el capitalis­mo y la clase burguesa. El sistema de valores bohemios (arte, belle­za, independencia, libertad, rebeldía) se oponía al código moral de la clase dominante. La actitud de rebelión y protesta del bohemio se alza contra la mediocridad y vulgaridad de la sociedad burguesa, con­tra la cual sólo cabe la enajenación voluntaria a través del ajenjo, la droga, el burdel o el narcótico del arte. Frente a la uniformidad so­cial, la protesta individualista del artista bohemio se expresa como fuente de liberación de su lucidez desesperada. Rimbaud o Verlaine ejemplifican esa voluntaria condición de artistas «malditos», de escri­tores «decadentistas» situados en los límites extremos de la margi ­ nalidad social.
   La desafiante actitud antiburguesa del artista bohemio se funda­menta en su odio a la burocratización de la vida, a la uniformidad social y a la mercantilización del arte. El artista bohemio no quiere vender ni admite dejarse comprar su imaginación creadora: «Intransigente, prefirió muchas veces la miseria a macular su pureza estéticas escribirá Rubén Darío del escritor español bohemio Alejandro Sawa. Porque el artista bohemio prefiere la absoluta independencia, el cotidiano e insuficiente menú de café con leche y media tostada, a vender su talento al «filisteo»—palabra que resume su desprecio por h ramplonería espiritual de la dase burguesa—. Admite el «acanallarse perpetrando traducciones» o el «hinchar telegramas» en una redacción de periódico como un mal menor asumido («las letras son colo­rín, pingajo y hambre»), pero el auténtico bohemio lo es por condición espiritual, por convicción mental, por libérrima decisión personal, por creer en unos ideales que son los del arte, realizados según la mitología bohemia. La verdadera bohemia no es una forma de vida, forzosa en la mayoría y caracterizada por una extrema penuria, sino una manera de ser artista, una condición espiritual sellada por el aristocratismo de la inteligencia. La vida bohemia se asume porque para el artista bohemio no hay arte sin dolor, o como decía Baude­laire, arte equivale a «malheur». La verdadera bohemia se vive, por tanto, como experiencia de libertad en el seno de una sociedad volun­tariamente margina], en donde el tiempo no es oro, sino ocio artísti­co, alcohol, búsqueda de paraísos artificiales, de alucinaciones mági­cas, de belleza y «falso azul nocturno».
   Esa actitud provocadoramente antiburguesa del escritor bohemio le conduce a una «pose» de anarquista literario, o una condición de «maldito» que se relaciona con los marginados sociales (homosexua­les, prostitutas, delincuentes), a experimentar el placer de demoler ideas y valores establecidos por medio de «boutades» con el objetivo expreso de «épater le bourgeois». [...]
   La concepción aristocrática de un «arte por el arte» es la que de­fienden la mayoría de escritores bohemios. Bohemia, anarquismo y aristocratismo artístico van unidos en la actitud estética «modernista» de bohemios como Sawa, Rubén Darío o Valle-Inclán. La concep­ción de Darío del modernismo como expresión de la libertad y el anarquismo en el arte; el grito del bohemio verlainiano Henry Cor­nuty en el teatro Barbieri de Madrid; los poemas de Pedro Barran­tes al puñal y a la dinamita en su Delirium tremens; el ¡Viva la bagatela! valleinclaniano; el paraguas rojo del joven Martínez Ruiz, terrible anarquista literario entonces y conservador Azorín después; el ¡Mueran los jesuitas! del Maeztu radical, son otros tantos signos de esa compleja posición anarcoaristocrática de los escritores españo­les finiseculares. La actitud bohemia de protesta antiburguesa se im­pregnaba claramente de anarquismo literario «pour épater le bour­geois».
   Pero, en rigor, los escritores bohemios sintieron una aversión y un profundo desprecio por la política oficial de la Restauración. In­dividualistas e insolidarios, incapaces, salvo honrosas excepciones, de establecer un compromiso político con los partidos de la clase obrera, desengañados de la política oficial, los escritores bohemios se cons­truyeron un paraíso artístico en donde la problemática política no tenía espacio. Excepciones eran, sin embargo, Ricardo Fuente, Joa­quín Dicenta, Rafael Delorme y el núcleo de la revista Germinal, defensores de un socialismo romántico y heterodoxo. También Pedro Luis de Gálvez, poeta bohemio, acabaría escribiendo narraciones anarcosindicalistas y Ernesto Bark, apóstol de la religión bohemia, fue igualmente un incansable predicador de la rebelión política del proletariado intelectual bohemio.
   El lenguaje cumple para el bohemio la función de dinamitar los puentes ideológicos y morales que le separan de la burguesía y de su sistema de valores (familia, propiedad, orden, sexo, religión).



AZNAR SOLER, Manuel, “Bohemia y burguesía en la literatura finisecular”, Historia y crítica de la literatura española, Editorial Crítica, Barcelona, 1980, páginas 77-79.


Henri Fantin-Latour 

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