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viernes, 10 de octubre de 2014

PIERRE DE MONTAIGNE... 00, Jordi Soler


   Pierre de Montaigne estaba empeñado en que su hijo fuera mejor que él y, para conseguirlo, le dio una estricta y hermética educación en latín. Le puso, desde muy pequeño, un profesor que ignoraba el francés y que le hablaba y lo instruía  exclusivamente en latín. El experimento pedagógico del padre produjo no solo a uno de los escritores más importantes de Occidente, sino al inventor del ensayo. El arte más grande de todos, escribió Montaigne, es “seguir siendo uno mismo”, una idea que mantuvo a lo largo de su vida, que, además de su inagotable obra literaria, le dio para viajar, para inmiscuirse en la política y para administrar sus posesiones. Todas las experiencias de Montaigne iban a parar a sus ensayos, vivía concentrado en vivir para después dar menta de ello por escrito.
   Sería ridículo seguir el ejemplo del padre de Montaige en este siglo XXI. Lo que si podemos es hacer el ejercicio de oponer a aquel niño, que solo hablaba latín, que estaba concentrado en el cultivo de sí mismo, a los niños contemporáneos que están distraídos por muchas cosas a la vez, por el mundo exterior que entra a saco por una infinidad de terminales. Mientras Montaigne pasaba en silencio largos tramos del día, que llenaba de reflexiones, nosotros forcejeamos contra el estruendo que sale permanentemente de las pantallas. Concentrado en un solo punto, Montaigne lo abarcaba absolutamente todo, nosotros, concentrados en puntos múltiples, no abarcamos casi nada.
   Tanto estimulo exterior nos aleja del arte más grande de todos que proponía Montaigne: seguir siendo uno mismo, porque para alcanzarlo se necesitan largas horas de reflexión Se han acabado los periodos de silencio, quien va andando no produce pensamientos caminados, va consumiendo algo que sale de su mp3; cualquier momento libre se rellena con la información ilimitada que produce la pantalla del teléfono o de la tableta. Nadie tiene paciencia ya para sentarse a oír un álbum de música completo. Lo mismo pasa con el cine, comprometerse durante dos horas con una película parece migo si se tienen las series que vienen dosificadas en cómodas cápsulas de 45 minutos. Tanta hiperactividad debería ser contrapesada con periodos de inactividad, de silencio, de concentración en una sola idea; porque de esos periodos de calma salen las grandes obras. Lo mínimo que va a quedarnos de esta era proclive a los fragmentos, llena de niños sobre-estimulados. que no tienen espacios para la reflexión y el silencio, es un mundo sin artistas.

JORDI SOLER, El País, 7 de septiembre de 2013 [adaptación].



Resumen  
   La sociedad del Siglo XXI, caracterizada por la saturación de estímulos fragmentarios de infinidad de pantallas, dificulta la concentración de los individuos. Sin reflexión, desaparecerán los intelectuales.


Esquema que jerarquice las ideas principales contenidas en el fragmento.

  • Montaige estaba habituado a concentrarse en la reflexión y el estudio.
  • Los niños contemporáneos carecen de esa capacidad, por la sobrestimulación de nuestra sociedad de pantallas:
         1. El mp3, el teléfono o la tableta ocupan tiempos de reflexión.
         2. Nadie es capaz de sentarse a escuchar un disco completo.
         3. Nadie tiene paciencia para contemplar una película que dure dos horas.

  • En un mundo de seres irreflexivos, desaparecerán los intelectuales.

Tema: La desaparición de los intelectuales por la falta de hábito reflexivo.

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