Hace ya muchos años, en el Reino de Odiseum había una pequeña princesa llamada Elisabeth, era muy presumida, simpática y juguetona. Le encantaba inventarse cuentos: cogía las escobas y jugaba a vaqueros, con palos se hacia pasar por su padre librando batallas ante los malvados guerreros, con sus muñecas jugaba a tomar el té… Pero un día, mientras paseaba por el bosque, vio un árbol que los hombres de su padre habían cortado. Éste parecía normal ya que tenía los anillos que señalaban su edad como cualquier árbol, pero el anillo del centro era especial, tenía algo peculiar. Desde ese día comenzó a visitar el árbol cada tarde, y en el momento menos esperado contempló que el raro anillo central se abría apareciendo un ojo en su interior. Elisabeth asombrada no dijo nada a sus padres, pero siguió visitando al árbol y cada vez tenía cosas nuevas, las raíces eran sus extremidades, resina era su cabello… y cortes eran la boca, por la que comenzó a tener conversaciones con la princesa Elisabeth. Y desde ese día, ésta iba a diario al árbol para hablar y jugar con él.
De repente despertó, estaba en la cama, todo era un sueño, uno de esos cuentos que tanto le gustaba inventarse, pero por si acaso fue al bosque a comprobarlo y simplemente había un árbol cortado, sin nada raro, pero de allí en adelante empezó a hacer de ese suño una realidad, dándole en su mente vida al árbol.
Pablo Ferrer
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