EL RETRATO DE LA VIOLINISTA
Entre tanta antigüedad, cuelga un retrato discreto de fina tonalidad con un terrible secreto que causa incredulidad. ¶ Tras dos capas de barniz, una joven cuyo gesto muestra un trágico matiz toca en un violín funesto algo que la hace infeliz. ¶ Era ya noche cerrada cuando escuché un dulce son, una exquisita tonada. Salí de mi habitación, pero no se oía nada. ¶ ¡Mas qué inquietante visión! En el cuadro descubrí que sólo había un borrón. Ni la mujer ni el violín decoraban ya el salón.
§ Algo resonó al momento, y allí mismo pude ver que un huésped a ritmo lento, el duque de Fontelier, ¡tocaba el vil instrumento! ¶ Se paró justo a mi lado profundamente dormido, y en tal letárgico estado, por el cuadro fue engullido cual si lo hubieran pintado. ¶ Y en aquel formato extraño Fontelier quedó esgrimiendo la herramienta del engaño con cara de estar diciendo «¿qué pinto yo en este paño?» ¶ Fui corriendo al aposento del duque de Fontelier y hallé, sin conocimiento, a la muchacha que ayer era de tela y pigmento.
§ La incorporé y me abrazó calmada por mi presencia; su nombre me reveló, resultó llamarse Mencia, y esto es lo que me contó: ¶ Me detalló con soltura cómo hacía ya cien años, una melodía oscura la sedujo con engaños convirtiéndola en pintura. ¶ Y en tal pictórico estado perduró hasta que el violín, nuevamente encaprichado, la dejó salir al fin a cambio de un desdichado. ¶ Parece ser, se deduce, que el violín allí pintado tiene un poder que seduce, y al infeliz designado bajo el barniz introduce.
JACK MIRCALA, Lóbrego Romance, Pálido Fantasma, El Patito Editorial, Santiago de Compostela, 2010, 22-24.
No hay comentarios:
Publicar un comentario