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miércoles, 1 de noviembre de 2017

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA: NOVELA HISTÓRICA, POLICÍACA O FOLLETÍN

Género literario: entre la novela histórica, la novela policíaca y el folletín.

La publicación de La verdad sobre el caso Savolta en 1975 supuso la confirmación de un cambio en la narrativa española; novelas como la de Mendoza recuperaban el interés por la historia y marcaban el consecuente abandono de un experimentalismo gratuito que había alejado a los lectores de las novelas escritas por narradores españoles.
A pesar de que Mendoza compone un texto en el que cobra mucha importancia la estructura (marcada por la presencia de múltiples voces narrativas y la yuxtaposición de secuencias con materiales de diversa índole), es innegable que la estrategia narrativa de Mendoza entronca plenamente con las propuestas de la Posmodernidad que solicitaban la desaparición de la frontera que separaba, hasta entonces, cultura de élite y cultura popular. No puede sorprender, por lo tanto, que La verdad sobre el caso Savolta busque satisfacer a todo tipo de lectores: a los que desean leer una novela histórica, a los que prefieren la intriga de una trama policial, a los que les complace un relato judicial o a los que demandan una historia sentimental.
El manuscrito que Mendoza hizo llegar a Seix Barral se titulaba Los soldados de Cataluña. El editor, Pere Gimferrer, le propuso a Mendoza el cambio del título. Esa decisión no fue inocente, porque incluir la palabra caso anuncia el uso de los ingredientes de la novela policial: un crimen como problema, una prolija y accidentada investigación como elemento central del relato y la resolución final del enigma.
Es cierto que Mendoza emplea esta estructura marcada por el suspense y la intriga, pero el uso que hace de estos elementos es deliberadamente transgresor (tómese como ejemplo la hilarante correspondencia entre el Comisario Vázquez y el sargento Totorno).
Es innegable también que Mendoza ofrece al lector una novela que retrata muy bien la Barcelona que en 1917 se enriquece mientras Europa se desangra durante la primera guerra mundial, las tensiones sociales que provocan el ejemplo de la Revolución rusa, el movimiento anarquista y el pistolerismo de los empresarios. La perfecta descripción de los espacios y los personajes, la reproducción de documentos históricos (los escritos del periodista inciendiario Pajarito de Soto o los documentos testificales) pueden permitir pensar al lector que está leyendo una novela histórica. Bastaría reparar, por ejemplo, en el empleo del esperpento y lo grotesco en esas descripciones, la caricaturización de algunos personajes (la familia del fundador de la empresa o todos los personajes del cabaret, incluidos los forzudos de María Coral), el uso de los nombres de los personajes (Javier Miranda —el observador, el testigo—, Claudedeu — en catalán “llave” o mano de Dios—, Pajarito de Soto —el patético periodista que se cree de altos vuelos—, Nemesio Cabra —su apellido anuncia su locura—…), o el maniqueísmo grosero que opone la virtuosa pobreza de los obreros frente a la perversa maldad de los burgueses, para percibir que el uso de elementos propios de la novela histórica sirve, sobre todo, para elevar un telón, un decorado. No existe en Mendoza afán de recuperar una memoria histórica.
El relato desdichado de la vida infeliz de Teresa (una mujer anulada por el proyecto revolucionario de su marido, que pagará con la soledad el atrevimiento de intentar vivir sinceramente el amor con Miranda) o la descripción de la vida, supuestamente regalada, de la frágil e indefensa María Rosa Savolta, o las desdichas que desencadena la omnipresente María Coral (un ejemplo evidente de mujer fatal decimonónica —gitana sensual como la Carmen de Mérimée—), sostienen el andamiaje de las novelas de folletín, con expectativas muy previsibles, pues, al fin y al cabo, estos personajes femeninos reproducen arquetipos propios de novelas decimonónicas: tramas tópicas para entretenimiento de cierto tipo de lectores.

El eclecticismo de tendencias, la variedad de discursos narrativos y los múltiples registros lingüísticos empapan La verdad sobre el caso Savolta. Mendoza acude a la tradición para transgredirla; el empleo de los diferentes subgéneros novelescos (novela histórica, novela policial o novela sentimental…) permite distintos niveles de lectura: desde la lectura ingenua del receptor poco instruido que percibe el andamiaje estructural de cada una de esas modalidades (la documentación de la novela histórica, el esquema enigma-solución de la novela policial o los previsibles obstáculos de las pasiones amorosas) a la del lector culto que es capaz de decodificar los elementos paródicos como juegos de ingenio.

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