—La echa mucho de menos.
No había preguntado: afirmaba. Pero el inspector, si se hubiera atrevido a decir la verdad, no habría contestado que sí. Quería que volviera, y no sólo del sanatorio, sino del túnel de desolación y mutismo en el que llevaba tanto tiempo sumida, pero no podía decir que añorara su presencia junto a él, que sintiera su falta en la casa al volver del trabajo. A nadie le podía decir que muchas veces había pensado dejarla, no porque deseara a otra mujer, a otras, sino simplemente porque no la quería, porque hubiera preferido estar solo, sin el continuo agobio de pensar que ella estaba esperándolo cuando tardaba, que estaba sufriendo cada gesto suyo de despego y frialdad: no era verdad que uno pudiera acostumbrarse a todo, ella no lo había logrado, después de tantos años.
—Mire la luna —dijo Susana: se habían quedado los dos en silencio. Frente a ellos, por encima del valle ondulado de olivares y de la silueta negra de la sierra, la media luna blanca permanecía inclinada e inmóvil como un globo, cercada por una incandescencia fría que apagaba a su alrededor el brillo de las constelaciones—. Qué alta está la luna. ¿Conoce esa canción? Qué alta está la luna. Creo que va a sonar de un momento a otro. E. L. James creía de pequeña que todos los libros trataban de la luna. A mí me pasa eso con las canciones. Casi todas las que más me gustan tienen que ver con ella.
—Está en cuarto creciente.
—Yo eso nunca lo sé. ¿Cómo puede estar seguro?
—Un cura me lo explicó hace muchos años y no se me ha olvidado. La luna es embustera, me decía. Cuando tiene forma de C, no está en cuarto creciente. Lo está cuando parece una D mayúscula. Cada vez que la miro me acuerdo de eso.
A Susana le estaba pareciendo que la voz de Leonard Cohen era demasiado triste y buscó otra música que le avivara el ánimo, un cedé de Nirvana, Nevermind, que siempre había tenido sobre ella un efecto infalible.
No había preguntado: afirmaba. Pero el inspector, si se hubiera atrevido a decir la verdad, no habría contestado que sí. Quería que volviera, y no sólo del sanatorio, sino del túnel de desolación y mutismo en el que llevaba tanto tiempo sumida, pero no podía decir que añorara su presencia junto a él, que sintiera su falta en la casa al volver del trabajo. A nadie le podía decir que muchas veces había pensado dejarla, no porque deseara a otra mujer, a otras, sino simplemente porque no la quería, porque hubiera preferido estar solo, sin el continuo agobio de pensar que ella estaba esperándolo cuando tardaba, que estaba sufriendo cada gesto suyo de despego y frialdad: no era verdad que uno pudiera acostumbrarse a todo, ella no lo había logrado, después de tantos años.
—Mire la luna —dijo Susana: se habían quedado los dos en silencio. Frente a ellos, por encima del valle ondulado de olivares y de la silueta negra de la sierra, la media luna blanca permanecía inclinada e inmóvil como un globo, cercada por una incandescencia fría que apagaba a su alrededor el brillo de las constelaciones—. Qué alta está la luna. ¿Conoce esa canción? Qué alta está la luna. Creo que va a sonar de un momento a otro. E. L. James creía de pequeña que todos los libros trataban de la luna. A mí me pasa eso con las canciones. Casi todas las que más me gustan tienen que ver con ella.
—Está en cuarto creciente.
—Yo eso nunca lo sé. ¿Cómo puede estar seguro?
—Un cura me lo explicó hace muchos años y no se me ha olvidado. La luna es embustera, me decía. Cuando tiene forma de C, no está en cuarto creciente. Lo está cuando parece una D mayúscula. Cada vez que la miro me acuerdo de eso.
A Susana le estaba pareciendo que la voz de Leonard Cohen era demasiado triste y buscó otra música que le avivara el ánimo, un cedé de Nirvana, Nevermind, que siempre había tenido sobre ella un efecto infalible.
***
Tomando como punto de partida el texto elabora un comentario en el que puedes tratar los asuntos indicados.
- Localiza el fragmento en el conjunto de la historia.
- Señala la significación del episodio para la caracterización de los personajes.
- Polifonía (o multiperspectivismo), estilo, estructura, motivos temáticos recurrentes y técnicas narrativas en Plenilunio.
- Relación entre las múltiples historias que contiene la novela.
- Localiza los errores que contiene el texto y di por qué son relevantes en esta secuencia.
***
El fragmento de la historia corresponde a la primera cita entre Susana Grey (antigua profesora de Fátima) y el inspector.
Susana le había propuesto ir a tomar algo a un local alejado de la
ciudad al que solía ir sola. El inspector no contaba con ello, ambos
salían del ascensor donde Fátima había sido raptada y acababan de
escuchar, en la casa de la niña, cómo del otro lado del teléfono una voz
repetía su nombre.
El inspector aceptó, lo había cogido desprevenido. Él ni siquiera sabía si quería ir.
Estaban en el coche de Susana e iban hablando, no iba a ser la primera vez que sucediera esto.
La música que suena en el coche describe a Susana Grey. Siempre
escucha a Ella Fitzgerald u otros artistas de jazz (en una escena
posterior sonará Just friends para caracterizar la relación entre
Susana y Ferreras). Pero lo más curioso es cómo la luna está siempre
presente en las canciones que escucha, ya que hay que tener presente que
el violador sólo actúa las noches de luna llena.
La música hablará de Susana a lo largo de todo el libro, de la sumisión a su antes marido y de sus sentimientos.
En el fragmento, los errores están relacionados con los artistas y
las canciones y, por lo tanto, la descripción de Susana es otra y las
sensaciones que se desprenden también. Nirvana no pertenece a su
discoteca, la voz masculina y ronca de Leonard Cohen no suena en el
coche y no es E. L. James, la autora de 50 sombras de Grey, quien creía que todos los libros hablaban
de la luna.
El inspector transmite frío. Su mujer está en un sanatorio porque él
la llevó a un estado de ausencia y desolación durante los años pasados
en Bilbao. No es capaz de tomar la determinación de dejarla, aunque
tenga claro que no la quiere y, con todo, está dentro del coche de
Susana escapando de la ciudad y el ruido de su vida.
Todos los personajes que aparecen en la novela se van entrelazando de
una forma u otra, como aquí el inspector y la que hasta hace un tiempo
era una profesora totalmente desconocida para él. Cada personaje filtra
su punto de vista en un capítulo mediante el narrador multiselectivo en
estilo indirecto libre. El inspector piensa en este episodio “Quería que
volviera, y no sólo del sanatorio...” como el violador piensa sobre sus
padres en otros, o el padre de Fátima se siente culpable.
El hecho de que un viaje en coche pueda ocupar casi un capítulo (en
un libro con un argumento de novela negra) demuestra que el autor busca
algo más. Se emplea una estructura de rebobinado reiterado en paralelo,
esto es, los personajes cuentan la misma situación desde sus
correspondientes perspectivas y reviven continuamente escenas del
pasado. Tal estructura provoca un ritmo lento, que una vez más no se
corresponde con la novela de género, y es que no lo es. El autor conduce
al lector a la reflexión y se ayuda de todas las intervenciones,
mediante el estilo indirecto libre, de los personajes.
La luna, la música, el norte y el sur, las miradas... son excusas y
elementos que se repiten una y otra vez y que no hablan de otra cosa que
no sea la naturaleza perversa del hombre.
Lola Mosquera
&
Apollo 16 Onboard Photograph
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