EL ORIGEN DEL CAPITALISMO
La concepción capitalista de la economía se fue conformando a lo largo del Renacimiento. Durante la Edad Media, la riqueza había sido considerada patrimonio exclusivo de la nobleza y de la Iglesia. El sistema estamental otorgaba una obligación a cada grupo social y el peso de la producción económica recaía sobre el pueblo llano; la riqueza de nobles y clérigos debía servir, entre otras cosas, para atender las necesidades del pueblo en caso de malas cosechas. La propiedad privada existía, pero el sentimiento colectivo de cada estamento borraba muchos deseos individuales. La reaparición de las ciudades y las prácticas artesanales y comerciales abrieron un nuevo campo en materia laboral, se podía trabajar en otras actividades que no fueran las agrícolas. Pero hasta que no se impuso la economía monetaria, las cosas no cambiaron realmente.
Durante muchos siglos la idea de riqueza había ido unida a la de posesión de tierras y, de hecho, muchos de los primeros comerciantes invirtieron sus ganancias en la compra de terrenos. Pretendían con ello emular a los señores feudales, que no sólo habían poseído tierras, sino que éstas habían sido, en gran medida, la fuente de su poder político y jurídico, pero la aparición de las monarquías autoritarias rompió el sistema estamental, al arrebatar a los señores feudales el poder político y jurídico, que hasta entonces habían ostentado. A partir de ese momento, la riqueza ya sólo podía ofrecer el poder económico y la mentalidad colectiva fue cambiando poco a poco sus criterios.
El dinero ya no tenía por qué emplearse en la compra de terrenos, pues el poder que ofrecía era el económico y ése lo daba por sí mismo. Surgió así el concepto de capital y las nuevas formas de su utilización. Con dinero se podían financiar empresas mercantiles en las que el que lo arriesgaba, tenía derecho a una ganancia, pero también se podían comprar materias primas y mano de obra que las trabajara (manufacturas a domicilio), lo que también daba derecho a un beneficio, por el simple hecho de la posesión de un capital. Así pues, el uso del dinero pronto tuvo como finalidad su propio incremento.
Esta nueva forma de entender la riqueza estuvo muy en relación con el individualismo renacentista, ya que el poder económico no exigía la vinculación a ningún estamento, ni a otros individuos (lazos personales de vasallaje o de señorío) sino que, por el contrario, el éxito económico era símbolo de éxito personal individual.
La nueva mentalidad capitalista no se desarrolló de igual modo en todos los países. Los condicionantes religiosos fueron determinantes en la nueva mentalidad económica, ya que, mientras el catolicismo condenaba la usura (la producción de dinero a través del préstamo) el protestantismo mantenía la idea de que la riqueza debía considerarse como un don divino, con independencia de su origen. Por ello, el nacimiento de las sociedades capitalistas sería más temprano en los países de influencia protestante.
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