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lunes, 22 de enero de 2018

EL GRUPO POÉTICO DEL 27


La generación del 27.

   En los años veinte, se abrió paso una pro­moción de poetas de calidad excepcional que condujo a las letras españolas a uno de sus momentos más brillantes. Este grupo vivió en un contexto cultural común, con las vanguar­dias como trasfondo. El nacimiento de estos poetas en fechas cercanas, el compañerismo y la amistad que se profesaron, la influencia y el intercambio cul­tural entre ellos hicieron que Dámaso Alonso acuñara la expresión generación del 27. En torno a 1927, se publicaron revistas importantes: Verso y prosa, Carmen y Lola, junto con Litoral (1926), y libros significativos: Perfil del aire (Cernuda), El alba del alhelí (Alberti), Romancero gitano (Lorca), Ámbito (Aleixandre) y Cántico (Guillén).
   Entre los poetas más destacados del grupo figuran Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Dámaso Alonso. Pero hay otros nombres estrechamente unidos al grupo que no aparecen en la relación del 27 porque la Guerra Civil motivó su muerte o los obligó al exilio, entre ellos, María Teresa León, Juan Larrea, Pedro Garfias, Juan José Domenchina y Juan Chabás.
   Como señalaba Dámaso Alonso, «lo primero que hay que notar es que esa generación no se alza contra nada». Junto a su cosmopolitismo y apertura hacia las aportaciones que llegaban de Europa o América, los poetas del 27 valoraron el pasado lejano e inmediato y rescataron autores y estilos diversos, realizando una verdadera síntesis de vanguardia y tradición.
   Del pasado literario español, rescataron formas de la poesía tradicional (canciones, villancicos, romances), en la tendencia conocida como neopopularismo; de la poesía del Siglo de Oro, prestaron especial atención a Góngora, en quien reconocían la capacidad de crear una realidad poética propia y de renovar una retórica estereotipada, pero también a Garcilaso, san Juan, Lope o Quevedo; de la poesía del siglo XIX, recibieron la influencia del inti­mismo de Bécquer, de las innovaciones métricas y el uso de las imágenes de Darío, de la concepción de la realidad como algo que puede ser pensado, soñado o imaginado de Unamuno y Machado, y establecieron relación directa con la poesía simbolista, esencialmente la de Mallarmé y Valéry.
   La estancia de muchos de ellos en países europeos y el dominio de otras lenguas les permitió conocer de primera mano a los grandes poetas contemporáneos: Apollinaire, Cendrars, Eluard, Aragon, Eliot... De las vanguardias, incorporaron diferentes temas y recursos, aunque no se decantaron por ninguna en particular. En el panorama español, valoraron la obra de Cansinos Assens, Guillermo de Torre y, sobre todo, Gómez de la Serna.

   En los jóvenes poetas de la generación del 27, ejercieron un magisterio fundamental dos figuras clave en la cultura de la época:

  • Juan Ramón Jiménez. Fue un verdadero guía en la iniciación literaria de muchos de ellos a través de la revista Indice V de sus observaciones críticas. Su poesía pura constituyó el referente poético más claro en el panorama español, sobre todo a partir de Diario de un poeta recién casado.
  • José Ortega y Gasset. La influencia de Ortega fue ideológica y teórica. En La deshumanización del arte (1925), estableció las características del nuevo arte a partir de la observación de la literatura de su época: deshumaniza­ción y autonomía de la obra artística, arte de minorías, intranscendencia2, juego, ironía y predominio de la metáfora.


   Los grandes asuntos del ser humano —el amor, el universo, el destino, la muerte— pueblan las obras de los poetas del 27. Aun así, se observa que los motivos temáticos están relacionados con la apreciaci6n que tuvieron estos creadores de los avances técnicos, del desarrollo urbano, de la eclosión artística. Y también del sentido de la libertad como un principio que abarca todas las vivencias del individuo:

  • La ciudad. Aparece unida a la visión futurista, impregnada de optimismo. Los poetas del 27 amaron la ciudad, valoraron el confort, el cine, la publi­cidad; pero también observaron el aspecto negativo del desarrollo urbano.
  • El amor. Se presenta como la plenitud del individuo, y admite todas las manifestaciones posibles, con un sentido de libertad: amor heterosexual y también homosexual. Sin embargo, el choque entre esta actitud y la reali­dad en que vivían llevó muchas veces al dolor.
  • Las artes. Influidos claramente por las vanguardias literarias, las artes se convirtieron en tema de creación poética.
  • La naturaleza. Concebida unas veces como entorno, en otras se convierte en parte del yo poético, que llega en algunos casos a una visión panteísta.


   Guillén afirmó, años más tarde, que los poetas de su generación «hablaban por imágenes», y con ellas consiguieron la renovación del lenguaje poético. Cultivaron tanto la imagen como la imagen visionaria, que relaciona los objetos, no por su semejanza física, sino por las emociones que despiertan. Estos escritores combinaron, además, la práctica de formas métricas tradicionales con la del verso libre y la consecución del ritmo por el lugar que ocupan las palabras en el poema.


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