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viernes, 28 de octubre de 2016

CÁLCULO DE ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS

HISTORIA DE UNA HORA

   Como sabían que la señora Mallard padecía del corazón, se tomaron muchas precauciones antes de darle la noticia de la muerte de su marido.
   Su hermana Josephine se lo dijo con frases entrecortadas e insinuaciones veladas que lo revelaban y ocultaban a medias. El amigo de su marido, Richards, estaba también allí, cerca de ella. Fue él quien se encontraba en la oficina del periódico cuando recibieron la noticia del accidente ferroviario y el nombre de Brently Mallard encabezaba la lista de «muertos». Tan sólo se había tomado el tiempo necesario para asegurarse, mediante un segundo telegrama, de que era verdad, y se había precipitado a impedir que cualquier otro amigo, menos prudente y considerado, diera la triste noticia.
   Ella no escuchó la historia como otras muchas mujeres la han escuchado, con paralizante incapacidad de aceptar su significado. Inmediatamente se echó a llorar con repentino y violento abandono, en brazos de su hermana. Cuando la tormenta de dolor amainó, se retiró a su habitación, sola. No quiso que nadie la siguiera.
   Frente a la ventana abierta descansaba un amplio y confortable sillón. Agobiada por el desfallecimiento físico que rondaba su cuerpo y parecía alcanzar su espíritu, se hundió en él.
   En la plaza frente a su casa, podía ver las copas de los árboles temblando por la reciente llegada de la primavera.
   En el aire se percibía el delicioso aliento de la lluvia. Abajo, en la calle, un buhonero gritaba sus quincallas. Le llegaban débilmente las notas de una canción que alguien cantaba a lo lejos, e innumerables gorriones gorjeaban en los aleros.
   Retazos de cielo azul asomaban por entre las nubes, que frente a su ventana, en el poniente, se reunían y apilaban unas sobre otras. Se sentó con la cabeza hacia atrás, apoyada en el cojín de la silla, casi inmóvil, excepto cuando un sollozo le subía a la garganta y le sacudía, como el niño que ha llorado al irse a dormir y continúa sollozando en sueños.
   Era joven, de rostro hermoso y tranquilo, y sus facciones revelaban contención y cierto carácter. Pero sus ojos tenían ahora la expresión opaca, la vista clavada en la lejanía, en uno de aquellos retazos de cielo azul. La mirada no indicaba reflexión, sino más bien ensimismamiento.
   Sentía que algo llegaba y lo esperaba con temor. ¿De qué se trataba? No lo sabía, era demasiado sutil y elusivo para nombrarlo. Pero lo sentía surgir furtivamente del cielo y alcanzarla a través de los sonidos, los aromas y el color que impregnaban el aire.
   Su pecho subía y bajaba agitadamente. Empezaba a reconocer aquello que se aproximaba para poseerla, y luchaba con voluntad para rechazarlo, tan débilmente como si lo hiciera con sus blancas y estilizadas manos. Cuando se abandonó, sus labios entreabiertos susurraron una palabrita. La murmuró una y otra vez: «¡Libre, libre, libre!». La mirada vacía y la expresión de terror que la había precedido desaparecieron de sus ojos, que permanecían agudos y brillantes. El pulso le latía rápido y el fluir de la sangre templaba y relajaba cada centímetro de su cuerpo.
   No se detuvo a pensar si aquella invasión de alegría era monstruosa o no. Una percepción clara y exaltada le permitía descartar la posibilidad como algo trivial.
   Sabía que lloraría de nuevo al ver las manos cariñosas y frágiles cruzadas en la postura de la muerte; el rostro que siempre la había mirado con amor estaría inmóvil, gris y muerto. Pero más allá de aquel momento amargo, vio una larga procesión de años venideros que serían sólo suyos. Y extendió sus brazos abiertos dándoles la bienvenida.
   En aquellos años futuros ella tendría las riendas de su propia vida.
   Ninguna voluntad poderosa doblegaría la suya con esa ciega insistencia con que hombres y mujeres creen tener derecho a imponer su íntima voluntad a un semejante. Que la intención fuera amable o cruel, no hacía que el acto pareciera menos delictivo en aquel breve momento de iluminación en que ella lo consideraba.
   Y a pesar de esto, le había amado, a veces; otras, no. Pero qué importaba, qué contaba el amor, el misterio sin resolver, frente a esta energía que repentinamente reconocía como el impulso más poderoso de su ser.
   —¡Libre, libre en cuerpo y alma! —continuó susurrando.
   Josephine, arrodillada frente a la puerta cerrada, con los labios pegados a la cerradura le imploraba que la dejara pasar.
   —Louise, abre la puerta, te lo ruego, ábrela, te vas a poner enferma. ¿Qué estás haciendo, Louise? Por lo que más quieras, abre la puerta.
   —Vete. No voy a ponerme enferma.
   No; estaba embebida en el mismísimo elixir de la vida que entraba por la ventana abierta.
   Su imaginación corría desaforada por aquellos días desplegados ante ella: días de primavera, días de verano y toda clase de días, que serían sólo suyos. Musitó una rápida oración para que la vida fuese larga. ¡Y pensar que tan sólo ayer sentía escalofríos al pensar que la vida pudiera durar demasiado!
   Por fin se levantó y ante la insistencia de su hermana, abrió la puerta. Tenía en los ojos un brillo febril y se conducía inconscientemente como una diosa de la Victoria. Agarró a su hermana por la cintura y juntas descendieron las escaleras. Richards, erguido, las esperaba al pie.
   Alguien intentaba abrir la puerta con una llave. Brently Mallard entró, un poco sucio del viaje, llevando con aplomo su maletín y el paraguas. Había estado lejos del lugar del accidente y ni siquiera sabía que había habido uno. Permaneció de pie, sorprendido por el penetrante grito de Josephine y el rápido movimiento de Richards para que su esposa no lo viera.
   Pero Richards había llegado demasiado tarde.
   Cuando los médicos aparecieron, aclararon que Louise había muerto del corazón —de la alegría que mata.


RICHARD FORD, Antología del cuento norteamericano, Galaxia Gutenberg, Madrid, 2002.
&
Isao Tomoda

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Calcula la estructura de las secuencias del listado posterior, tomando como modelo este ejemplo:
Cuando los médicos aparecieron, aclararon que Louise había muerto del corazón
[Oración monoclausal compleja // Oración compuesta que contiene una oración subordinada adverbial temporal y una oración subordinada sustantiva de CD]

(CIR TIEMPO) SUJETO [Ø] PREDICADO CD

[Cuando los médicos aparecieron: oración subordinada adverbial temporal
(C CIR TIEMPO) : [(CIR TIEMPO & RELATOR) SUJETO PREDICADO]
[que Louise había muerto del corazón: oración subordinada sustantiva de CD
RELATOR SUJETO PREDICADO (CIR CAUSA)
cuando: adverbio de tiempo
que: conjunción completiva

En este enlace está la información relevante: La oración compuesta de la gramática tradicional. 
 
  1. Como sabían que la señora Mallard padecía del corazón, se tomaron muchas precauciones.
  2. Fueron muy prudentes antes de darle la noticia de la muerte de su marido.
  3. Se había tomado el tiempo necesario para asegurarse de que era verdad.
  4. Agobiada por el desfallecimiento físico que rondaba su cuerpo, se hundió en el sofá.
  5. Le llegaban débilmente las notas de una canción que alguien cantaba a lo lejos, e innumerables gorriones gorjeaban en los aleros.
  6. Su rostro era joven y hermoso, pero sus ojos tenían ahora la expresión opaca.
  7. Sentía que algo llegaba y lo esperaba con temor.
  8. El pulso le latía rápido y el fluir de la sangre relajaba cada centímetro de su cuerpo.
  9. Que la intención fuera amable, no impedía que el acto pareciera menos delictivo.
  10. Josephine, arrodillada frente a la puerta cerrada, con los labios pegados a la cerradura le imploraba que la dejara pasar.
  11. Musitó una rápida oración para que la vida fuese larga.
  12. Agarró a su hermana por la cintura y juntas descendieron las escaleras.


viernes, 21 de octubre de 2016

TRISTE, MUY TRISTEMENTE, Rubén Darío

TRISTE, MUY TRISTEMENTE

Un día estaba yo triste, muy tristemente
viendo cómo caía el agua de una fuente.

Era la noche dulce y argentina. Lloraba
la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba
la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,
diluía la lágrima de un misterioso artista.

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.



Señala el tema del poema y comenta de qué mecanismos lingüísticos o figuras retóricas se sirve para convertir su discurso en arte. Detecta todos los elementos que puedan ser considerados modernistas.




Georges Seurat

AFORISMOS, Oscar Wilde

OSCAR WILDE, El arte de conversar, Atalanta, Girona, 2007, 238 páginas.


Uno siempre puede ser amable con la gente que no le importa.
***
Hoy día la gente conoce el precio de todo y el valor de nada.
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Todo arte es inmoral. La emoción por la emoción es la meta del arte. Y la emoción por la acción es la meta de la vida.
***
La vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida.
***
El arte es nuestra vigorosa protesta, nuestro heroico intento de enseñarle su sitio a la Naturaleza.
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Vivir es la cosa más rara del mundo. La mayoría de la gente sólo existe.
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El mundo es el escenario, pero la obra tiene un pésimo reparto.
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Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance para toda la vida.

jueves, 20 de octubre de 2016

EL MODERNISMO A TRAVÉS DE LA FIGURA DE RUBÉN DARÍO



DE INVIERNO

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.
                                                                                    (Azul...)
&
Ramón Casas

miércoles, 19 de octubre de 2016

ERIK SATIE: DE LA BOHEMIA AL MINIMALISMO




Jazzopedie from Remixdj on Vimeo.




EL ARTE EN LA CRISIS DEL FIN DE SIGLO

   La mayoría de los nuevos escritores tienen en común su actitud rebelde frente a los valores burgueses, en la que coinciden con gran parte de los movimientos artísticos europeos de la larga época que va desde mediados del siglo XIX hasta más allá de la Primera Guerra Mundial (decadentismo, malditismo impresionismo, nihilismo, fauvismo, etc.). En su repulsa del gigantismo industrial de la sociedad capitalista, estos artistas jóvenes adoptan diferentes posturas, no sólo estéticas, sino también ideológicas: el socialismo de Unamuno y Maeztu, el anarquismo peculiar de Martínez Ruiz y Baroja, el carlismo de Valle-Inclán. Este radicalismo ideológico de los nuevos escritores de fin de siglo procedentes en su casi totalidad de medios sociales pequeñoburgues, no es ajeno a la crisis del pensamiento positivista ni a las contradicciones que en la conciencia burguesa genera una sociedad en proceso de cambio acelerado. Se oponen, así, frontalmente a la mediocridad de la sociedad española de la Restauración, y ello tanto a través de su compromiso político como de actitudes irreverentes de todo tipo. Es la época del anarquista literario, del bohemio, del dandy, del escritor maldito. Se identifica en muchos casos revolución social con subversión moral, y de ahí la propensión a la provocación, a las conductas antisociales y amorales, al deseo de épater le bourgeois. Con el paso de los años, la inutilidad práctica de sus esfuerzos y su progresiva integración social atenuará hasta la desaparición ese radicalismo de juventud. Será entonces el momento en que se hagan más evidentes en muchos de estos escritores rasgos que, en alguna medida, ya estaban presentes desde un principio en sus obras: desconfianza en la razón, cierto aristocratismo, marcada propensión al individualismo, visión literaturizada de la vida, pesimismo, etc. Pasan entonces a primer plano en sus textos el paisaje, las viejas ciudades, el tedio vital, los personajes abúlicos e indolentes... Pero debe insistirse en que todo ello no es un rasgo particular y exclusivo de los escritores españoles de este momento, supuestamente agobiados por la sensación de decadencia y desastre que acompañaría a la pérdida en 1898 de las últimas colonias, sino que estamos ante un fenómeno mucho más general que tiene su correlato evidente en las letras europeas de esta época.

&
Ramón Casas

martes, 18 de octubre de 2016

DANDISMO Y BOHEMIA: PUNKS ANTES DE TIEMPO

‘Punk’ antes de tiempo [antes de los movimientos beatnik, hippies o underground...]

Si Wilde terminó hundido, fue por dinamitar esa norma social. “Esa era la esencia de la época victoriana: todas las formas de vida estaban autorizadas, siempre que fuera a escondidas”, ironiza Dantzig. Fue en la capital francesa donde murió en la miseria, en el otoño de 1900, tras cumplir su condena de dos años de trabajos forzados en Inglaterra. Hoy sigue enterrado en el cementerio parisiense de Père-Lachaise.



Arthur Rimbaud fue un atleta del abismo que no se conformó con asomarse a él, sino que quiso robarle sus imágenes, sus visiones, su caída.



lunes, 17 de octubre de 2016

LA CRISIS DE FIN DE SIGLO: MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98

La reacción antiburguesa ante la mercantilización del arte: el arte por el arte.

Estetas, decadentes y malditos: dandismo y bohemia.

El irracionalismo antipositivista: ocultistas y simbolistas.

Modernismo y Generación del 98: Rubén Darío y la regeneración del lenguaje literartio

viernes, 14 de octubre de 2016

MISTER RED: ANÁLISIS MORFOLÓGICO


El público de antes era más sensible a la profesionalidad. Exigía a cada artista un armonioso despliegue de ingenio escénico y un irrenunciable grado de sorpresa, aunque sin alardes inútiles, ya que la extravagancia era un recurso muy poco apreciado y muchos artistas fracasaban a causa de sus afanes de exhibicionismo y desmesura—como les ocurrió, por ejemplo, al mago Pascuali y a Richard el humorista. La caballerosidad se apreciaba. Se aplaudía el saber estar en el escenario. El esfuerzo por agradar era un valor.


En los enlaces, la lectura y la tarea.

Ilustración: Manolo Hugué

miércoles, 5 de octubre de 2016

RESUMEN O ESQUEMA DE IDEAS Y COMENTARIO CRÍTICO




  Es raro el día que no me cruzo con turistas. No bien atravieso el portal de mi casa, me encuentro con ellos, esa gente que viaja por placer, según nos enseña el María Moliner que es un turista. Los veo enfrente de mi domicilio, deslumbrados por el skyline de Barcelona. También es raro el día en que no me preguntan algo. Dado que mi vivienda está en el trayecto que tienen que hacer para llegar al Parc Güell, se me acercan con sus planos desplegados. Algo desorientados me preguntan por el camino exacto que los lleve hasta Gaudí.
   Estas Navidades invité a unos amigos a cenar en un restaurante de la plaza Real. Es un restaurante italiano cuya especialidad son las pizzas. Mis amigos dudaron. Un restaurante en el corazón del turismo de masas, entre la turba invasiva, qué podría ofrecernos sino una comida prefabricada. Cuando terminamos de cenar, mis amigos reconocieron la calidad de lo ingerido y, sobre todo, la calidad de los calamarcitos fritos como si los estuviéramos deglutiendo  en el Albaicín de Granada. Subimos, luego, por las Ramblas hasta plaza Catalunya. Allí nos despedimos y nos deseamos un feliz 2015. Yo, contento, porque me pareció que había ganado para mi causa a unos buenos amigos.
   Mi causa es que no podemos pasarnos toda la vida estigmatizando a los turistas. No podemos seguir creyendo que ya no se puede caminar por las Ramblas porque ellos, además de ensuciar, nos robaron el espacio. Que yo sepa, los turistas no nos echaron de ningún lado. No nos echaron de las Ramblas porque la progresía comprometida (la pija no bajó nunca, ni siquiera en los años setenta), esa progresía de la que yo formo también parte, se marchó sola. Desertamos de las Ramblas mucho antes del 92. Otra cosa muy distinta es exigir una mejor gestión del turismo. Si alguien cree que el turismo con valor añadido y no solo depredador se puede poner en práctica en Barcelona, no tendré ninguna objeción que hacer. Pero sí la tengo y la tendré con ese sector de la inteligencia barcelonesa que va elaborando una ideología de la precaución respecto a ese contaminante calor de masas que no es de casa nostra.
   Si insistimos tanto en la necesidad de limpiar (palabra que suele usarse, no sé con cuánta mayor o menor conciencia de su peligrosísima connotación) de turistas el centro de Barcelona para que podamos recuperar nuestro paraíso perdido, creo que estaremos al borde de pisar terreno pantanoso, tan pantanoso como una disimulada xenofobia disfrazada del ideal de espacio público.

(J. Ernesto Ayala-Dip, El País, 7 de enero de 2015, adaptación)

COMENTARIO CRÍTICO, TAMARA MONTERO

   La vida y la dignidad de una persona cuestan exactamente 20.000 euros. Lo que un juez dictaminó que tenía que pagar Tiziana Cantone a diferentes webs y redes sociales en compensación por retirar unos vídeos sexuales. Vídeos que destrozaron su vida y que la empujaron al suicidio. Vídeos grabados por la persona en que había depositado su confianza. Vídeos que acabaron trascendiendo lo audiovisual. Dieron la vuelta al mundo. Se convirtieron en camisetas. Hicieron canciones, memes, bromas y chascarrillos. Se convirtieron en materia de debate en canales televisivos. Esos vídeos, que nunca debieron haber salido del ámbito privado, la obligaron a cambiarse de ciudad. A intentar cambiarse de nombre para huir del escarnio público, de la denigración más absoluta. Para intentar recomponer su vida después de ser masacrada por algo de lo que nadie debía haberla culpado. Pero no pudo. No pudo huir de aquello, de lo que la había reducido de persona a bufón del mundo entero. La única salida que encontró fue suicidarse. Y lo más trágico de este asunto es que ha sido la sociedad entera la que ha empujado a una víctima a ahorcarse, mientras que los culpables siguen disfrutando de una vida tranquila. Anónima. Los culpables son los que colgaron el vídeo, sí, pero más culpables somos los que formamos parte de una sociedad que se ha cebado en la víctima y no en el verdugo. Los machistas 2.0.  


TAMARA MONTERO, La Voz de Galicia, 19 de septiembre de 2016.

***
   Por motivos históricos la sociedad actual está marcada por el machismo. La figura del hombre se antepone a la de la mujer.
   Cuando tratamos el tema de la sexualidad femenina, que ha sido convertido en tabú por el propio machismo, son varias las conceptualizaciones que nos llevan a la misma acusación: la mujer es un ser promiscuo.
   Tiziana Cantone, como muchas otras mujeres, ha sido víctima del machismo. La aparición de vídeos en la redes protagonizando actos sexuales, la expuso ante una sociedad que la criticó sin reparo y que se rió y burló de ella de infinitas formas, una sociedad que se regocijó con el contenido de los vídeos, y se olvidó por completo de los sentimientos de la víctima, la cual, probablemente, nunca pensó que esos vídeos grabados en la intimidad jamás saldrían a la luz, y, mucho menos, que su vida acabaría condicionada por ellos.
   Ella cometió más de un error, pero la mayor parte de la culpa es de todos aquellos que se apoderaron de la privacidad de la joven, sí. Ha sido la sociedad la que la ha empujado al suicidio tras maltratarla psicológicamente.
  
   Lorena Fernández
  
   ***
   La libertad individual, como derecho indiscutible de cualquier ser humano, puede acabar siendo cuestionada ante casos como este. Tiziana Cantone ejerció, más o menos acertadamente, su derecho a la libertad grabando unos vídeos de contenido sexual sin intención de que tuvieran la trascendencia más tarde obtenida y cuyo precio fue su vida.
   Si la intención de la joven era guardarse el vídeo para ella, enviárselo a una persona o a un grupo reducido de ellas, me pregunto en qué momento se le ocurrió a alguien empezar a difundirlo sabiendo que, en el mundo globalizado en el que vivimos, en cuando un archivo entra en Internet no hay manera de borrarlo.
   Por otra parte, la sociedad, desgraciadamente, no sorprendió con un ejercicio de humanidad y empatía e hizo lo propio de un conjunto de personas esclavas de un sistema patriarcal, egoístas y morbosas que atacan a los que son considerados débiles como si de la selva se tratara: se mofaron de la chica, sin escrúpulos, sin remordimientos. No se pararon a pensar lo que ella podría estar sintiendo. Es más, algunos aprovecharon para hacer negocio con el caso vendiendo camisetas y otros productos. También a todo esto se sumó la justicia, que obligó a Tiziana Cantone a pagar 20.000 euros a las páginas que contenían su vídeo por bloquearlo. Algo tan llamativo como si le obligan a un atracado a pagarle a su atracador o a la familia de un muerto a su asesino.
   Lo que está claro es que nadie se puso en la piel de la joven y ante esta situación de humillación y desprecio, ésta decidió quitarse la vida. Si la libertad es un derecho básico, más lo es aún vivir. Tiziana Cantone se ahorcó y a esto lo llamamos suicidio porque a los asesinos, a todos nosotros, nos asusta saber lo crueles que podemos llegar a ser los seres humanos.
  
   Inés López Couceiro
  
   ***
   En la última década las redes sociales han irrumpido en la sociedad con una fuerza arrolladora, y es la unión de ambas la que puede llevar tanto a las acciones más honorables como a los crímenes más terribles. Tanto es así que, como muestra el artículo de Tamara Montero, pueden llevar al mismísimo suicidio.
   Sería lo más fácil culpar a las redes en sí, y es lo que la mayoría hace, pero no olvidemos que no son más que una herramienta que las compañías que las poseen ponen en manos del público, y en las que nadie está obligado a entrar. Quien se registra, lo hace por decisión propia y decide qué muestra al mundo. Al mundo, en el sentido más amplio de la expresión. Porque en el momento en el que cualquier información se publica, se deja de tener control sobre ella y pasa a ser tanto propiedad de la empresa (ya que sus beneficios se obtienen de la venta de información) como de dominio público.
   El verdadero problema comienza cuando un individuo decide usar el trampolín que se pone a su alcance para hacer daño, y es que el anonimato que, hasta cierto punto, permiten los perfiles, da las garantías suficientes de quedar impune. Y en cuanto trasciende la pantalla, lo que quiera que se haya publicado se convierte, en mayor o menor medida, en tema de juicio. Porque el ser humano se cree, inherentemente, poseedor de la verdad absoluta y, por tanto, con derecho a juzgar todo lo que se le ponga delante, sin importar a quién pueda dañar con ello, bien porque no se piensa que un simple comentario pueda hacer mal alguno, bien porque se carece de empatía.
   Mientras tanto, la bola de nieve sigue su avance. Lenta al principio, coge velocidad e inexorablemente se convierte en una avalancha en cuanto el primer programa de televisión lo trata, haciendo que las demás cadenas también lo hagan y llegando a todo aquel que aún no conociera lo acaecido. Y a su vez, todo el mundo juzga a través de una información que suele estar polarizada hacia una opinión predeterminada.
   En medio de la vorágine de opiniones, insultos e incluso amenazas, poca gente se molesta en ver más allá del titular, en buscar por qué se habrá subido o quién puede haberlo hecho. Pensar supondría un esfuerzo, equivaldría a llevar la contraria a la mayoría. Es mucho más sencillo seguir a la opinión común y, ocurra lo que ocurra, culpar finalmente a una sociedad de la que no se cree formar parte.
  
   Antón Iglesias
  
   ***
   Tamara Montero alude a la culpabilidad de la sociedad por criticar a la víctima y no al causante de todo esto. Las burlas y memes de los medios hicieron de ella un personaje público del que todo el mundo opinaba, mientras que la gran mayoría desconocía la identidad del culpable.
   Tiziana Cantone cometió un gran acto de irresponsabilidad al enviar el vídeo, pues la red nos convierte en vulnerables, pero mayor fue el acto de deslealtad del chico que lo recibió. En un intento de demostrar superioridad y prepotencia, decidió compartirlo.
   Este tipo de sucesos son muy habituales, ya que podemos englobarlos en las noticias por acoso. Deberíamos cuestionarnos el porqué de estas situaciones. La necesitad de demostrar que se es mejor que los compañeros en muchos ámbitos del día a día (estudios, deportes...) puede originar el deseo de ser superior. Siempre se escucha que ser el mejor es complicado, pero que se debe luchar por ello. A veces, lo que ocurre es que no se miden las consecuencias de los actos, solo se ve el objetivo. Si para ello se pisa a alguien por el camino, no importa, pues será un rival menos.
   Los partidarios de esos pensamientos de que el fin justifica los medios, una idea antigua expresada por Nicolás Maquiavelo, no tienen en cuenta los daños morales que causan. Por todo ello, se deben apoyar las conductas positivas, pero también rechazar las negativas, no solo ignorarlas o incluso darles más importancia. Ambos son culpables, ella por cometer un acto irresponsable y descuidado, y él por obrar bajo el despecho y la superioridad; sin embargo, la sociedad los trata de diferente modo, cebándose, especialmente, con la víctima.

Sofía Pena Freire

   En una sociedad en la que la privacidad es un privilegio que pocos tienen y tampoco muchos quieren, todo está al descubierto, tanto si queremos como si no.
   En el momento en que compartimos algo íntimo, debemos tener en cuenta que deja de ser nuestro, ya que en Internet todo está sometido a millones de críticos que no pasarán por alto ninguno de nuestros errores. Es obvio que no todo puede gustar a todo el mundo, pero la sociedad ya ha creado unos estereotipos de lo que es aceptable y de lo que no, para que no tengamos que decidirlo nosotros mismos.
   Nos encontramos ante una población con falta de empatía, egoísta, en la que lejana queda la ayuda desinteresada al prójimo, y en la que domina el egocentrismo. En el momento en el que resulta más importante obtener beneficio a costa de las equivocaciones de otros, que analizar las causas que llevan al suicidio a una joven, entonces, queda claro el rumbo que está tomando el ser humano.
   Cuando hablamos de acoso nos referimos a niños que ejercen la crueldad contra otros niños, pero más allá de esta acción de inmadurez de alguien que todavía está formándose como persona, se esconde el rígido esquema social que se fue creando con generaciones anteriores. Los niños crecen viendo a sus padres, y las actitudes que ellos adoptan, en gran parte, conformarán el carácter del que será adulto. Cuando la única solución que encuentra una joven es el suicidio, ello significa que el problema va más lejos de su entorno, que ya no son sólo palabras insignificantes e inmaduras, significa que la población entera se encuentra más segura juzgando desde el exterior, y no parándose a pensar que es un problema real, serio, y de desconexión con el mundo que nos rodea. Éste no fue un caso aislado, porque tampoco fue causado por actos aislados, ya que ésta es una sociedad machista, en la que la figura de la mujer es calificada y etiquetada con inmensidad de adjetivos no siempre buenos.
   Las chicas que se ven obligadas a realizar este tipo de vídeos para llamar la atención no están exentas de culpa, pero no hay que olvidar que el origen de todo son las personas en conjunto, que cada vez se aíslan más del mundo a través de Internet, creyendo que las imágenes que contemplan no pertenecen a vidas reales.
  
Cristina Díaz Bermúdez

Ilustración: Edward Weston

martes, 4 de octubre de 2016

RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO, TAMARA MONTERO


  La vida y la dignidad de una persona cuestan exactamente 20.000 euros. Lo que un juez dictaminó que tenía que pagar Tiziana Cantone a diferentes webs y redes sociales en compensación por retirar unos vídeos sexuales. Vídeos que destrozaron su vida y que la empujaron al suicidio. Vídeos grabados por la persona en que había depositado su confianza. Vídeos que acabaron trascendiendo lo audiovisual. Dieron la vuelta al mundo. Se convirtieron en camisetas. Hicieron canciones, memes, bromas y chascarrillos. Se convirtieron en materia de debate en canales televisivos. Esos vídeos, que nunca debieron haber salido del ámbito privado, la obligaron a cambiarse de ciudad. A intentar cambiarse de nombre para huir del escarnio público, de la denigración más absoluta. Para intentar recomponer su vida después de ser masacrada por algo de lo que nadie debía haberla culpado. Pero no pudo. No pudo huir de aquello, de lo que la había reducido de persona a bufón del mundo entero. La única salida que encontró fue suicidarse. Y lo más trágico de este asunto es que ha sido la sociedad entera la que ha empujado a una víctima a ahorcarse, mientras que los culpables siguen disfrutando de una vida tranquila. Anónima. Los culpables son los que colgaron el vídeo, sí, pero más culpables somos los que formamos parte de una sociedad que se ha cebado en la víctima y no en el verdugo. Los machistas 2.0.
 

TAMARA MONTERO, La Voz de Galicia, 19 de septiembre de 2016.

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Tamara Montero sostiene que en la sociedad actual se tiende en muchos casos a, si no atacar, sí, al menos, a ridiculizar a la víctima en lugar de al culpable. Halla un ejemplo en el caso de Tiziana Cantone, quien, tras haber sufrido la difusión de unos vídeos de índole sexual, terminó por suicidarse, a causa del escarnio que anteriormente la había llevado a cambiar de ciudad y a intentar cambiar de identidad.

Antón Iglesias

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   Es impensable que en pleno siglo XXI sigamos sexualizando el cuerpo de la mujer. Después de tantos avances políticos, sociales y culturales, resulta difícil creer que aún siga existiendo gente que, aprovechándose de unos vídeos sexuales, logre denigrar a una persona. En este caso, a una mujer. Y sí, digo una mujer porque estoy segura de que si fuese al revés, no causaría tanto revuelo mediático. Nunca he oído un caso de un hombre que se haya quitado la vida porque un vídeo sexual suyo haya salido a la luz. Vídeos que, en el caso de Tiziana, no deberían haber trascendido. Ella simplemente tuvo la mala suerte de que los vídeos acabaran en las manos incorrectas. Gente que los difundió sin calcular las consecuencias que podrían alcanzar. Y motivaron que esta pobre chica terminase quitándose la vida. Existe un problema social: la trivialización del dolor de los demás. Tanto los que difundieron los vídeos como los que disfrutaron viéndolos o compartiéndolos, sin olvidarnos de los que bromeaban sobre ellos, no son conscientes de la dignidad de las personas que les rodean. Es terrible la muerte de Tiziana, tan terrible como el hecho de que esta frivolización del dolor siga existiendo y pueda ocasionar daños futuros a otras personas. Que una noticia de tal magnitud no nos extrañe y que sigamos culpabilizando a la víctima, sin pararnos a pensar en el daño que hacemos, es un síntoma evidente de que la sociedad está enferma. Deberíamos analizar los motivos que llevaron a esta protagonista al suicidio: aproximarnos a la vida vacía que llevaba, imaginar las vivencias infernales e insoportables que la empujaron a tomar tal decisión. Pese a todos los movimientos feministas, la igualdad de condiciones entre géneros y todas esas parafernalias progresistas, mientras sigamos culpando a una mujer y no a sus agresores, la nuestra seguirá siendo una sociedad asquerosamente machista.


Gema Pais Martínez 


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   A pesar de todo lo que las mujeres hemos conseguido a lo largo de los años, no cabe duda de que el machismo es algo cada vez más presente en nuestra sociedad. En este caso, la vida de Tiziana Cantone ha sido arrebatada por un estúpido sistema de valores que tacha de promiscua a cualquier mujer que ponga en manifiesto el ejercicio de su libertad sexual.
   Hoy en día cosas tan simples como caminar sola por la calle, ciertos puestos de trabajo, la vestimenta o una canon de belleza que obliga a la depilación, no son más que aspectos sociales en los que se reafirman las diferencias entre hombres y mujeres. Y aún es peor cuando se trata de la sexualidad: la sociedad sexualiza el cuerpo femenino hasta el punto de que las mujeres tenemos que vivir en un continuo estado de represión, a diferencia de los hombres. En consecuencia, si el caso de Cantone lo hubiese protagonizado un chico, éste sería considerado por la sociedad como alguien admirable, obviando el verdadero conflicto que supone la publicación de determinados contenidos que no deben trascender la intimidad del individuo.
   Todo esto no quiere decir que la exposición de la víctima en dichos vídeos haya sido inteligente o, incluso, moralmente correcta, pero ese no es el caso: el  problema procede una sociedad arcaica y de la que todos participamos, que provoca que aún hoy en día haya gente que viva soportando injustas y vetustas diferencias.

Irene García Pizarro
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 Tamara Montero nos habla de Tiziana Cantone igual que lo podría haber hecho de muchas otras mujeres que se ven en situaciones semejantes. El caso de Tiziana no es algo aislado; es frecuente en la sociedad de la información que la gente mande vídeos de carácter erótico a personas que consideran lo suficientemente cercanas. El problema se produce cuando se convierten en virales, sometiendo a la persona grabada (casi siempre una mujer) a la mofa y la humillación más absoluta por parte de una sociedad profundamente patriarcal y machista.
   La raíz del problema se vertebra sobre tres ejes: la cosificación y sexualización de la mujer, la cultura de culpabilización de la víctima y el anonimato que brindan las nuevas tecnologías.
   A pesar de que nuestra sociedad ha avanzado enormemente en muy poco tiempo, sigue quedando mucho por hacer y es que el machismo sigue estando muy presente; sólo existe un factor diferencial: se oculta mejor. La mujer se ha convertido en un objeto sexual para uso y disfrute del hombre, y es que es frecuente ver anuncios, series o películas en los que la figura de la mujer está cosificada. Es por esto que un pecho femenino está muchísimo más sexualizado que el de un hombre (como bien nos demuestra Instagram prohibiendo sólo los pezones femeninos en sus redes) y, por tanto, es la mujer la que se ve sometida a la presión de mandar vídeos eróticos a su pareja y de demostrar su atractivo. Además la sexualización de la mujer tiene un doble filo, ya que se espera de ella que sea eficiente sexualmente y dispuesta a complacer al hombre, pero al mismo tiempo se la reprime si trata de vivir su sexualidad de una manera libre.
   Por otra parte, resulta evidente que en nuestra sociedad es la víctima la que padecerá las miradas reprensivas y las voces acusatorias: que si no debería haber mandado el vídeo, que si se lo merece por promiscua, que si haciendo eso no se respeta a sí misma... En definitiva, parece que la culpa no es nunca del que mandó el vídeo sin consentimiento de la persona grabada, o de los que lo reprodujeron. El que divulgó el vídeo traicionó la intimidad de la otra persona, a sabiendas de que eso significaría la exposición una imagen pública de su imagen que jamás podrá volver a restaurar.
   No son fenómenos recientes la crueldad y la maledicencia. Las nuevas tecnologías, que facilitan tantos ámbitos de la vida, también permiten la difusión del mal desde el amparo del anonimato, que facilita la impunidad al que comete cierto tipo de fechorías. Además, la distancia de la pantalla propicia el aumento de la insensibilidad y libera a los cómplices del sentimiento de culpa.
    Está claro que debemos comprender y analizar la sociedad machista y digital en la que vivimos para poder resolver un problema tan grave como el escarnio que puede provocar la divulgación de la intimidad.
   
    Daniel Quintás
    

RESUMEN Y COMENTARIO CRÍTICO, TAMARA MONTERO


  La vida y la dignidad de una persona cuestan exactamente 20.000 euros. Lo que un juez dictaminó que tenía que pagar Tiziana Cantone a diferentes webs y redes sociales en compensación por retirar unos vídeos sexuales. Vídeos que destrozaron su vida y que la empujaron al suicidio. Vídeos grabados por la persona en que había depositado su confianza. Vídeos que acabaron trascendiendo lo audiovisual. Dieron la vuelta al mundo. Se convirtieron en camisetas. Hicieron canciones, memes, bromas y chascarrillos. Se convirtieron en materia de debate en canales televisivos. Esos vídeos, que nunca debieron haber salido del ámbito privado, la obligaron a cambiarse de ciudad. A intentar cambiarse de nombre para huir del escarnio público, de la denigración más absoluta. Para intentar recomponer su vida después de ser masacrada por algo de lo que nadie debía haberla culpado. Pero no pudo. No pudo huir de aquello, de lo que la había reducido de persona a bufón del mundo entero. La única salida que encontró fue suicidarse. Y lo más trágico de este asunto es que ha sido la sociedad entera la que ha empujado a una víctima a ahorcarse, mientras que los culpables siguen disfrutando de una vida tranquila. Anónima. Los culpables son los que colgaron el vídeo, sí, pero más culpables somos los que formamos parte de una sociedad que se ha cebado en la víctima y no en el verdugo. Los machistas 2.0.
 

TAMARA MONTERO, La Voz de Galicia, 19 de septiembre de 2016.

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Tamara Montero sostiene que en la sociedad actual se tiende en muchos casos a, si no atacar, sí, al menos, a ridiculizar a la víctima en lugar de al culpable. Halla un ejemplo en el caso de Tiziana Cantone, quien, tras haber sufrido la difusión de unos vídeos de índole sexual, terminó por suicidarse, a causa del escarnio que anteriormente la había llevado a cambiar de ciudad y a intentar cambiar de identidad.

Antón Iglesias

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   Es impensable que en pleno siglo XXI sigamos sexualizando el cuerpo de la mujer. Después de tantos avances políticos, sociales y culturales, resulta difícil creer que aún siga existiendo gente que, aprovechándose de unos vídeos sexuales, logre denigrar a una persona. En este caso, a una mujer. Y sí, digo una mujer porque estoy segura de que si fuese al revés, no causaría tanto revuelo mediático. Nunca he oído un caso de un hombre que se haya quitado la vida porque un vídeo sexual suyo haya salido a la luz. Vídeos que, en el caso de Tiziana, no deberían haber trascendido. Ella simplemente tuvo la mala suerte de que los vídeos acabaran en las manos incorrectas. Gente que los difundió sin calcular las consecuencias que podrían alcanzar. Y motivaron que esta pobre chica terminase quitándose la vida. Existe un problema social: la trivialización del dolor de los demás. Tanto los que difundieron los vídeos como los que disfrutaron viéndolos o compartiéndolos, sin olvidarnos de los que bromeaban sobre ellos, no son conscientes de la dignidad de las personas que les rodean. Es terrible la muerte de Tiziana, tan terrible como el hecho de que esta frivolización del dolor siga existiendo y pueda ocasionar daños futuros a otras personas. Que una noticia de tal magnitud no nos extrañe y que sigamos culpabilizando a la víctima, sin pararnos a pensar en el daño que hacemos, es un síntoma evidente de que la sociedad está enferma. Deberíamos analizar los motivos que llevaron a esta protagonista al suicidio: aproximarnos a la vida vacía que llevaba, imaginar las vivencias infernales e insoportables que la empujaron a tomar tal decisión. Pese a todos los movimientos feministas, la igualdad de condiciones entre géneros y todas esas parafernalias progresistas, mientras sigamos culpando a una mujer y no a sus agresores, la nuestra seguirá siendo una sociedad asquerosamente machista.


Gema Pais Martínez 


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   A pesar de todo lo que las mujeres hemos conseguido a lo largo de los años, no cabe duda de que el machismo es algo cada vez más presente en nuestra sociedad. En este caso, la vida de Tiziana Cantone ha sido arrebatada por un estúpido sistema de valores que tacha de promiscua a cualquier mujer que ponga en manifiesto el ejercicio de su libertad sexual.
   Hoy en día cosas tan simples como caminar sola por la calle, ciertos puestos de trabajo, la vestimenta o una canon de belleza que obliga a la depilación, no son más que aspectos sociales en los que se reafirman las diferencias entre hombres y mujeres. Y aún es peor cuando se trata de la sexualidad: la sociedad sexualiza el cuerpo femenino hasta el punto de que las mujeres tenemos que vivir en un continuo estado de represión, a diferencia de los hombres. En consecuencia, si el caso de Cantone lo hubiese protagonizado un chico, éste sería considerado por la sociedad como alguien admirable, obviando el verdadero conflicto que supone la publicación de determinados contenidos que no deben trascender la intimidad del individuo.
   Todo esto no quiere decir que la exposición de la víctima en dichos vídeos haya sido inteligente o, incluso, moralmente correcta, pero ese no es el caso: el  problema procede una sociedad arcaica y de la que todos participamos, que provoca que aún hoy en día haya gente que viva soportando injustas y vetustas diferencias.

Irene García Pizarro