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viernes, 30 de octubre de 2015

LA ILUSTRACIÓN. EL DESPOTISMO ILUSTRADO 02




EL SIGLO XVIII. LA ILUSTRACIÓN. EL DESPOTISMO ILUSTRADO.

   Durante el siglo XVIII se difundió desde Inglaterra y Francia por toda Europa la Ilustración, un vasto movimiento cultural que produjo un vuelco en la cultura y la sociedad de la época.
   La Razón es el principio fundamental de la Ilustración. Los ilustrados cuestionan los antiguos principios en que se basaba el orden social hasta ese momento: jerarquía, autoridad y dogma, conceptos que sustentaban una sociedad dividida en rígidos estamentos, un principio de autoridad delegado de Dios ­­­­­­—de origen divino, por tanto— y unos dogmas que había que aceptar sin discusión.
   Frente a esto, los nuevos intelectuales defienden el espíritu crítico basado en la razón y en la experimentación. Por consiguiente, nada debe ser aceptado por principio de autoridad o tradición, sino que debe ser cuestionado y comprobado. Este nuevo modo de pensar (razón frente a fe) propició el desarrollo de la ciencia moderna.
   La Ilustración defiende la libertad y la dignidad de las personas como base de una sociedad moderna (Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano).
   Se difunde el laicismo, la independencia del Estado y de la Iglesia y se propugna la tolerancia religiosa.
   La educación debe ser instrumento fundamental del progreso, pues para los ilustrados la ignorancia es la raíz de todos los males sociales e individuales (se crean las primeras escuelas públicas). Esta forma de pensar promueve el estilo didáctico que predominará en la literatura del siglo XVIII, una literatura más  preocupada por transmitir ideas o plantear problemas sociales que por la perfección formal o el entretenimiento.
   Las ideas ilustradas chocarán con la hostilidad de influyentes sectores de la sociedad española, que acusan a los reformistas de herejes y poco patriotas. Los principales detractores de las reformas impulsadas por los gobiernos ilustrados fueron la nobleza y, sobre todo, la Iglesia, dueña de inmensas posesiones. Para preservar sus privilegios, la Iglesia obstaculizará las reformas económicas y se opondrá a las reformas educativas y culturales (la mayor parte de las instituciones docentes —escuelas y universidades­­­­­— eran eclesiásticas). Los principales defensores de las ideas ilustradas pertenecían a la burguesía y constituían una minoría culta y progresista que se enfrentó con frecuencia al rechazo, tanto de las clases altas, que defendían sus privilegios, como de las clases bajas, que rechazaban las innovaciones desde la ignorancia y el atraso.
   En este ambiente de incomprensión, los monarcas de la dinastía Borbón favorecen la penetración en España de las ideas ilustradas, a través del sistema político conocido como “Despotismo Ilustrado”. Sus fundamentos se sintetizan en el famoso lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. En esencia, se trataba de mejorar las condiciones de vida de la población a través de la modernización de la sociedad “desde arriba”, sin cambiar sus estructuras básicas y sin permitir que el pueblo interviniese en los asuntos públicos. Así, se promovieron industrias públicas, academias de las artes, de las ciencias y de las letras, museos, escuelas... A imitación de Francia, los ilustrados fundan en España instituciones como la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, la Real Academia de la Lengua..., además de instituciones como las Sociedades Económicas de Amigos del País o las Juntas de Comercio, organismos que promovieron el desarrollo científico y tecnológico e impulsaron el establecimiento de empresas e industrias modernas en España.
   Las ideas de la Ilustración llegaron a su punto más radical en Europa con el estallido de la Revolución Francesa (1789), que derrocó violentamente la monarquía. Este hecho provocará en el resto de Europa, también en España, reacciones defensivas contra aquellas ideas de libertad, progreso e igualdad, que supondrán un frenazo a las reformas económicas y culturales emprendidas por los ilustrados, en un intento por mantener el orden establecido.

jueves, 29 de octubre de 2015

UNA HISTORIA DE ESPAÑA (XXXV), Arturo Pérez Reverte


UNA HISTORIA DE ESPAÑA (XXXV)


   Con Felipe V, el primer Borbón, tampoco es que nos tocara una joya. Acabó medio majareta, abdicó en su hijo Luis I, que nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años, y Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que gobernó a su aire, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá. Todo podía haberse ido otra vez con mucha facilidad al carajo, pero esta vez hubo suerte porque los tiempos habían cambiado. Europa se movía despacio hacia la razón y el futuro, y la puerta que la nueva dinastía había abierto con Francia dejó entrar cosas interesantes. Como decía mi libro de texto de segundo de Bachillerato (1950, nihil obstat del censor, canónigo don Vicente Tena), «el extranjerismo y las malsanas doctrinas se infiltraron en nuestra patria». Lo cierto es que no se infiltraron todo lo que debían, que ojalá hubiera sido más; pero algo hubo, y no fue poco. La resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podía poner diques eternos al curso de la Historia. Había nuevas ideas galopando por Europa, así como hombres ilustrados, perspicaces e inteligentes, más interesados en estudiar los Principia Matematica de Newton que en discutir si el Purgatorio era sólido, líquido o gaseoso: gente que pretendía utilizar las ciencias y el progreso para modernizar, al fin, este oscuro patio de Monipodio situado al sur de los Pirineos. Poco a poco, eso fue creando el ambiente adecuado para un cierto progreso, que a medida que avanzó el siglo se hizo patente. Durante los dos reinados de Felipe V, vinculado a Francia por los pactos de familia, España se vio envuelta en varios conflictos europeos de los que no sacó, como era de esperar, sino los pies fríos y la cabeza caliente; pero en el interior las cosas acabaron mejorando mucho, o empezaron a hacerlo, en aquella primera mitad del siglo XVIII donde por primera vez en España se separaron religión y justicia, y se diferenció entre pecado y delito. O al menos, se intentó. Fue llegando así al poder una interesante sucesión de funcionarios, ministros y hasta militares ilustrados, que leían libros, que estudiaban ciencias, que escuchaban más a los hombres sabios y a los filósofos que a los confesores, y se preocupaban más por la salvación del hombre en este mundo que en el otro. Y aquel país reducido a seis millones de habitantes, con una quinta parte de mendigos y otra de frailes, monjas, hidalgos, rentistas y holgazanes, la hacienda en bancarrota y el prestigio internacional por los suelos, empezó despacio a levantar la cabeza. La cosa se afianzó más a partir de 1746 con el nuevo rey, Fernando VI, hijo de Felipe, que dijo nones a las guerras y siguió con la costumbre de nombrar ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. En aquella primera media centuria se favorecieron las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal -tome nota, mísero señor Rajoy- se fundaron las academias de la Lengua, de la Historia, de Medicina y la Biblioteca Nacional. Por ahí nos fueron llegando funcionarios eficaces y ministros brillantes como Patiño o el marqués de la Ensenada. Este último, por cierto, resultó un fuera de serie: fulano culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias: uno de esos grandes hombres, resumiendo, con los que España y los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos avances y modernidades, por supuesto, no se llevaron a cabo sin resistencia. Dos elementos, uno interior y otro exterior, se opusieron encarnizadamente a que la España del progreso y el futuro levantara la cabeza. Uno, exterior, fue Inglaterra: el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. El otro, interior y no menos activo en vileza y maneras, fue el sector más extremo y reaccionario de la Iglesia católica, que veía la Ilustración como feudo de Satanás. Pero eso lo contaremos en el próximo capítulo.

ARTURO PÉREZ REVERTE, Una historia de España (XXXV), XLSemanal, 10 de noviembre de 2014.

miércoles, 28 de octubre de 2015

ESQUILACHE, Josefina Molina



LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII A TRAVÉS DE LA PROSA DIDÁCTICA Y EL TEATRO




    1. La Ilustración.



El siglo XVIII se conoce en Europa como el “Siglo de las Luces”, por el intento de analizar la realidad y el espíritu humano a la luz de la razón. La Ilustración es el movimiento cultural político y filosófico que se desarrolló durante este siglo y que supuso una revisión crítica de las ideas y valores dominantes hasta ese momento:



  • Los ilustrados confiaban en la razón y en la ciencia como fuente de conocimiento y rechazaban el principio de autoridad (el saber basado en la revelación religiosa o en la tradición).
  • Pertenecientes en su mayor parte a una burguesía culta, los ilustrados cuestionaban los privilegios de la nobleza y del clero, y defendían la libertad y la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos.
  • Consideraban la educación el principal instrumento para conseguir una sociedad más justa y próspera.



En España, las corrientes racionalistas llegarán con retraso debido al aislamiento y decadencia de la sociedad española desde el siglo XVII. En general, el pensamiento ilustrado fue rechazado por gran parte del clero y la nobleza y por el pueblo, que veían en esas ideas el germen de la herejía religiosa, la descomposición política y la imposición de una moda extranjerizante. Como en el resto de Europa, la Ilustración fue promovida por la burguesía, la baja nobleza y algunos sectores del clero más culto y liberal, a partir de su principal foco de irradiación: la corte del rey Carlos III y sus ministros reformistas (1759-1788).

La Ilustración llegó a España con la dinastía borbónica (y con ella la influencia francesa), que implantó el llamado despotismo ilustrado1. Las ideas ilustradas penetraron lentamente en nuestro país durante los reinados de Felipe V (1700-1746), Fernando VI (1746-1759) y, sobre todo, Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808).

En esta época se reformó la enseñanza y se sistematizó el estudio de las ciencias, que avanzaba notablemente. Se creó la Real Academia Española, hecho de gran importancia para la fijación y normalización del castellano, así como otras instituciones culturales y científicas como la Biblioteca Nacional, el Jardín Botánico de Madrid (fundado por Fernando VI con el fin de catalogar plantas de América, fomentar expediciones y estimular la enseñanza), el Museo del Prado o numerosas Asociaciones de Amigos del País, que promovían el estudio de la ciencia moderna, las artes y la modernización de España.




1 Forma de gobierno que, bajo el lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, pretendía impulsar el progreso y bienestar de la población, sin que el monarca renunciara, por ello, al poder absoluto.


lunes, 26 de octubre de 2015

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL ESTUDIO DE LA LITERATURA. LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII


LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII


   La literatura es un arte verbal surgido en unas determinadas coordenadas espaciales y temporales [1], creado por un individuo que pertenece a un grupo social [2] regido por una ideología imperante, grupo social que reconoce como propio un sistema de referencias culturales nítidamente codificado. El arte es, en consecuencia, un producto social que reflejará, consciente o inconscientemente, el diálogo que establece un autor con la ideología imperante en su tiempo.

   Mientras Europa vive, durante el siglo XVIII, una época de transformaciones que consolida el declive del Antiguo Régimen [3] y abre paso a la Modernidad, España, un arruinado antiguo Imperio que aún no ha terminado de asumir su papel secundario, se mantiene muy lejos de las circunstancias que permiten la aparición del pensamiento Ilustrado, y por lo tanto, también se muestra ajena a sus postulados:
  • El Racionalismo. El fundamento del conocimiento se encuentra en la Razón y no en instancias superiores como Dios, la tradición, las costumbres o la autoridad de antiguos escritores. La fundamentación racional del saber favorece lógicamente el desarrollo científico y técnico.
  • El Progreso. Se tiene la idea de que el dominio de la Naturaleza hace al hombre dueño de su futuro, que puede mejorar indefinidamente. Se trata ésta de una nueva Utopía que permite albergar la esperanza de una mejora constante de las condiciones de vida, tanto materiales como espirituales, y que, por tanto, ha de hacer posible la felicidad en la Tierra misma, sin necesidad de posponerla a paraísos religiosos que llegarían después de la muerte.
  • Lo natural. La razón se aplica también a esferas del conocimiento no estrictamente materiales como la filosofía, el derecho, la moral o la religión. En estos campos se abandona la idea de que existan verdades absolutas o reveladas y se insiste en el concepto de que algo es más humano cuanto más conforme está con su naturaleza. De modo que, frente al derecho de inspiración divina, se defenderán ideas jurídicas basadas en el Derecho Natural; frente a las normas morales predicadas por las diversas religiones, se opondrán criterios éticos derivados de una moral natural, y frente a las disquisiciones teológicas escolásticas que han dominado la especulación filosófica durante siglos, se extiende ahora la Filosofía de la Naturaleza. En el terreno religioso es frecuente el deísmo (creencia en un ser superior que no responde a ninguno de las religiones concretas, a las cuales niega) o el ateísmo.
  • El reformismo. Los ilustrados aspiran a que sus ideales tengan una concreción práctica en la realidad, por lo que proponen reformas sociales, económicas y políticas que los hagan posibles. En este sentido, ideología ilustrada y despotismo ilustrado son inseparables, puesto que éste es la formulación política de aquélla.
  • El utilitarismo. Los avances científicos-técnicos, el anhelo de saber y las reformas sociales deben tener como guía la utilidad para la comunidad. Frente a las concepciones religiosas y metafísicas de tiempos anteriores, se impone ahora una concepción materialista y burguesa del mundo para la cual lo importante es aquello que es útil. Ello implica también un cambio de valores morales: la virtud se relaciona ahora con su utilidad, por lo que un hombre es tanto más virtuoso cuanto más útil resulta a sus conciudadanos.
   Una minoría de la elite cultural española, los intelectuales denominados despectivamente “afrancesados”, agujereará ese muro cerrado sobre sí mismo para que penetre por esa rendija algo de la claridad del considerado “Siglo de las Luces”.   

***
[1] “Palabra en el tiempo” para Antonio Machado. Esta dimensión histórica exige del receptor una contemplación no ingenua: un buen lector de una obra anterior a su tiempo deberá situarse en la posición de los contemporáneos del texto leído. Es cierto que lo que define a los textos clásicos es su capacidad de no caducar, pero esa no caducidad ha de ser perseguida por el lector en un esfuerzo de reactualización: hemos de pensar desde el otro. Cuando se lee un texto medieval es imprescindible considerar cuál es la imagen del mundo en el medievo, cuál es la capacidad científica y técnica, cuáles son los referentes filosóficos...
[2] La literatura es, pues, un producto social que sirve para comunicar y ofrece el conocimiento.    
[3] Es en este momento cuando se comienza a liquidar un sistema de valores cuyas raíces pueden ser halladas en la Edad Media.


SOBRE LA MAGDALENA DE PROUST

“En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar… el recuerdo se hizo presente… Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana  . Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena… apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…”

MARCEL PROUST, Por el camino de Swan, 1913.

Marcel Proust inaugura un procedimiento que se extenderá sistemáticamente por toda la narrativa del siglo XX (incluida la cinematográfica). Una sensación física (el sabor de la magdalena combinada con el té) desata una emoción que suscita un recuerdo. Esta reminiscencia involuntaria desencadena el comienzo de una analepsis marcada por el tono eminentemente reflexivo.
El tiempo físico se congela en favor del tiempo psicológico

MODELO DE RESPUESTA AL CONTROL DE LECTURA

  —La echa mucho de menos.
   No había preguntado: afirmaba. Pero el inspector, si se hubiera atrevido a decir la verdad, no habría contestado que sí. Quería que volviera, y no sólo del sanatorio, sino del túnel de desolación y mutismo en el que llevaba tanto tiempo sumida, pero no podía decir que añorara su presencia junto a él, que sintiera su falta en la casa al volver del trabajo. A nadie le podía decir que muchas veces había pensado dejarla, no porque deseara a otra mujer, a otras, sino simplemente porque no la quería, porque hubiera preferido estar solo, sin el continuo agobio de pensar que ella estaba esperándolo cuando tardaba, que estaba sufriendo cada gesto suyo de despego y frialdad: no era verdad que uno pudiera acostumbrarse a todo, ella no lo había logrado, después de tantos años.
   —Mire la luna —dijo Susana: se habían quedado los dos en silencio. Frente a ellos, por encima del valle ondulado de olivares y de la silueta negra de la sierra, la media luna blanca permanecía inclinada e inmóvil como un globo, cercada por una incandescencia fría que apagaba a su alrededor el brillo de las constelaciones—. Qué alta está la luna. ¿Conoce esa canción? Qué alta está la luna. Creo que va a sonar de un momento a otro. Stephenie Meyer creía de pequeña que todos los libros trataban de la luna. A mí me pasa eso con las canciones. Casi todas las que más me gustan tienen que ver con ella.
   —Está en cuarto creciente.
   —Yo eso nunca lo sé. ¿Cómo puede estar seguro?
   —Un cura me lo explicó hace muchos años y no se me ha olvidado. La luna es embustera, me decía. Cuando tiene forma de C, no está en cuarto creciente. Lo está cuando parece una D mayúscula. Cada vez que la miro me acuerdo de eso.
   A Susana le estaba pareciendo que la voz de Leonard Cohen era demasiado triste y buscó otra música que le avivara el ánimo, un cedé de Nirvana, Nevermind, que siempre había tenido sobre ella un efecto infalible.
***

Tomando como punto de partida el texto elabora un comentario en el que puedes tratar los asuntos indicados.

  1. Localiza el fragmento en el conjunto de la historia.
  2. Señala la significación del episodio para la caracterización de los personajes.
  3. Polifonía (o multiperspectivismo), estilo, estructura, motivos temáticos recurrentes y técnicas narrativas en Plenilunio.
  4. Relación entre las múltiples historias que contiene la novela.
  5. Localiza los errores que contiene el texto y di por qué son relevantes en esta secuencia.
***
  El fragmento de la historia corresponde a la primera cita entre Susana Grey (antigua profesora de Fátima)  y el inspector.
   Susana le había propuesto ir a tomar algo a un local alejado de la ciudad al que solía ir sola. El inspector no contaba con ello, ambos salían del ascensor donde Fátima había sido raptada y acababan de escuchar, en la casa de la niña, cómo del otro lado del teléfono una voz repetía su nombre.
   El inspector aceptó, lo había cogido desprevenido. Él ni siquiera sabía si quería ir.
  Estaban en el coche de Susana e iban hablando, no iba a ser la primera vez que sucediera esto.
   La música que suena en el coche describe a Susana Grey. Siempre escucha a Ella Fitzgerald u otros artistas de jazz (en una escena posterior sonará Just friends para caracterizar la relación entre Susana y Ferreras). Pero lo más curioso es cómo la luna está siempre presente en las canciones que escucha, ya que hay que tener presente que el violador sólo actúa las noches de luna llena.
   La música hablará de Susana a lo largo de todo el libro, de la sumisión a su antes marido y de sus sentimientos.
   En el fragmento, los errores están relacionados con los artistas y las canciones y, por lo tanto, la descripción de Susana es otra y las sensaciones que se desprenden también. Nirvana no pertenece a su discoteca, la voz masculina y ronca de Leonard Cohen no suena en el coche y no es Stephenie Meyer quien creía que todos los libros hablaban de la luna.
   El inspector transmite frío. Su mujer está en un sanatorio porque él la llevó a un estado de ausencia y desolación durante los años pasados en Bilbao. No es capaz de tomar la determinación de dejarla, aunque tenga claro que no la quiere y, con todo, está dentro del coche de Susana escapando de la ciudad y el ruido de su vida.
   Todos los personajes que aparecen en la novela se van entrelazando de una forma u otra, como aquí el inspector y la que hasta hace un tiempo era una profesora totalmente desconocida para él. Cada personaje filtra su punto de vista en un capítulo mediante el narrador multiselectivo en estilo indirecto libre. El inspector piensa en este episodio “Quería que volviera, y no sólo del sanatorio...” como el violador piensa sobre sus padres en otros, o el padre de Fátima se siente culpable.
   El hecho de que un viaje en coche pueda ocupar casi un capítulo (en un libro con un argumento de novela negra) demuestra que el autor busca algo más. Se emplea una estructura de rebobinado reiterado en paralelo, esto es, los personajes cuentan la misma situación desde sus correspondientes perspectivas y reviven continuamente escenas del pasado. Tal estructura provoca un ritmo lento, que una vez más no se corresponde con la novela de género, y es que no lo es. El autor conduce al lector a la reflexión y se ayuda de todas las intervenciones, mediante el estilo indirecto libre, de los personajes.
   La luna, la música, el norte y el sur, las miradas... son excusas y elementos que se repiten una y otra vez y que no hablan de otra cosa que no sea la naturaleza perversa del hombre.

Lola Mosquera Sánchez

viernes, 23 de octubre de 2015

MODELO DE PREGUNTAS CONTROL DE LECTURA



   El inspector la miró un instante y apartó enseguida los ojos, fijos de nuevo en la carretera. Habría podido decir que no si ella le hubiera dado tiempo, pero actuó muy rápido y lo tomó por sorpresa, sabiendo perfectamente que hasta un cierto punto lo forzaba a aceptar. Habían bajado callados en el ascensor, y al inspector se le hizo raro pensar que una parte de los hechos sobre los que se venía interrogando tan obsesivamente a sí mismo en los últimos tiempos había tenido su arranque y su escenario justo allí, en esa misma cabina de paredes metálicas a la que Fátima había subido tantas veces. En el mismo lugar donde él apoyaba ahora la mano, junto al panel con los números de los pisos, habían estado las manchas de sangre de los dedos del asesino; allí mismo le habría mostrado a Fátima una navaja, le habría tapado la boca con la mano, sofocándole la respiración. «Las cosas en las que piensa mucho uno le acaban pareciendo inventadas», le dijo luego a Susana, y ella le contestó: «Las cosas y las personas. Cuando yo me enamoraba de alguien me acordaba tanto de él y le daba tantas vueltas a la imaginación que lo veía otra vez y me costaba reconocerlo».
   Pero aún no eran capaces de hablar de sí mismos con un poco de desenvoltura. En el ascensor a los dos los entorpecían la proximidad y el silencio, y casi no tenían nada más en común que el alivio de haber salido de la casa de Fátima, el piso angosto de trabajadores pobres, con demasiados muebles y cosas, enrarecido por el luto, por la falta de aire tras los balcones cerrados, el sufrimiento sin consuelo, la destilación lenta del rencor. Salieron al portal y estaba a oscuras, con una sugestión de abandono y peligro que ya parecía haber estado allí antes de que Fátima lo cruzara empujada o conducida por su asesino, que le pasaba una mano por encima del hombro y le apretaba la nuca.
   Tardaron un poco en dar con la luz del portal, y al encenderla se encontró cada uno con los ojos del otro, con un exceso involuntario de intensidad que a los dos les resultó embarazoso. Nada es más difícil que aprender a mirar a alguien, a ser mirado de cerca por otro.

  1. Localiza el fragmento en el conjunto de la historia.
  2. Señala la significación del episodio para la caracterización de los personajes.
  3. Estilo en Plenilunio: las oraciones en negrita son características de la "voz narrativa". Explica con qué finalidad crees que el autor emplea ese estilo valorativo y aforístico.
  4. Estructura en Plenilunio: la narración está siempre entreverada de historias que remiten al pasado. Explica qué consigue el narrador demorando la narración de los acontecimientos de la investigación policial.

miércoles, 21 de octubre de 2015

EL SACRIFICIO DE ISAAC

EL SACRIFICIO DE ISAAC (Gn 22,1-18)

   Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán. Y le llamó:
   —¡Abrahán!
   Éste respondió:
   —Aquí estoy.
   Entonces le dijo:
   —Toma a tu hijo, a tu único hijo, al que tú amas, a Isaac, y vete a la región de Moria. Allí lo ofrecerás en sacrificio, sobre un monte que yo te indicaré.
   Muy de mañana Abrahán se levantó, aparejó su asno, se llevó consigo a dos siervos y a su hijo Isaac, cortó la leña del sacrificio, se puso en camino y se dirigió al lugar que le había dicho Dios. Al tercer día, Abrahán alzó la vista y divisó el lugar a lo lejos. Entonces dijo Abrahán a sus siervos:
   —Quedaos aquí con el asno mientras el muchacho y yo vamos hasta allí para adorar a Dios; luego volveremos con vosotros.
   Tomó Abrahán la leña del sacrificio y se la cargó a su hijo Isaac, mientras él llevaba en la mano el fuego y el cuchillo; y se pusieron en marcha los dos juntos. Isaac dijo a su padre Abrahán:
   —¡Padre!
   Él respondió:
   —Sí, hijo mío.
   Y el muchacho preguntó:
   —Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?
   Respondió Abrahán:
   —Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.
   Caminando juntos llegaron al lugar que Dios le había dicho; construyó allí Abrahán el altar y colocó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. Abrahán alargó la mano y empuñó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero entonces el ángel del Señor le llamó desde el cielo:
   —¡Abrahán, Abrahán!
   Él contestó:
   —Aquí estoy.
   Y Dios le dijo:
   —No extiendas tu mano hacia el muchacho ni le hagas nada, pues ahora he comprobado que temes a Dios y no me has negado a tu hijo, a tu único hijo.
   Abrahán levantó la vista y vio detrás un carnero enredado en la maleza por los cuernos. Fue Abrahán, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en vez de su hijo. Abrahán llamó a aquel lugar «El Señor provee», tal como se dice hoy: «en la montaña del Señor provee».
   El ángel del Señor llamó por segunda vez a Abrahán desde el cielo y le dijo:
   —Juro por mí mismo, oráculo del Señor, que por haber hecho una cosa así, y no haberme negado a tu hijo, a tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena de las playas; y tu descendencia se adueñará de las ciudades de sus enemigos. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra porque has obedecido mi voz.

  • Literaturas míticas.
  • Cosmogonías.
Talla: Berruguete

LA MÚSICA EN PLENILUNIO [02]: JOAN MANUEL SERRAT

[...] había un disco que a ella le gustaba por encima de todos, y que aún se sabe de memoria, aunque hace tiempo que no lo escucha, una selección de canciones de Joan Manuel Serrat que procuraba oír cuando él no estaba, no porque la criticase abiertamente, sino porque sonreía con cierta condescendencia, una sonrisa que era de esos gestos singulares que resumen un carácter y alertan sobre él, de desdén y de paciencia, de incansable vocación pedagógica. De ese disco a ella le gustaba sobre todo una canción, Tiempo de lluvia: le parecía que hablaba justo de aquel otoño de su vida, el de los veintidós años y el comienzo de todo, un otoño lento, de cielos limpios por las mañanas y atardeceres nublados y con viento, cuando lo más dulce de todo era entrar de noche en la cama y notar el roce ya cálido y agradecido de las sábanas sobre la piel, libre ahora del sudor del verano, más sensitiva, renacida, con un exceso de sensibilidad que ella aún no atribuía al embarazo, a la brizna de vida que crecía en su vientre. Tardes de lluvia en las que el sol volvía cuando ya se esperaba el anochecer, después de la oscuridad engañosa del nublado: miraba desde la ventana, aún sin cortinas, la lluvia resplandeciendo al sol oblicuo del atardecer, y al volverse hacia el interior de la habitación casi vacía estaba viendo el mismo lugar que retrataba la canción:

Es tiempo de lluvia,
de vivir de beso en beso
entre paredes de yeso
 y dejar los días correr…

   La canción estaba hecha para ella, para aquel septiembre y aquella tarde exacta en la que aún ignoraba que iba a tener un hijo a finales de la siguiente primavera, que sería así la estación inaugural de su maternidad, igual que el otoño estaba siendo la de su ingreso en el trabajo y en la vida conyugal. Es tiempo de lluvia, seguía escuchando, cantaba ella también, muy quedo, tiempo de amarse a media voz.

[pp. 87-88]
TIEMPO DE LLUVIA

De la noche a la mañana
llega junto a la ventana
con su frío aliento otoñal
y se acuna en el cristal
en un suave baile
entre los brazos del aire.

Sin saber cómo
de gris la casa se vistió,
como el plomo
el día amaneció.

Es tiempo de lluvia,
tiempo de amarse a media voz,
de oír de nuevo el tic-tac del reloj.
Es tiempo de lluvia.

De vivir de beso en beso
entre paredes de yeso
y dejar los días correr
sin mañana y sin ayer
porque no se acaba
ni mi amor, ni mi amada.

Acércate,
ven y siéntate.

martes, 20 de octubre de 2015

LA MÚSICA EN PLENILUNIO [01]: CARMINA BURANA, THE BEATLES & MÚSICA SUDAMERICANA


   Con su primer sueldo pagó el primer plazo de un gran equipo de música, casi el único mueble sólido o valioso que había en la casa, brillante de botones plateados y de agujas indicadoras que oscilaban como las de los sismógrafos, en aquellos tiempos anteriores a las tecnologías digitales. Tenían unos pocos discos, un Carmina Burana que a él le gustaba mucho, hasta el punto que se entusiasmaba y hacía ademanes como de cantar en el coro o dirigir la orquesta, un doble de los Beatles, algo de música sudamericana, que aún no había caído en el descrédito.

[pp. 86-87]









viernes, 16 de octubre de 2015

POPOL VUH


El mito de creación más conocido del área maya corresponde al expuesto en el libro sagrado de los quichés, el Popol Vuh, sin embargo cada etnia maya posee sus propios mitos sobre la creación. Pero todos los mitos presentan una estructura similar (como en toda el área mesoamericana). Esta estructura corresponde a un mito cíclico de creaciones y destrucciones. Según el Popol vuh el mundo se encuentra en su cuarto ciclo, es decir ya pasaron tres destrucciones anteriores. El primer ciclo corresponde a la creación de los animales. La segunda y tercera creación corresponde a los hombres hechos de barro y hechos de madera. Finalmente los dioses proceden a crear un cuarto mundo, el de los hombres del maíz. Es por esto que los mayas dan tanta importancia a este producto.

  • Literaturas míticas.

miércoles, 14 de octubre de 2015

DOMINGO EN EL PARQUE, Bel Kaufman

DOMINGO EN EL PARQUE


   Aún hacía calor al sol del final de la tarde, y los ruidos de la ciu­dad llegaban amortiguados entre los árboles del parque. Ella dejó el li­bro en el banco, se quitó las gafas de sol y suspiró llena de contento. Morton leía el cuadernillo del Times Magazine, con un brazo sobre el hombro de ella; su hijo de tres años, Larry, jugaba con la arena: una leve brisa abanicaba suavemente el cabello de ella contra su mejilla. Eran las cinco y media de un domingo por la tarde, y la pequeña zona para jugar, habilitada en una esquina del parque, estaba casi desierta. Los columpios y los balancines permanecían inmóviles y abandonados, los toboganes vacíos, y sólo en el rincón de la arena se vela a dos niños pequeños agachados el uno junto al otro, muy ocupados. Qué bien se está aquí, pensó ella, y casi sonrió de pura sensación de bienestar. Tenían que salir a tomar el sol con mas frecuencia; Morton estaba tan pálido, toda la semana encerrado en esa gris universidad, con pinta de fabrica. Le apretó el brazo cariñosamente y echó una ojeada a Larry, encantada de ver el pequeño rostro afilado, ceñudo ahora de tanto con­centrarse en el túnel que estaba cavando. El otro chico se levantó de pronto y, con un brusco y deliberado movimiento de su brazo regor­dete, descargó sobre Larry la pala llena de arena; casi le da en la ca­beza. Larry siguió cavando, y el otro niño se quedó allí de pie, con la pala levantada, impasible, como si no hubiera pasado nada.
   —No, niño, no —le recriminó ella con el dedo en alto, al tiempo que trataba de buscar con la mirada a la niñera o la madre del niño—. La arena no se tira. Se puede meter en los ojos y duele. Se juega con cui­dado, ahí, en esa arena tan bonita.
   El niño la miró imperturbable, en actitud expectante. Tendría la edad de Larry, pero debía de pesar cuatro o cinco kilos más, era un niñito fornido sin la ligereza y la sensibilidad de expresión de Larry. ¿Dónde estaba su madre? Las únicas personas que quedaban en la zona de juegos eran dos mujeres y una niña con los patines puestos que se iban ahora por la salida, y un hombre sentado en un banco unos me­tros mas allá. Era un hombre grande, y parecía que ocupaba el banco entero con el suplemento de humor del domingo, abierto muy cerca de la cara; ella imaginó que sería el padre del niño. Sin levantar siquie­ra la vista del tebeo escupió con pericia por la comisura de la boca. Ella apartó los ojos.
   En aquel instante, con la misma rapidez de antes, el niño volvió a arrojarle una palada de arena a Larry. Y esta vez, parte de ella fue a darle en el pelo y en la frente. Larry miró a su madre, con la boca indecisa; según su expresión el se echaría a llorar o no.
   El primer instinto de ella fue correr hacia su hijo, quitarle la arena del pelo y castigar al otro niño, pero se contuvo. Siempre estaba di­ciendo que lo que ella quería era que Larry aprendiera a ganar sus pro­pias batallas.
   —No hagas eso, niño —dijo con voz severa, inclinándose hacia ade­lante sin levantarse del banco—, ¡no tires arena!
   El hombre del otro banco movió la boca, como para volver a escu­pir, pero lo que hizo fue hablar. A ella ni la miró, sólo al niño:
   —Sigue tirando toda la arena que quieras, Joe —dijo, alzando la voz—, el rincón de la arena es de todos.
   Ella sintió una súbita debilidad en las rodillas y lanzó una mirada a Morton. Éste se había dado cuenta de lo que ocurría. Dejó el Times cuidadosamente en el regazo y volvió su rostro fino y enjuto hacia el hombre, sonriéndole con la misma sonrisa tímida y llena de excusas que podría haberle dirigido a un estudiante para llamarle la atención por un error. Y cuando se dirigió al hombre fue con su tono razonable de siempre:
   —Tiene usted toda la razón —le dijo con amabilidad—, pero precisa­mente por tratarse de un lugar público...
   El otro levantó la vista del tebeo y miró a Morton. Le miró de arriba abajo, despacio, con premeditación:
   —¿Y qué? —Su voz insolente estaba llena de amenazas—. Mi hijo tiene tanto derecho como el suyo, y si le da la gana de tirar arena pues la ti­rara, y si a usted le parece mal no tiene mas que sacar a su hijo de ahí de una puñetera vez.
   Los niños escuchaban, boca y ojos abiertos de par en par, con las palas olvidadas en las manitas. Ella notó cómo se tensaba el músculo de la mandíbula de Morton. Raras veces se enfadaba; casi nunca perdía el dominio de sí mismo. Se sintió invadida de ternura por su marido y de una rabia impotente contra aquel hombre por ponerle en una situación tan ajena y tan desagradable para él.
   —Bueno, un momento —dijo Morton cortésmente—, tiene que com­prender...
   —Ande, cierre el pico —dijo el otro.
   El corazón de ella comenzó a latir agitadamente. Morton se levantó a medias; el Times se cayó al suelo. Despacio, el otro se levantó también. Dio un par de pasos hacia Morton y luego se detuvo. Dobló sus grandes brazos, esperando. Ella juntó las rodillas, que le temblaban. ¿Habría violencia?, ¿pelearían? Qué absurdo, qué increíble... Tenía que hacer algo para impedirlo, pedir socorro. Quiso poner la mano en la manga de su marido, tirar de el para que se sentara, pero, por alguna razón, no lo hizo.
   Morton se ajustó las gafas. Estaba muy pálido.
   —Esto es ridículo —dijo—, he de pedirle...
   —¿Ah, sí? —dijo el otro. Tenía las piernas abiertas, se balanceaba un poco, mirando a Morton con el más absoluto desdén—, ¿usted, y cuántos más?
   Durante un momento los dos hombres se miraron cara a cara. Luego, Morton le volvió la espalda al otro y dijo, sin alzar la voz:
   —Venga, vámonos de aquí.
   Fue hacia el rincón de la arena; andaba torpemente, cojeando casi, al tratar de afectar naturalidad. Se inclinó y sacó de allí a Larry levantándole en vilo con pala y todo.
   Larry cobró vida inmediatamente; su rostro perdió la expresión de éxtasis que tenía y se puso a patalear y a llorar:
   —No quiero irme a casa, quiero jugar más, no quiero cenar, no me gusta la cena...
   Aquello fue como una salmodia interminable, mientras caminaban arrastrando al niño entre los dos, y el hincaba los pies en el suelo. Para llegar a la salida tenían que pasar junto al banco donde el hombre había vuelto a repantingarse. Ella puso buen cuidado en no mirarle. Con toda la dignidad de que fue capaz tiró de una manita de Larry, sudo­rosa y llena de arena, mientras Morton tiraba de la otra. Despacio y con la cabeza alta salió de la zona de juegos con su marido y su hijo.
   Sintió alivio, primero, al pensar que se había evitado una pelea, que nadie había resultado herido. Y, sin embargo, había debajo una capa de algo distinto, de algo pesado e ineludible. Se dijo que aquello había sido más que un simple incidente desagradable, más que una derrota de la razón contra la fuerza. Sentía vagamente que tenía que ver con ella y con Morton, que era algo claramente personal, familiar, importante.
   De pronto habló Morton:
   —No habría demostrado nada.
   —¿Qué? —preguntó ella.
   —La pelea. Lo único que habría demostrado es que el otro es más grande que yo.
   —Por supuesto —dijo ella.
   —El único desenlace posible —continuó él, razonablemente— habría sido, ¿cuál? Pues esto: mis gafas rotas, puede que hubiera tenido que ponerme una o dos muelas nuevas, dos días sin poder ir a trabajar, y a santo de qué?, ¿de la justicia?, ¿de la verdad?
   —Por supuesto —repitió ella.
   Apresuró el paso. Lo único que quería era volver a casa y sumirse en sus tareas domesticas; a lo mejor, entonces se le iría la sensación que se le había pegado al corazón como un esparadrapo. Qué matón más estúpido, más despreciable, pensó, tirando mas fuerte de la mano de La­rry, que seguía llorando. Hasta entonces, siempre se había sentido llena de ternura y pena ante aquel cuerpecito indefenso de frágiles brazos, hombros estrechos y omoplatos agudos como alas, piernas inseguras y delgadas, pero ahora sentía la boca tiesa de resentimiento.
   —Anda, deja de llorar —dijo, con dureza—, ¡Estoy avergonzada de ti!
   Se sentía como si fueran los tres pisando fango por la calle. El niño se puso a llorar más fuerte.
   Si se hubiera tratado de algún principio, pensó, si hubiera habido algo  justificase una pelea... Pero ¿qué otra cosa habría podido hacer él? ¿Dejarse pegar? ¿Tratar de educar al otro? ¿Llamar a la policía?” Oiga, guardia, hay un hombre ahí en el parque que no piensa decirle a su hijo me no le tire arena al mío...” El asunto era así de tonto, no valía la pena seguir dándole vueltas.
   —¿No puedes hacerle callar, por Dios bendito? —preguntó Morton, molesto.
   —¿Y que crees que estoy tratando de hacer? —dijo ella.
   Larry tiraba para atrás, arrastrando los pies.
   —Pues si no sabes tu meterle en cintura tendré que hacerlo yo —cortó Morton, dando un paso hacia el niño.
   Pero la voz de ella le paró en seco. Le sorprendió oír su propia voz, delgada, fría y empapada en desprecio:
   —¿Ah, sí? —fue lo que se oyó decir a sí misma—, ¿tú, y cuántos más?


BEL KAUFMAN
ROBERT SHAPARD & JAMES THOMAS, Ficción súbita, Anagrama, Barcelona, 1989 (1986), pp. 36-39.
  • Estructura en clímax.
  • Protagonista / Antagonista.
  • Final abierto.

martes, 13 de octubre de 2015

LA SESIÓN DE MAQUILLAJE, Empar Moliner

LA SESIÓN DE MAQUILLAJE


   El Nobel de Literatura Sigmund Grossman ha aceptado ir al magazine de las mañanas de la televisión pública, aprovechando que está en Barcelona para recoger el premio Memoria Hebrea, que distingue a las personas que trabajan a favor de la divulgación del horror nazi. El hombre se desenvuelve bien en español, porque su segunda mujer —la primera murió en el campo de Birkenau— nació en Tarragona, aunque ha vivido buena parte de su vida en Varsovia. No le hará falta traductor simultáneo, pues.
   Cuando termine la entrevista, que le han asegurado que no será muy larga, se irá al hotel a repasar el discurso de aceptación del galardón y a dormir un poco (se cansa mucho, está mayor). Tras el homenaje, cenarán con el presidente y con su editor (que tiene los derechos de toda su obra, porque le publicó Canción de cuna en el campo de exterminio antes de que ganara el Nobel, cuando aquí aún no lo conocía nadie). Al día siguiente por la mañana tiene que coger el avión para Bélgica, donde empezará la gira europea.
   La azafata lo acompaña del brazo a la sala de maquillaje y peluquería, le indica dónde sentarse y se ofrece a guardarle el bastón mientras tanto. Enseguida, una maquilladora le echa un vistazo profesional y le anuncia que sólo le aplicará un poquito de base en la cara y le tapará los brillos de la calva y de las manos. Y ya le protege el cuello de la camisa con dos servilletas de papel, para que no se le manche. Empieza el trabajo.
   —¿Está cómodo?—le pregunta.
   —Sí, muchas gracias.
   La chica unta una esponja triangular con la pasta marrón de un tubo. Después se la aplica en la cara.
   —Y usted ¿de qué viene a hablar?—le pregunta, sin dejar de maquillarle.
   —¿Perdón?
   El Nobel no la ha entendido. A veces, si el interlocutor habla deprisa y no puede verle los labios, no acaba de saber qué le dice. Además, está sordo del oído derecho.
   —Que de qué hablará.—Y con un pincel señala el techo, para que el hombre mire hacía arriba (le quiere tapar las bolsas de los ojos)
   —¿De qué tema viene a hablar al programa?
   —¡Ah! De un libro que he escrito, supongo...—Y sonríe con modestia.
   Ahora la maquilladora le señala el suelo, para que mire hacia abajo (le quiere repasar los párpados). El no lo entiende.
   —Mire al suelo.. .—El tono es como un sonsonete. Sol, mi bemol, sol, sol. Sigmund Grossman lo sabe porque antes tocaba el violín.
   —¿Y de qué va, el libro?
   El premio Nobel vuelve a sonreír. El argumento de El gélido sopor de Auschwitz, su última obra, no es fácil de explicar. En el plató, cuando le pregunten, quizás dirá que es la historia de su vida en el campo de concentración. Y que también es una reflexión sobre el mal.
   —Es una novela—contesta finalmente.
   —¡Ah! Pues qué bien que le entrevisten, ¿no?—exclama la maquilladora—. Lo va a notar un montón en las ventas. Este programa tiene mucha audiencia. Lo ve mucha gente. No hable ahora.
   Moja un bastoncito en un tubo lleno de una pasta brillante y transparente y se lo aplica por los labios.
   —Ahora ya puede hablar. ¿Qué me estaba diciendo?
   Pero el hombre sólo sonríe y hace un gesto con la mano.
   —¿Y es el primer libro que escribe?
   —No... Ya llevo unos cuantos.
   —¿Ah, sí?—Ella parece muy contenta—. Qué bien, ¿no?
   —Sí.
   —¿Y cuántos más ha escrito?
   Para no tener que responder, Sigmund Grossman finge no recordarlo. Ríe y, al hacerlo, se le marcan unos surcos en la barbilla, como los de la concha de una vieira.
   —Uy... No sabría decirle.. .—Se nota que no es castellanoparlante porque habla con demasiada corrección.
   —¿No se acuerda? ¡Eso quiere decir que son muchos! ¿Más de cuatro?
   —Sí, sí. Unos cuantos más...
   Ha escrito doce novelas y un volumen de poesía: Genocidio concertado.
   —¡Hala! ¡Más de cuatro! Pero entonces ya se puede decir que es un profesional. —La mujer tiene una voz infantil—. ¿Cómo se llama usted?
   —Eh... Sigmund.
   —Sigmund, Sigmund... Pero Sigmund ¿qué más?
   —Sigmund Grossman.
   —Mmm... No me suena—y menea la cabeza—. Por si acaso, después me lo apunta. No me suena. Pero es que yo para los nombres... Dígame títulos de sus libros. ¿Todos son novelas?
   —Sí.
   El premio Nobel ha dicho que sí para no tener que extenderse.
   —Y ¿están bien?
   Él hace un gesto ambiguo.
   —Dígame títulos a ver si me suenan. Yo leo mucho. Me encanta leer, pero no tengo tiempo.
   —Ah, eso está muy bien. ¿Y qué lee?—El hombre se lo pregunta para tratar de cambiar de tema.
   —¡Buá! ¡De todo! Ahora me he bajado uno de crecimiento personal, en pdf. Ah... Lo tengo aquí, en la taquilla. No me acuerdo del título exactamente. Es que yo, para los títulos...
   Va hasta la taquilla y vuelve con unos folios encuadernados:
   —Éste. Eso: No le llames más. ¿Lo conoce?
   —No. No, no.
   —Está muy bien. Lo ha escrito una chica que sale en el programa, que es sexóloga.
   —Ah.
   —A ver. Es muy útil. Te quita la dependencia emocional que puedas tener por una ex pareja.
   —Ajá...
   —Venga, dígame un título de un libro suyo, que me lo voy a bajar. Para cuando me termine éste.
   —Ya se lo enviaré, no se preocupe.
   —Pero ¡si no sabe mi nombre! Ahora se lo apunto. Laura Piris, me llamo. Después, después se lo apunto.
   —Sí, gracias.
   La chica coge una brocha y le colorea las mejillas:
   —Pero ¿de qué va el que me enviará?
   —Del Holocausto...
   —A mí, sobre todo, me gustan los de intriga. ¿Es rollo intriga, éste?
   El hombre hace una mueca de dolor que tanto puede querer decir que sí como que no.
   —Ahora le maquillaré un poquitín las manos...—anuncia la chica—. ¿Se puede remangar, para que no le manche los puños?
   —¡Ah! Sí, sí.
   El hombre trata de obedecer pero le tiembla el pulso. Así pues, ella le ayuda. Pero a medio hacer se interrumpe, admirada.
   —¡Joder!——y le clava los ojos en el antebrazo izquierdo—. Pero ¡si tiene un tatuaje! Qué moderno.
   Él trata de bajarse la manga, de repente muy incómodo. Se atraganta.
   —¿Qué es? ¿Qué simboliza?
   —Un... número...—murmura con un hilillo de voz.
   —Un número. Y qué largo.... ¡Qué original!... Yo tengo una mariquita, pero aquí. —Y se aparta la tira del sujetador para que él pueda verla.
   —Muy bonita...
   —A mí me gusta que los tatus no sean muy grandes. Así, como el que lleva usted, que es superelegante. Que se noten pero que no se noten. ¿Quién se lo ha hecho? ¡Es que me encanta!...

EMPAR MOLINER, No hay terceras personas, Acantilado, Barcelona, 2010, pp. 9-13.

  • Elogio de la sensibilidad en la comprensión del mundo

miércoles, 7 de octubre de 2015

PRUEBA INICIAL DE LITERATURA UNIVERSAL


PRUEBA INICIAL LITERATURA UNIVERSAL 1º DE BACHILLERATO

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QUERIDA LAURA


Aquí te dejo diez consejos que espero que te sean muy útiles:
  1. Huye de la teletienda y del queique de “La tía Mildred". Son terriblemente adictivos.
  2. Estudia mucho. Puede que consigas acostarte con algún futbolista, pero créeme, las posibilidades de casarte con uno son casi nulas.
  3. Haz caso a tu tía. Ella cuidará de ti.
  4. La abuela no es una bruja. Si alguna vez lo dije fue por culpa de la medicación.
  5. Desmaquíllate todas las noches. No imaginas a qué velocidad solidifica el rímel.
  6. Probablemente papá pronto tendrá una novia, y es normal. Sé amable con ella.
  7. Lo del Centro Británico no es negociable. Y me da igual que el presidente del gobierno no sepa hablar inglés.
  8. En cuestión de chicos no le preguntes a tu padre. Es un buen tipo, pero en fin..., es tu padre. Remítete al punto tres. Estás en buenas manos.
  9. Mi foto favorita es la de tu tercer cumpleaños. Yo te agarraba por detrás y soplábamos las dos. Dile a papá que la coloque en un marco (diga lo que diga la señora del punto número seis).
  10. Haz una vida sana, cepíllate los dientes y hazte una mamografía al año.
Te quiere. Mamá.


  1. Resume la historia en un máximo de seis líneas. [1 punto] 
  2. Análisis de los elementos del relato: narrador y narratario, personajes, espacio, tiempo y estructura. Indica de qué elementos se sirve Arantza Portabales para captar el interés. [2 puntos] 
  3. Elabora un comentario crítico en el que señales las virtudes y defectos de este microrrelato. [2 puntos] 
  4. Escribe un texto literario (lírico, narrativo o dramático) que presente a alguno de los personajes de Querida Laura, en un momento anterior o posterior al del relato original. [2 puntos] 
  5. Tomando como punto de partida la narración de Portabales, comenta cuáles son las características principales que definen a la literatura, explica por qué crees que surgió como actividad humana y vaticina su futuro. [2 puntos] 
  6. Las fronteras en el arte: ¿por qué crees que se aplica un adjetivo local a las manifestaciones artísticas (literatura japonesa, pop británico, cine francés...? ¿Qué sentido tiene para ti estudiar Literatura Universal? [1 punto]

martes, 6 de octubre de 2015

FREDERICK, Leo Leonni

 

LEO LEONNI, Frederick, Kalandraka, Pontevedra, 2004, 30 páxinas.


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¿Un libro ilustrado en un entrada dedicada a la Literatura Universal? Sí, porque Leonni muestra con exquisita sensibilidad, a niños y a adultos, que es poeta aquel que se preocupa de alimentar el espíritu. En fin, que con una pequeña historia revestida de fábula moral viene a repetir estas palabras de Yevgeni Yevtushenko:
 
   La poesía es delicadeza en la comprensión de la vida. Me parece que si los Gobiernos, en muchos países, no pueden encontrar la llave mágica para resolver sus muchos problemas, ello se debe a que, el pueblo, con esta delicadeza de comprensión delicadamente evita la política Por eso, desgraciadamente, la profesión de gobernar se encuentra en manos resbaladizas, que huelen solamente a vulgaridad.  [...]
    Porque aquel en cuya alma viva Lorca, asesinado por la intolerancia, él mismo nunca será intolerante. Aquel en cuya alma viva Pasternak, asfixiado por los burócratas, él mismo nunca será burócrata, y mientras que en el mundo exista, aunque sea sólo una madre que cante a su hijito una canción de cuna, la poesía no morirá a la delicadeza de la comprensión de la vida.

YEVGENI YEVTUSHENKO, Elogio de la poesía, El País, 12 de septiembre de 1992, página 16.
 


lunes, 5 de octubre de 2015

CRITERIOS DE EVALUACIÓN PARA 2º DE BACHILLERATO




CONSIDERACIONES GENERALES Y CRITERIOS DE EVALUACIÓN.

  El temario y las lecturas obligatorias de este curso sirven, principalmente, para la preparación para el acceso a la universidad. Por ello, los exámenes responderán a ese tipo. Su duración será de hora y media (se realizarán, preferentemente, los miércoles y jueves por la tarde en horario extraescolar), ofreciendo Opción A y Opción B. La estructura de los exámenes de Selectividad secuencia de este modo la materia:
  • cuatro puntos (preguntas 1, 2, 3) resultan de demostrar la comprensión lectora sobre el texto (definir vocablos [1 punto] y resumen o esquema de ideas [1,5 puntos]) y la capacidad de expresar ideas propias sobre el tema propuesto (comentario crítico [1,5 puntos]);
  • dos puntos (preguntas 4, 5) para las respuestas correctas a las preguntas de gramática; y
  • cuatro puntos (preguntas 6, 7, 8, 9) para las respuestas correctas a las dos preguntas sobre historia de la literatura  [1 punto cada una] y a las dos preguntas sobre las lecturas obligatorias.
   Es imprescindible que los alumnos obtengan un mínimo de 30 % de puntuación en sus respuestas a las preguntas de los tres bloques.
  
    Durante el segundo o tercer trimestre, los alumnos tendrán que realizar un trabajo consistente en un comentario completo sobre un poema de Campos de Castilla. No presentarlo será motivo de suspenso. Asimismo, una mala actitud del alumno (desidia ante el trabajo y mal comportamiento) podrá tener una penalización en la calificación de hasta un 20%.
   Los criterios de corrección son los administrados por CIUGA, incluyendo, incluso, la ponderación al alza (00, 25, 50), de modo que una nota final de 4,76 se convertirá en un 5.

Ilustración: Frank Gerlitzki

viernes, 2 de octubre de 2015

RESUMEN, ESQUEMA DE IDEAS Y COMENTARIO CRÍTICO, Milagros Pérez Oliva


  La polémica que ha rodeado el lanzamiento mundial de la nueva píldora que promete levantar el deseo sexual de las mujeres premenopáusicas no está en absoluto injustificada. Hay quienes la consideran el medicamento más revolucionario para la salud sexual de las mujeres después de la píldora anticonceptiva, y quienes afirman que no debería haberse aprobado porque su eficacia es dudosa y son más los riesgos que los beneficios. En primer lugar, que no tiene nada que ver con el Viagra. La sildenafilo del Viagra actúa sobre el sistema vascular, facilitando el aporte de sangre al miembro masculino y con ello, la erección. En el caso de la flibanserina, no incide sobre el sistema vascular vaginal, que sería el equivalente, sino sobre el cerebro, potenciando e inhibiendo ciertos neurotransmisores que intervienen en muchos procesos vitales. En concreto, aumenta los niveles de dopamina y norepinefrina y disminuye los de dopamina. Para que el Viagra tenga efecto basta con tomarlo poco antes de la relación sexual, mientras que la píldora rosa se ha tomar durante semanas y hasta meses antes de que surta “algún efecto”. La cuestión crucial es determinar en qué casos el fármaco está indicado y, sobre todo, en qué casos el beneficio compensa el riesgo. Porque la píldora rosa tiene importantes efectos adversos.
   No es, pues, difícil deducir que estamos ante un nuevo capítulo de la estrategia que desde hace algún tiempo siguen las farmacéuticas para promover sus productos, especialmente cuando las ventajas no están del todo claras. Consiste en vender primero la enfermedad y luego el fármaco. Se trata de crear primero conciencia de que existe una necesidad no atendida, ofrecer la solución y promover una demanda social de tratamiento mediante la movilización de médicos y pacientes. Con esta estrategia se han logrado dianas comerciales tan exitosas como la de la píldora de la timidez (paroxetina), que se lanzó en 1992 para el “síndrome de ansiedad social”, la del antidepresivo Prozac (fluoxetina), que sigue tomándose muy por encima de las necesidades reales, o el propio Viagra, en cuyo lanzamiento se llegó a decir que el 70% de los hombres de más de 50 años sufría disfunción eréctil. Parece claro que ha cambiado el paradigma. Si antes era “enfermedad en busca de tratamiento”, ahora estamos en el de “tratamiento en busca de enfermedad”.


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Milagros Pérez Oliva sostiene que desde hace tiempo la industria farmacéutica promueve una demanda de medicamentos innecesarios en provecho propio: el último caso, la píldora para despertar la líbido en mujeres menopáusicas, un fármaco con demasiados efectos adversos.
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Antecedente: La salida al mercado de la píldora rosa ha sido polémica:
  • Su eficacia no está probada.
  • Acarrea importantes efectos adversos.
Consecuente: [en consecuencia]: La industria farmacéutica promueve la medicalicación de la vida por un interés puramente comercial.

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   En una economía de consumo como en la occidental, la base fundamental para que ésta crezca es no dejar de consumir, y para que esto ocurra, también industria farmacéutica usa estrategias para conseguirlo. El ciudadano, convertido en mero consumidor, debiera saber que las bombillas actuales, como cualquier aparato electrónico o mismo medias de Nylon, están fabricados para degradarse.
  Todas las industrias crean productos de forma que los consumidores estén obligados a seguir comprando continuamente; en ciertos casos, la industria farmacéutica, promueve la venta de un producto surgido para paliar una enfermedad tal vez inexistente (la píldora rosa, empleada para combatir la desaparición del deseo sexual en mujeres premenopáusicas. En caso de ser real esa dolencia, muchas veces los efectos de la misma son sobredimensionados para propiciar el consumo de este nuevo compuesto que reportará grandes beneficios económicos a los laboratorios. Un ejemplo pudieran ser ciertos casos de abatimientos personales. Todo el mundo, en algún momento, puede estar triste o sentirse mal anímicamente, pero el hecho de estar así no significa que a ese individuo se le pueda diagnosticar una depresión, y, en consecuencia, se determine  una medicalización crónica con los correspondientes antidepresivos. Por lo tanto, a un contemporáneo lúcido no debe extrañarle ninguna de estas estrategias utilizadas, más que nada porque son necesarias para sostener esta economía que amenaza con arrasarlo todo.

Lucía Corral Viero
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   La sociedad actual está realizando un consumo innecesario e inadecuado de los medicamentos, aun desconociendo sus posibles efectos secundarios. Este consumo irracional es generado por la industria farmacéutica, a partir de una mala y engañosa publicidad.
   Este tipo de prácticas son una amenaza para la salud pública y tienen que ser frenadas, sometiendo a los fármacos y a su publicidad a controles más rigurosos e impidiendo la venta de ciertos medicamentos sin receta médica. Pero la ciudadanía, también debe concienciarse de que no es necesario todo aquello que le intentan vender.
   La industria farmacéutica, como todas, busca su propio beneficio económico y parece no tener demasiado en cuenta los graves problemas de salud que puede causar mediante explicaciones confusas o potenciando consumos masivos. Los problemas vienen por sí solos, no es necesario que nadie los cree. 

Ángela Novo 
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   Una de las características más notables de la sociedad consumista, es la necesidad que angustia a ciertas personas para acatar determinados convencionalismos y rendirse a la presión de los cánones. Este fenómeno es especialmente evidente en la ropa vestida por algunos colectivos: los jóvenes, principalmente. Éstos son los más propensos a tratar a imitar el aspecto exhibido por personalidades muy conocidas, las cuales suelen estar situadas tras la pantalla de la televisión o el ordenador.
   Sucede que éste no es un fenómeno aislado o que solo se pone de manifiesto con los jóvenes o en el campo de la moda.
   En una sociedad cuyo estilo de vida se basa en el consumo, este trata de potenciarse atacando los recovecos más vulnerables de sus posibles compradores: la aceptación de sus iguales, por ejemplo.
   Tomando esto como base, no sorprende la reciente salida a mercado de la llamada “píldora rosa”, un medicamento que promete hacer posibles las relaciones sexuales en mujeres premenopáusicas, avivando su deseo sexual. Obviamente, junto con la venta y proliferación del producto, nace también la necesidad del mismo, en este caso, subrayando la anomalía que supone la falta de apetito sexual en mujeres de avanzada edad.
   Lo que impulsará las ventas del producto no será, probablemente, la falta de deseo de determinadas mujeres, sino la presión a la que éstas se verán sometidas y el beneficio que muchas organizaciones tratarán de obtener de estas inseguridades.
   En nuestra época, comprar parece la única solución válida para enfrentarse a los problemas creados por la propia sociedad de consumo.

Iago Codesido
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   La sexualidad hoy en día aparece en todos los ámbitos de la vida, tanto a nivel mediático como cotidiano. Ello en muchas ocasiones puede provocar actitudes perjudiciales para la sociedad.
   Es cierto que todas las personas tienen derecho a disfrutar satisfactoriamente de una relación; de ello han obtenido provecho las multinacionales cuando introdujeron en el mercado numerosos productos como geles lubricantes o juguetes sexuales que pueden ayudar a abandonar la rutina y experimentar, en pareja o en solitario. Lo último ha sido una píldora que incrementa el apetito sexual en mujeres premenopáusicas, lo que ha generado una notable controversia.
   Las farmacéuticas venden felicidad en forma de pastilla, pero nunca explican los posibles efectos adversos o los riesgos que puede conllevar su ingesta. Muchos periodistas como Milagros Pérez afirman que la mecánica de las farmacéuticas es perversa, pues venden la enfermedad para la que ya han creado el nuevo fármaco.
   Siempre conviene tener presente antes de consumir cualquier medicamento sus efectos adversos; en este caso, podría ayudar a decidir si una relación sexual vale más que la propia salud.

Antia Soto López

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   Recientemente ha salido a la venta un nuevo fármaco que fomenta el deseo sexual de las mujeres premenopáusicas. Su principio activo es la fibanserina, un compuesto químico que actúa sobre determinados neurotransmisores del cerebro y promete elevar el líbido de las mujeres.
   Este fármaco, que tiene diversos efectos colaterales como mareos, somnolencia o fatiga, puede llegar a provocar hipertensión o pérdida del conocimiento. Por este motivo, dicho medicamento no debería ser comercializado, ya que existen otros métodos para aumentar el deseo sexual de estas mujeres, como las terapias conductuales, por ejemplo, sin tener que poner en riesgo su salud.
   Es muy probable que este sea otro medicamento engañoso, ya que la pérdida del deseo sexual aumenta después de la menopausia y contradictoriamente, dicho medicamento pierde su eficacia en esa misma etapa de la vida de las mujeres. Se trataría pues, de un mero efecto placebo.
   En cualquier caso, son demasiadas las contradicciones para tratar un problema que puede ser solucionado por otros medios, por lo que queda claro que su irrupción en el mercado obedece a una reiterada estrategia de las farmacéuticas para multiplicar sus beneficios.

Almudena Dopazo
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   La sociedad de consumo actual genera el consumo de una serie de productos para satisfacer las necesidades sexuales de las personas, cuyas ventajas no están de todo claras.
   Es verdad que es necesaria una vida íntima plena, pero la mayor parte de las veces no es imprescindible acudir a este tipo de fármacos para ello, sino que esta falta de deseo sexual puede darse por otras cuestiones sin ninguna gravedad, como lo es el estrés. Sin embargo, la difusión publicitaria de la existencia de esta píldora obliga, de alguna manera, a la mayor parte de mujeres a acudir a ella sin pensar en otras soluciones. Uno de los motivos de la pérdida del deseo puede ser su pareja o el miedo a no complacerla.
   Lo que ofrece este tipo de productos puede resultar tentador y llamativo como son la píldora de la timidez, el antidepresivo, y otros muchos bastantes exitosos, esos fármacos tal vez no actúan sobre el origen de los problemas reales.

Ana Golpe Edreira

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   La filbanserina es un supuesto novedoso fármaco que asegura recuperar el deseo sexual en mujeres premenopáusicas. Podría decirse que esta píldora equivale a la masculina la Viagra; no obstante, es mucho más peligrosa, pues afecta al cerebro, potenciando e inhibiendo neurotransmisores que influyen en muchos procesos vitales, a diferencia de la pildora masculina, que actúa sobre el sistema vascular facilitando la erección. Por lo tanto, los efectos de la polémica Flibanserina, o píldora rosa, podrían ser fatales, pero, pese a ello, la industria fomenta una necesidad social para poder lucrarse con la novedosa solución.
   Conviene celebrar todo tipo de progreso. En este caso, no obstante, todo parece indicar que comercian con la salud utilizando como excusa las carencias o las "futuras mejoras" para nuestra calidad de vida, intentando inculcar un modelo de aparente juventud constante y sexualidad activa.
   Antes de incorporar al mercado cualquier tipo de fármaco, deberían ser verdaderamente informados sus potenciales compradores. Ello, evidentemente, implica situar la salud de los usuarios por encima del ánimo de lucro de empresas cuyo negocio deriva de nuestra salud.

Sara Parga
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   Todas las empresas pretenden lucrarse y obtener el máximo beneficio posible cuando ofrecen sus productos al público, incluidas las farmacéuticas.
   Una codicia excesiva por parte de los magnates de las grandes multinacionales y no tan grandes, en ocasiones puede exponer al riesgo la salud del consumidor.
   En este caso las farmacéuticas, mediante poderosas estrategias comerciales, pueden conseguir la dependencia de una serie de fármacos en los pacientes una serie de fármacos o que los utilicen innecesariamente, lo que puede provocar evidentes trastornos en la salud.
   Todos los hombres deben satisfacer sus necesidades, pero nunca su codicia.


Fernando Placer Picado