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martes, 24 de marzo de 2015

RETRATO, Antonio Machado

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
autógrafo

Alberto Fraga y Lola

viernes, 20 de marzo de 2015

CALIFICACIONES 4ºB


AR, D [4.5]
BR, X [2.75]
BV, P [6.75]
BG, C [4]
CP, L [6.75]
DA, M [5]
DR, R [7.25]
FP, D [6]
FS, L [5.25]
GP, I [9]
GM, M [6.3]
II, G [5.25]
LR, I [3.15]
LC, M [2.3]
MS, P [9]
MM, A [0.5]
NR, N [7]
OF, P [8.55]
OB, A [4.35]
PD, S [6.5]
PC, M [8.1]
RL, C, [0.55]
SE, P [5]
SR, G [7]
SR, A [3.25]
VM, A [3.75]
VR, D [3.30]
VC, JM [6.6]
VG, C [4.25]
VV, M [2.35]
VN, S [5.1]

miércoles, 18 de marzo de 2015

¿LOS GENIOS Y SUS MUSAS?, Estrella de Diego

   Además de obsoleto, el término “genios” es excluyente, dado que no se considera que las mujeres puedan adquirir tal condición. Las mujeres podemos ser musas y ya se va sabiendo que muchas musas fueron en realidad las autoras de las obras de los “genios”, que en el estudio y la intimidad las cosas se complican mucho —piensen en Rodin y Claudel, por poner el ejemplo más manoseado del genio productivo y su supuesta musa triste—.
   La imposibilidad última de ser encumbradas en la genialidad no es nada nuevo. La tan comentada disputa sobre la imposible genialidad de las mujeres se reaviva a finales del siglo XIX, capitaneada por Otto Weininger y sus reflexiones a propósito de la falta de memoria de las mujeres al carecer de autoconciencia —de alma—, y por Nietzsche, cuyas ideas se inscriben dentro del debate finisecular sobre “genio”, degeneración y mujer. Es entonces, y al hilo de las primeras manifestaciones de las “nuevas mujeres” —esas jóvenes que perseguían formas de vida alternativas, más libres—, cuando se reescribe también la noción de musa que pierde parte de su genealogía clásica —la que inspira— y abre un nuevo camino de silencios que, sin duda, se organiza en torno al temor causado por las
posiciones que las mujeres van ganando en ese momento histórico. No es de extrañar que Nietzsche elimine a las mujeres hasta de ese papel de inspiradoras que históricamente se les atribuye.
   Ya a mediados del siglo XX el poeta Wallace Stevens niega explícitamente la naturaleza femenina de la musa: “Ya no tengo que creer que hay una musa mística, hermana del Minotauro. Ese es otro de los monstruos que me alimentaron, que he agotado”, escribe.
   Mejor así. Fuera musas y fuera “genios”, papeles absurdos y obsoletos. Y fuera “genias”,
naturalmente, que nadie quiere reproducir los malos hábitos del discurso de autoridad.

ESTRELLA DE DIEGO, ¿Los genios y sus musas?, Babelia, 28 de enero de 2015. [adaptación]


***
 
   Es un hecho que la genialidad siempre ha terminado atribuyéndose al sector masculino y más cuánto más atrás  se viaja en el tiempo. Por otra parte se considera que el papel de la mujer ha sido inspirar esa genialidad en muchos casos. De nuevo términos como musa y genio recuerdan que la igualdad no ha sido nunca predominante en las sociedades humanas y que a pesar de haber avanzado, hombres y mujeres continúan sin tener el mismo reconocimiento.
   A pesar de hacer esta observación y considerar que ambos términos, genio y musa, son una muestra de desigualdad, cambiando ligeramente el significado que se les ha sido otorgado, son dos palabras hermosas, dos sustantivos adjectivizados que inundan la mente con ideas como arte o ciencia. Puede parecer absurdo, pero, si por un momento, se dejase de contemplar el género de ambas palabras y se eliminase ese matiz que las encasilla en lo femenino o lo masculino, resultan dos términos libres de ningún condicionante sexual.
   Teniendo en cuenta este pequeño cambio de significado , un genio sería un ser humano, independientemente de su aparato reproductor, que consigue plasmar en su obra algo que culmina en genialidad. Una musa sería de nuevo un ser humano de cualquiera de los dos sexos que inspira la genialidad del genio. Es coherente creer en los genios y en las musas,  en la genialidad y en la inspiración, lo que debería eliminarse es la asociación que la sociedad hace de ellos a un determinado papel masculino o femenino.
   Si se olvidase ese significado alegórico que tan asentado está a nivel social y el género no fuese relevante en estas palabras, al igual que silla es femenino y felpudo masculino, sin que ésto condicione su definición, las musas y los genios respetarían la tan ansiada y perseguida igualdad.
   Eliminar estos dos términos de los diccionarios no es la solución, la solución es adaptarlos, como se ha hecho con muchas otras palabras al siglo XXI, siglo en el que se cree una sociedad en la que la persona y sus cualidades sean lo que realmente contabilice, en la que un hombre inspire a otro hombre, una mujer a otra mujer, un hombre a una mujer o una mujer a un hombre, teniendo como única meta la creación de genialidad con su tantas veces indispensable flujo de inspiración.         

Lucía Regueiro

martes, 3 de marzo de 2015

ÁNGEL GARMA


   Esta es una historia de luminosos –y trágicos- encadenamientos. Para resumir: un joven alumno de psiquiatría en la España de los años veinte queda impactado de por vida tras su paso por la Residencia de Estudiantes. El asombro se debe, muy probablemente, al proselitismo de dos compañeros: un fanatizado Salvador Dalí en torno a la figura de Freud y un Federico García Lorca subyugado por la teoría de los sueños. Intenta convertirse en pionero –sin éxito- del psicoanálisis en España y acaba fundando, nada más y nada menos, que el inicio de las terapias con dicho método en Argentina.